(Foto: AFP)
Agencia AFP

Desde que Ashely Foster se enteró que el asentamiento en el que vive en las afueras de Los Ángeles () será desmantelado, ha sufrido tres ataques epilépticos.

La joven de 23 años vive en las orillas del río Santa Ana en Anaheim junto a otros 500 vagabundos que deben ahora empacar sus cosas y buscar otro lugar para vivir, a pesar de que las opciones son limitadas.
"No están metiendo miedo para que nos vayamos", dijo Jodi Samhat, que vive en una carpa cerca a Foster y mal puede ocultar las lágrimas con sus gafas oscuras.

Esta mujer de 34 años asegura que no tiene adonde ir: hace cuatro años perdió su trabajo en ventas después de un despidos masivos en su empresa. No pudo después pagar su apartamento y quedó en la ruina por sus problemas de adicción a las drogas y el alcohol.

Samhat es un ejemplo de la crisis crónica de indigencia que enfrenta California, una potencia económica mundial, hogar de multimillonarios, pero también de un cuarto de la población nacional de sin techos, estimada en 500.000.

En ciudades como Anaheim, así como San Diego, San Francisco y Los Ángeles, más y más personas duermen en sus carros, en tiendas de campaña, bajo puentes o en parques, muchas a veces a pasos de un restaurante lujoso o un exclusivo condominio.

Algunos son veteranos de guerra o enfermos mentales, otros simplemente víctimas de una pérdida de empleo.

Las autoridades aseguran que están más activos que nunca, impulsando planes de emergencia estimados en cientos de millones de dólares.

La organización CityNet --contratada por el condado de Orange, al que pertenece Anaheim, para buscar alojamientos para los sin techo-- dijo que ha ayudado a unas 200 personas a salir del campamento de Santa Ana desde julio.

Pero a medida que van saliendo, llegan nuevos y el número no baja.
Mucha gente vive "en el filo", dijo Matt Bates, vicepresidente de esta organización. "Están a un cheque de pago o a una tragedia de quedarse sin casa", "hay mucha ansiedad y miedo".


- "No tenemos una barita mágica" -


El portavoz de Anaheim, Mike Lyster, insistió en que los oficiales "no están forzando a la gente a salir hoy o mañana", pero que "llegará el tiempo en que tendrán que irse".

"No hay una solución rápida, no tenemos una barita mágica aquí".
Como mucha gente en esta asentamiento lleno de tiendas de campaña, Samhat aplicó a un programa de vivienda social que sabe tomará años en hacerse realidad.

Y algunos prefieren vivir en la calle a ir a albergues, que consideran hacinados, inseguros y con reglas contra la vida en pareja y la posesión de mascotas.

"Mis perros, son como mis hijos, me ha ayudado a superar todo en la vida", dijo Tamy Schuler, que cansada de ver a los empleados municipales botar todas sus pertenencias, demandó al condado de Orange con ayuda de una ONG.

Ganó el derecho de quedarse en la calle bajo la condición que los alrededores de su carpa estuvieran limpios.

Pero la ciudad de Anaheim -una de las más ricas en California, gracias a Disneyland- justifica esta nueva orden de evacuación debido a quejas de los residentes y a un riesgo de inundación, que la verdad poco ocurre en esta zona.

El crecimiento de campamentos ha llevado un incremento en el crimen en algunas áreas de California, así como una epidemia de hepatitis A.

Un incendio en un campamento en Los Ángeles -causado por indigentes cocinando- se extendió por un área de mucha afluencia dejando en evidencia la necesidad de las autoridades para atacar la crisis.

Eve Garrow, una analista de políticas de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU del inglés), asegura que los municipios no invierten lo suficiente en viviendas sociales por lo que cuando un campamento es desmantelado, lo más seguro es que otro se esté creando en ese momento.

"Cada nivel de gobierno le ha fallado a esta gente", dijo.
Bates de CityNet coincide: "Los recursos para resolver este problema existen, para dar un hogara miles de indigentes, es una cuestión de voluntad pública".

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