"Yemen: de primavera a un invierno sin fin"
"Yemen: de primavera a un invierno sin fin"

Por Javier Madariaga
Director Financiero de la Oficina Regional de (MSF)

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Pocos saben dónde queda en el mapa. Sin embargo, el país más pobre de Oriente Medio, con un largo historial de inestabilidad interna, ha comenzado a desintegrarse hace cuatro años, y hoy se encuentra atravesando una compleja guerra civil que está devastando tanto a su población como a su economía, y aun así permanece ignorada por la mayoría de la comunidad internacional.

Yemen se encuentra al sur de la península arábiga, rodeado por el golfo de Adén y el Mar Rojo. Comparte fronteras con Arabia Saudita y Omán, pero poseía hasta el 2014 un PBI per cápita 15 veces menor que el de sus vecinos.

Con 25 millones de habitantes, organizado en un sistema tribal que vive bajo un calor intenso, es uno de los países que históricamente ha tenido mayor escasez de agua en el mundo. El 80% de sus habitantes sufre restricciones al agua más allá que el abastecimiento apenas supera el 40% de la población rural. Y eso no es todo: se trata de un país que ha estado luchando contra la desnutrición por décadas. El 41% de los yemeníes (10,6 millones) se encuentran en situación de inseguridad alimentaria. 

Estuve por primera vez en este país en 2009 junto a la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF), trabajando en proyectos de apoyo al sistema de salud y de atención a refugiados provenientes de Somalia y Etiopia. A pesar de estar sumergida en la escasez, su población se ha caracterizado por una notable generosidad e ilusión de futuro. Durante muchos años fueron receptores de aquellas personas que, de manera similar a las imágenes que vemos hoy, huían de sus países cruzando el Golfo de Adén para escapar de la violencia y la extrema pobreza.

Cuando en 2011, en medio de las “primaverales” protestas democráticas árabes, el entonces presidente Saleh accedió a ceder el mando de un país que él mismo definió como “bailar sobre cabezas de serpientes” a su vicepresidente, se suponía que esto marcaría el comienzo de una nueva era para Yemen.

Pero el verano no ha llegado. Yemen ha permanecido inestable desde entonces y hoy se encuentra en medio de un conflicto entre los rebeldes hutíes y las milicias leales al presidente Abd Rabbuh Mansour Hadi, apoyadas por una coalición de estados del Golfo liderado por Arabia Saudita, que ha alcanzado una situación de violencia con una única víctima: la población civil. 

Se estima que en los últimos tres meses más de 1.900 civiles han muerto a causa de la guerra. Médicos Sin Fronteras ha atendido a más 10.500 heridos, ha realizado casi 5.000 cirugías y ha tratado a 57.000 pacientes en salas de emergencia. El número de desplazados internos, es decir, de personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares sin cruzar la frontera del país, asciende a 1,27 millones.

Pero los bombardeos son solo una cara de del conflicto. Los bloqueos a las importaciones llevados a cabo por la coalición, la destrucción de aeropuertos, puertos y carreteras se traducen en escasez de alimentos e inflación. La falta de combustible, indispensable para la provisión de agua, puede causar muy pronto más muertes que la guerra misma. La ruptura de servicios básicos, como la recolección de residuos, genera riesgos sanitarios y la contaminación de las pocas reservas de agua restantes.

El colapso del sistema de salud no sólo afecta a aquellos heridos de guerra. La falta de medicamentos y de tratamiento a enfermedades crónicas requieren de una respuesta inmediata, pero mientras continúen los ataques contra vías de suministro vitales, cientos de personas morirán por causas evitables.

He sido testigo de las consecuencias de la pobreza, del sistema de salud ineficaz y de la constante guerra entre el gobierno y los rebeldes en las regiones de Saada y Al-Jawf, pero hoy, a la distancia, recibo reportes de colegas y amigos que dejé en Yemen, y la magnitud de la crisis se ha incrementado a niveles incalculables. El bombardeo a objetivos civiles es una grave violación al Derecho Internacional Humanitario, y definitivamente no es el contexto en el cual ningún ser humano pueda ni deba vivir. 

Tenemos la obligación de visibilizar esta crisis, y exigir a todas las partes implicadas en el conflicto que aseguren las medidas necesarias para proteger a ciudadanos y la infraestructura civil de daños que serán irreversibles para ésta y futuras generaciones de yemeníes. Una vez un colega me dijo: “Asistir a un refugiado es bueno, pero asistir a una persona antes que se transforme en uno, es aún mejor”.

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