En tiempos en el que el fútbol femenino es por fin una esperanzadora realidad emergente en el mundo, las mujeres de Arabia Saudita todavía tienen vetado el acceso a los estadios en su país, un atropello que incluso ha llegado al propio Mundial de Rusia 2018.
Por ello, e independientemente del resultado, el partido inaugural en el Luznikhi Arena fue su primera oportunidad en el torneo de hacer notar su reivindicación femenina desde las gradas y acudieron al partido totalmente cubiertas.
En Arabia Saudita rige el código wahabi, una interpretación herética y restrictiva del islam suní que viola los derechos humanos, en particular los relativos a las mujeres.
Hasta el 24 de junio, cuando entre en vigor el fin de la prohibición, las saudíes no tendrán derecho a conducir. Tampoco pueden salir de casa sin la compañía de un varón de su familia o trabajar, tener un pasaporte y viajar sin la autorización previa y explícita del hombre al que estén a cargo.
En los espacios públicos, ya sea en un estadio de fútbol, un cine o un centro comercial, la escuelas o la universidad están segregadas de los hombres.
Deben ir tapadas de la cabeza a los pies y apenas están presentes en la vida política, ya que tienen un restringido derecho al voto concedido hace escasos años.
Previo al choque inaugural entre Arabia Saudita y Rusia, la organización de Rusia 2018 tenía previsto un desfile de banderas sostenidas por seis jóvenes adolescentes de los 32 países participantes.
Sin embargo, a última hora se informó que las seis chicas saudíes que debían participar no desfilarán "por motivos logísticos" y serán sustituidas por colegas rusas, revelaron los organizadores sin dar otro tipo de detalles.
Aunque en los últimos meses el nuevo príncipe heredero del reino, Mohamad Salman, ha prometido apertura y reformas, estas no han pasado de meros retoques cosméticos para atemperar las críticas con un país que está considerado uno de los principales depredadores de los derechos humanos.
Fuente: EFE