Omar al Bashir, al centro, durante el primer día de su juicio en Jartum, Sudán. (Mohamed Nureldin Abdallah / Reuters).
Omar al Bashir, al centro, durante el primer día de su juicio en Jartum, Sudán. (Mohamed Nureldin Abdallah / Reuters).

, expresidente de , compareció frente a un tribunal esta semana. Al comenzar el juicio, podía vérsele a través de los barrotes de metal del lugar asignado al acusado.

Al Bashir pasó más de tres décadas en el poder hasta que fue derrocado en abril. Ahora enfrenta cargos por corrupción y lavado de dinero. Algunas personas expresaron su satisfacción porque el juicio simboliza una nueva era en la vida de Sudán; por su parte, algunos grupos internacionales que defienden los derechos humanos destacaron que también es necesario que Al Bashir rinda cuentas por las violaciones a los derechos humanos durante su mandato.




Hace diez años, la Corte Penal Internacional autorizó que se presentaran cargos en contra de Al Bashir por genocidio, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra por ataques en contra de ciudadanos en la región occidental de Darfur. Un consejo de transición encabezado por el ejército declaró que Omar al Bashir nunca sería extraditado para enfrentar los cargos, pero no se sabe a ciencia cierta si esa postura se mantendrá ahora que el país quiere lograr avances en estos temas. La siguiente audiencia en el caso sobre corrupción está programada para setiembre.

Al Bashir no es el primer jefe de Estado que comparece ante tribunales en años recientes. A continuación, recordamos algunos de los casos más memorables.

Hosni Mubarak, sentado, en un juzgado de El Cairo en 2013. Su mandato terminó abruptamente en los primeros meses de la Primavera Árabe. (Ahmed Omar/Associated Press).
Hosni Mubarak, sentado, en un juzgado de El Cairo en 2013. Su mandato terminó abruptamente en los primeros meses de la Primavera Árabe. (Ahmed Omar/Associated Press).

Hosni Mubarak, de Egipto

El caudillo que gobernó Egipto sin oposición alguna durante casi treinta años, Hosni Mubarak, fue derrocado en 2011, cuando la Primavera Árabe alcanzó su punto crítico, después de que manifestantes opositores al gobierno se instalaran en la plaza Tahrir de El Cairo durante semanas para exigir su salida. Los manifestantes prorrumpieron en clamores de celebración cuando el propio Mubarak anunció que le entregaría el poder a un consejo militar.

Poco tiempo después fue encarcelado y acusado de varios delitos, como conspirar para matar a los manifestantes y corrupción. Varias fotografías del antiguo líder, sentado en la sala del tribunal dentro de la celda para los acusados, circularon ampliamente por la nación cuando comenzó el juicio.

Por desgracia, el caso de Mubarak pronto se vio eclipsado por los tumultos en Egipto y el consecuente derrocamiento del primer presidente electo democráticamente en ese país, Mohamed Morsi, por parte del ejército, así como el ascenso al poder de un nuevo líder autócrata, el general Abdulfatah el Sisi.

La atención pública dejó de centrarse en Mubarak, quien logró evadir la justicia en relación con los cargos más graves, por la muerte de los manifestantes en 2011. Al concluir los procedimientos, se le declaró culpable de malversación de fondos públicos y cumplió una sentencia de tres años en prisión. Se le trasladó a un hospital de El Cairo en 2015, donde permaneció con vigilancia militar hasta su discreta liberación, en marzo de 2017.

Mubarak, quien ahora tiene 91 años, vive con vigilancia continua en un barrio elegante de El Cairo. Sobrevivió a su sucesor, Morsi, quien se desplomó y .

El general Augusto Pinochet en Santiago, Chile, en 1997. Miles de personas fueron ejecutadas o desaparecieron durante su mandato de diecisiete años. (Bouroncle/Agence France-Presse — Getty Images).
El general Augusto Pinochet en Santiago, Chile, en 1997. Miles de personas fueron ejecutadas o desaparecieron durante su mandato de diecisiete años. (Bouroncle/Agence France-Presse — Getty Images).

Augusto Pinochet, de Chile

El despiadado gobierno de diecisiete años del general Augusto Pinochet fue una era en la que ocurrieron miles de muertes, desapariciones y acciones de tortura en Chile, país que todavía no se reconcilia con ese legado. Tras arrebatarle el poder en 1973 a un presidente electo democráticamente gracias a un golpe de Estado con el apoyo de la CIA, Pinochet ordenó acciones de amplio alcance para purgar el país de académicos y otros liberales.

En 1990, renunció a la presidencia y se convirtió en comandante en jefe de las fuerzas militares, lo que garantizó su continuidad como un poderoso personaje político en Chile durante toda esa década. Conservó su inmunidad legal gracias a que consiguió que lo nombraran senador vitalicio después de abandonar el cargo al frente del ejército.

No obstante, la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, un grupo sin afiliación partidista designado por el sucesor de Pinochet, comprobó las violaciones cometidas por el dictador contra los derechos humanos durante su gobierno y les adjudicó a las fuerzas del general por lo menos 3200 muertes y desapariciones.

En 1998, durante una visita de Pinochet (quien en ese entonces tenía 82 años) al Reino Unido para someterse a una operación de la columna, las autoridades británicas lo detuvieron e intentaron extraditarlo a España para someterlo a juicio por cargos de crímenes contra la humanidad. Tras una batalla legal, se le permitió regresar a Chile dieciséis meses después, cuando se determinó que no podía comparecer en un juicio por razones de salud.

A su regreso a Chile, renunció a su cargo político y una corte chilena aprobó su desafuero, lo que generó esperanza de que sus víctimas pudieran recibir justicia. Pinochet pasó los últimos años de su vida recluido y enfrentó varios cargos penales, aunque nunca se le sometió a juicio. A su muerte en 2006, a la edad de 91 años, se le había acusado en tres casos de derechos humanos y se le investigaba por muchos más.

El general Efraín Ríos Montt, exdictador de Guatemala, fue condenado por genocidio y crímenes contra la humanidad. Ese veredicto fue revocado más tarde. (Moisés Castillo/Associated Press).
El general Efraín Ríos Montt, exdictador de Guatemala, fue condenado por genocidio y crímenes contra la humanidad. Ese veredicto fue revocado más tarde. (Moisés Castillo/Associated Press).

Efraín Ríos Montt, de Guatemala

El general Efraín Ríos Montt llegó al poder tras un golpe de Estado a principios de la década de 1980 y gobernó Guatemala durante uno de los periodos más sangrientos de su guerra civil, que se prolongó varias décadas. Conforme a sus instrucciones, el ejército inspeccionó la zona montañosa maya con el propósito de ahuyentar a las guerrillas izquierdistas; en esa empresa, se cometieron numerosas atrocidades y se causaron masacres, además de destruir a las comunidades indígenas.

La dictadura militar de Ríos Montt solo duró diecisiete meses, hasta que fue derrocado en un golpe de Estado. Más adelante regresó al gobierno, primero como fundador de un partido político; después, como funcionario electo al congreso guatemalteco.

Mientras ocupó cargos en el gobierno, gozó del correspondiente fuero; sin embargo, al poco tiempo de retirarse, en enero de 2012, Ríos Montt fue acusado de genocidio y crímenes de lesa humanidad.

En 2013, un tribunal guatemalteco determinó que era culpable de haber intentado exterminar a la etnia ixil, delito por el que se le sentenció a ochenta años de cárcel. Se considera que esa resolución judicial marcó un parteaguas para la legislación en materia de derechos humanos.

Por desgracia, la máxima instancia jurídica de Guatemala anuló la resolución inicial y Ríos Montt quedó en arresto domiciliario. El dictador murió a la edad de 91 años en 2018, cuando se le seguía juicio en ausencia.

Hissène Habré en Dakar, Senegal, en 2015. Fue presidente de Chad de 1982 a 1990. (Cemil Oksuz/Anadolu Agency vía Getty Images).
Hissène Habré en Dakar, Senegal, en 2015. Fue presidente de Chad de 1982 a 1990. (Cemil Oksuz/Anadolu Agency vía Getty Images).

Hissène Habré, de Chad

Hissène Habré gobernó Chad de 1982 a 1990; subió al poder tras un golpe que contó con el apoyo encubierto de Estados Unidos y otros países, que lo consideraban un aliado de la Guerra Fría.

Habré, a su vez, fue derrocado por el presidente actual, Idriss Déby, y huyó a Senegal, donde vivió cómodamente en el exilio durante más de veinte años. Una comisión de la verdad supervisada por su sucesor descubrió que el gobierno de Habré asesinó a más de 40.000 personas y torturó a otras 200.000 personas.

Una campaña para exigirle cuentas por estos actos se prolongó más de dos décadas. En el año 2000, un tribunal de Senegal lo acusó de haber incurrido en abusos a los derechos humanos, aunque después determinó que no contaba con facultades para juzgarlo. Otro tribunal belga emitió una orden de aprehensión en contra de Habré en 2005, pero Senegal se negó a extraditarlo. La Unión Africana instruyó en 2006 la creación de un tribunal especial en Senegal para resolver el caso.

El juicio correspondiente no arrancó sino hasta 2015. Después de siete meses y declaraciones de 93 testigos, Habré fue declarado culpable de crímenes de lesa humanidad, tortura y crímenes sexuales, por los cuales recibió una sentencia de cadena perpetua.

En 2017, otro tribunal confirmó la sentencia. Se estableció un fondo con 136 millones de dólares en fideicomiso, administrado por la Unión Africana, para ayudar a miles de víctimas de ese gobierno brutal. Habré, de 77 años en este momento, cumple su sentencia en una cárcel de Senegal.

© "The New York Times"

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