Milagros Asto Sánchez

Ser una niña en Irán significa tener que usar una máscara antigás para intentar estar segura en el colegio. No es la trama de una película de terror o una historia de ficción. Desde hace tres meses, miles de alumnas han sido envenenadas en decenas de instituciones educativas femeninas de la república islámica. Lo que horroriza más, si es posible, es que las intoxicaciones continúan, mientras el mundo se pregunta cómo es que algo así se puede permitir.

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