(Ilustración: Víctor Sanjinez / El Comercio)

Ante los ojos de María Elena Espejo Ludeña está sucediendo la misma película de horror que hace poco más de diez años le tocó vivir: tener un pariente muy cercano involucrado en asesinatos.

Esta mujer de 51 años es hermana de madre de Pedro Pablo Nakada Ludeña –el llamado ‘Apóstol de la Muerte’ que mató a entre 15 y 25 personas entre el 2005 y el 2006 en nuestro país– y de , quien en setiembre del 2015 apuñaló mortalmente a seis personas en Kumagaya, en la prefectura japonesa de Saitama.

El drama para ella y su familia se acrecienta esta vez por dos factores. El primero, porque los hechos se suceden a más de 15 mil km de distancia y el contacto con el acusado ha sido mínimo o nulo desde que fue confinado a prisión. El segundo, porque sobre Vayron pende la pena de muerte.

Esa es la condena que ha pedido la fiscalía japonesa debido a la forma “extremadamente cruel e inhumana” de los asesinatos.

La audiencia final del proceso contra Vayron se efectuará mañana. En ella, los jueces definirán si es sentenciado a muerte o si acogen el pedido del abogado defensor Ichiro Muraki de declararlo inocente por “una esquizofrenia claramente probada” y, eventualmente, deportarlo al Perú.

Degradación y crimen

Desde su casa en Santa Clara, donde dirige un negocio familiar de tapicería, María Elena cuenta detalles inquietantes de la vida de Vayron y desgrana historias de una familia cargada de violencia y males mentales.

“Nunca imaginé que [Vayron] fuera a hacer lo que hizo, yo pensé que se iba a suicidar”, recuerda la hermana mayor sobre los días en que cometió los crímenes.

En medio de una crisis y merodeando por una estación de bomberos con una conducta rara y sospechosa, el joven peruano fue llevado a una comisaría, desde donde llamaron a una de sus dos hermanas residentes en el país asiático. Pero él escapó antes de que ella llegara.

“A mi hermana le dijo que estaba en un río y que huía porque lo querían matar”, rememora María Elena. La siguiente vez que lo vieron fue por la televisión nipona, en vivo, con un cuchillo en la mano infiriéndose cortes en las muñecas luego de haber perpetrado sus crímenes y antes de ser capturado.

Tras lo sucedido, María Elena viajó hasta allá. La policía japonesa, que buscaba reconstruir la historia, le pagó los pasajes para escucharla, pero ella no pudo ver al acusado. “Recién hace poco lo han visto mis hermanas, él apenas las reconoció”.

Sin sitio en el mundo

Vayron perdió a sus padres muy chico y a los 6 años se fue a vivir a Mala con una de sus hermanas mayores, pero a los 13 regresó a Lima, donde María Elena le dio cobijo. No quiso terminar la secundaria y ya mostraba una conducta antisocial. “No tenía amigos, nunca tuvo enamorada, no quería salir, solo hablaba con quienes estaban en la casa, con mis hijos y yo”, relata la mayor de los 11 hermanos (9 de ellos de padre y madre).

Con 18 años recién cumplidos, decidió ir a buscarse la vida al País del Sol Naciente, donde ya vivían cuatro hermanos de María Elena (Mara, Verónica, José y Luis), pero nunca encajó, más allá de que encontrara trabajo en una fábrica de partes de auto y luego en otra de alimentos.

Dos o tres veces regresó a nuestro país. “Yo lo notaba sumamente flaco y alterado, me decía que en la fábrica mucho lo miraban y le tenían cólera. Yo le respondía que ni siquiera lo conocían, pero él insistía en que todos se volteaban a mirarlo”, cuenta María Elena.

Antes de que se le venciera la visa, Vayron retornaba a Japón. Según su hermana, la última vez lo llevó al doctor para que le revisara los pulmones y le diera vitaminas, pero nunca al psiquiatra.

“Ahora eso me pesa”, confiesa, recordando que su hermana Ana Cecilia era depresiva y se suicidó hace veinte años, o que otra hermana sufre de esquizofrenia y hoy vive medicada, o que una media hermana de su madre fue internada en el hospital Hermilio Valdizán.

¿Y si vuelve al Perú?

Vayron Nakada puede convertirse mañana en el primer peruano en ser condenado a la pena capital en Japón. La gravedad de los cargos pesa una tonelada.

En caso de que ello ocurra, la defensa apelará a las cortes superiores, incluida la Suprema, lo cual puede alargar años la resolución del caso. El abogado Muraki confía, eso sí, en que esta vez sea el quinto imputado que salve de la muerte en su carrera profesional.

María Elena se esperanza en lo mismo: “Pero a mí me pasa por la cabeza: si se logra su deportación, ¿qué van a decir los peruanos? Cuando pasó lo de Pablo, la policía nos protegió para que la gente no se fuera en contra nuestra. Es que fueron tantas las familias a las que él dañó y eso lo reconocemos. Pero mucha gente juzga sin saber el infierno en el que hemos vivido”. La justicia hablará mañana.

ASESINO EN SERIE

Capturado: A fines del 2006, Pedro Pablo Nakada fue detenido. Según la policía, había cometido 11 homicidios.
‘Apóstol del mal’:Nakada se describía como un ‘purificador’ que exterminaba las lacras de la sociedad: drogadictos, homosexuales y prostitutas.
Autoimputación: El acusado dijo que era autor de 23 asesinatos en Lima, Huaral, Huacho y Mala.
Pena de prisión: En el 2008 le dieron 35 años de cárcel, pero en el 2009 se ordenó otro juicio.
Desorden mental: Se determinó que sufría de esquizofrenia y que debía purgar la pena en un cuarto psiquiátrico y no en una celda común.

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