En esta foto de archivo del 31 de marzo de 2019, el emir gobernante de Kuwait, Sabah Al Ahmad Al Sabah, asiste a la inauguración de la 30a Cumbre Árabe, en Túnez, Túnez. (Fethi Belaid/Pool/AP).
En esta foto de archivo del 31 de marzo de 2019, el emir gobernante de Kuwait, Sabah Al Ahmad Al Sabah, asiste a la inauguración de la 30a Cumbre Árabe, en Túnez, Túnez. (Fethi Belaid/Pool/AP).
/ Fethi Belaid
Agencia EFE

Con una vida en la diplomacia y las relaciones internacionales marcada por la tragedia personal de perder a su única hija, el emir de , Sabah Al Ahmad Al Sabah, murió hoy a los 91 años en antes de lograr reconciliar a sus vecinos del golfo Pérsico enemistados desde el 2017.

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El ministro de asuntos de la Corte Real, Ali Jarrah al Sabah, leyó un comunicado en la televisión oficial, que había suspendido la emisión normal minutos antes para empezar a transmitir versos del Corán en señal de luto.

“Con gran tristeza y pena, anunciamos al pueblo de Kuwait, a las naciones árabe y musulmana, y a todos los pueblos amigos del mundo, la muerte del emir del Estado de Kuwait que se trasladó al lado de Dios”, leyó el ministro con semblante serio.

Nacido el 16 de junio de 1929 en la ciudad de Kuwait, capital del pequeño país petrolero, el emir sirvió cuarenta años como ministro de Exteriores, lo que le dio un bagaje como mediador para lidiar con los no poco y frecuentes conflictos regionales.

El 29 de enero de 2006, después de tres años como primer ministro, Al Sabah IV subió al trono como decimoquinto emir del pequeño país del golfo Pérsico, fronterizo con Irak y con menos peso que otras monarquías vecinas más ruidosas.

No le hubiera tocado subir al torno en Kuwait ya que no era el siguiente en la línea sucesoria tras la muerte de Jaber Al Sabah, sin embargo fue nombrado por el Parlamento después de una supuesta pugna familiar con Saad Al Sabah.

UNA VIDA DE TRAGEDIAS PERSONALES

Saad fue nombrado emir el 15 de enero 2006, pero menos de dos semanas después, el 29 de enero, el Parlamento designó al entonces primer ministro, Sabah Al Ahmad Al Sabah, como nuevo jefe de Estado, aparentemente por la delicada salud del primero.

Durante su mandato, el emir ha sufrido varias crisis de salud aunque sus dolencias nunca han sido reveladas por la Corte, que las ha considerado meros “contratiempos” e ingresos puntuales en hospitales, tanto en Kuwait como en otros países.

Muy poco ha trascendido sobre la vida personal del emir. Criado y educado en Kuwait, y amante de la pesca y la caza, al que le gustaba viajar a Omán, donde se encontraba con el otro conciliador de la región, el sultán Qabús bin Said.

Su vida, rodeada por la opacidad de los comunicados oficiales de la Corte, estuvo marcada por la muerte el 21 de junio de 2002 de su única hija, la jequesa Salwa, a los 51 años de edad a causa de un cáncer de mama en Londres.

Era el segundo descendiente que perdía, pues 33 años antes había muerto otro hijo varón en un accidente de coche.

El deceso de su hija fue un duro golpe emocional para el emir, que puso su nombre al palacio real y residencia oficial en Kuwait, “Dar al Salwa” (la casa de Salwa).

Enviudó en 1990 antes de la invasión iraquí de Kuwait en agosto de ese año.

Tuvo cuatro hijos de ese matrimonio y desde entonces no se conoce el paso de ninguna otra mujer por su vida.

UN CONCILIADOR

Mediador y cercano a los países occidentales, Al Sabah usó el petróleo como baza en sus relaciones internacionales, haciendo valer al pequeño reino, uno de los fundadores de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y el quinto con más reservas del cartel.

La guerra con Irak marcó la historia reciente de Kuwait abriendo una brecha entre los dos países que Al Sabah quiso empezar a cerrar en junio de 2019 con la primera visita oficial a Bagdad desde que comenzó su reinado en 2006, aunque ya en 2012 acudió a una cumbre de la Liga Árabe en la capital iraquí.

Su papel fue siempre el de gran negociador en la región. En junio de 2017 cuando Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Egipto rompieron relaciones con Catar haciendo saltar por los aires el hasta entonces bloque del Golfo Pérsico, Kuwait trató de ayudar.

Pese a su cercanía con Riad y con Abu Dabi, el emir decidió mantenerse neutral y conservar la interlocución con la esperanza de que emiratíes y cataríes pudieran acercar posturas en una región con ya suficientes conflictos.

A eso se abocó en los últimos años, aunque finalmente no pudo ver la normalización entre los países del Golfo, un proceso que ha vuelto a tomar fuerza en las últimas semanas.

La región pierde así al otro gran conciliador, después de que en enero muriera el sultán de Omán Qabús bin Said.

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