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“Perú como centro logístico de conexión marítima: un análisis goeopolítico de los megapuertos de Chancay y Corío”, por Irma Montes Patiño
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La reciente y acertada movida del presidente José Jerí de impulsar la firma del convenio interinstitucional para dar luz verde a Corío, el “Megapuerto de Las Américas” (Arequipa), le ofrece al Perú una coyuntura estratégica sin precedentes para posicionarnos como epicentro logístico de Sudamérica. Y es que sumando el megapuerto de Chancay, la inversión combinada superaría los $8,500 millones; configurando un tablero geopolítico regional donde China y Estados Unidos disputarán dominio a través de la conectividad marítima.
Chancay, con 17 metros de profundidad y una inversión actual de $1,300 millones, ha reducido entre 10 y 20 días el tiempo de travesía comercial al Asia, materializando la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China en Sudamérica, convirtiéndonos en puerta de entrada privilegiada para el comercio chino. Sin embargo, su modelo extractivista —favoreciendo exportaciones de materias primas e importaciones de productos manufacturados asiáticos— ha alarmado a Washington sobre un posible uso dual militar con limitado beneficio industrial para nuestro desarrollo.
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Corío, con un calado de 28 metros de profundidad— el mayor de Latinoamérica— con capacidad para 100 millones de toneladas anuales, recibirá súper Post Panamax y Ultra Large Container Vessels, buques de próxima generación y que Chancay no podría alojar. Su ubicación y sistema multimodal terrestre, ferroviario y aéreo lo perfilan como articulador natural para el cono sur, desbloqueando además 46 millones de toneladas de hierro no explotado en la zona andina.
Brasil, mantiene relaciones comerciales equilibradas con Beijing y Washington, aunque sus estados del sur y centro-oeste carecen de salidas eficientes al Pacífico. Corío reduciría costos logísticos para acceder a mercados asiáticos, mientras que Chancay beneficiaría flujos desde São Paulo y Río de Janeiro. Fortaleciendo su posición negociadora frente a ambas potencias.
Bolivia, país mediterráneo con históricas tensiones con Chile, vería en estos puertos peruanos alternativas estratégicas que reducirían su dependencia de puertos chilenos. Con China de principal socio comercial boliviano y Estados Unidos presionando por cooperación antinarcóticos, La Paz podría equilibrar sus compromisos utilizando ambas infraestructuras según conveniencia política y económica. Paraguay por su lado, enfrenta dilemas similares: reconoce a Taiwán, alejándolo de Beijing, pero necesita diversificar corredores de exportación agrícola, pero sobre todo para el reciente descubrimiento del gran potencial minero, sumado a sus enormes excedentes hidroeléctricos exportables. Argentina, con Vaca Muerta como activo energético estratégico, requiere nuevas rutas para sus exportaciones.
Javier Milei mira a Washington, pero su predecesor firmó adhesión china a la Franja y la Ruta. La disponibilidad de Chancay (pro-China) y Corío (potencialmente pro-EEUU.) permitiría a Buenos Aires transitar entre ambos bloques sin arriesgar vínculos. Chile, competidor histórico de Perú en el mercado portuario del Pacífico, observa con preocupación cómo Lima podría eclipsar su liderazgo logístico regional. Sin embargo, la escala de Corío y Chancay crea oportunidades de integración chilena para agregar valor a exportaciones conjuntas al Asia.
La integración bioceánica adquiere relevancia crítica en este contexto. Mientras el Corredor Vial Bioceánico (Brasil-Paraguay-Argentina-Chile) avanza con tramos operativos conectando el Mato Grosso con puertos chilenos, existen múltiples propuestas ferroviarias en competencia. Pero el más relevante es el nuevo proyecto Brasil-China que conectaría directamente ambos países hacia Chancay excluyendo a Bolivia.
La reciente llegada de Rodrigo Paz a la presidencia boliviana, con una marcada apertura al comercio internacional y compromiso de reinserción en el sistema financiero global, representa una oportunidad estratégica para reincorporar a Bolivia en ambos corredores. Incluirla no solo destrabaría el acceso a sus vastos recursos de litio, gas natural y minerales hacia mercados asiáticos, sino que consolidaría un eje de integración verdaderamente continental que fortalecería la posición negociadora regional frente a las grandes potencias.
El ferrocarril se complementaría óptimamente con Chancay y especialmente con Corío por su capacidad de transportar volúmenes masivos a costos significativamente menores que el transporte carretero, convirtiendo a los megapuertos peruanos en terminales naturales de un corredor que materializaría la integración suramericana con salida directa al Pacífico asiático.
Para Perú, materializar ambos proyectos significaría transformarse en hub estratégico indispensable, capaz de negociar condiciones ventajosas con Beijing y Washington simultáneamente. El escenario ideal implicaría usar los ingresos inmediatos de Chancay para financiar y acelerar Corío, consolidando una arquitectura portuaria dual que equilibre dependencias, maximice recursos naturales y lo posicione como bisagra geopolítica sudamericana en la competencia entre superpotencias.
La alternativa —solo Chancay sin Corío— condenaría al Perú a un papel subordinado en la estrategia china, mientras Chile o Brasil podrían desarrollar infraestructuras competidoras y capturar el potencial del sur continental. En definitiva, Corío definirá si Perú será el protagonista o espectador en el reordenamiento geopolítico del Pacífico sudamericano. La complementariedad estratégica de ambos puertos se convierte así en palanca de poder geopolítico para nuestro país.
(*) Irma Montes Patiño es licenciada en Relaciones Internacionales de la George Washington University.











