MDN
Campiña inglesa
Agencia AFP

Benny Clapp, un excocinero de 38 años que dice haberlo perdido todo, acaba de pasar su primera noche a la intemperie en las colinas de Canterbury, en el sureste de Inglaterra, donde el número de personas sin hogar va en aumento.

Lejos de las zonas urbanas, el fenómeno parece menos visible, pero desde hace años el número de sin techo aumenta en y según la ONG Shelter ya serían 320.000 en todo el país.

La oficina nacional de estadísticas cifró en 4.677 las personas que dormían en la calle sólo en Inglaterra el pasado otoño, de las cuales 1.283 en Londres, una cifra que aumentó un 300% en ocho años y, según admite el propio organismo, es probablemente inferior a la realidad.

Desde la muerte de su esposa en diciembre de 2017, Clapp sufre depresión y es incapaz de trabajar. Su ropa, su carpa y unas mantas es todo lo que tiene.

Se ha instalado cerca de un río y esconde sus pertenencias entre los arbustos. Por su seguridad y para evitar visitas inoportunas, ha optado por el alejamiento.

"Aquí es más seguro. Si viene alguien, puedo oírlo y nadie puede llegar por el otro lado", dice señalando el agua.

Pese a las bajas temperaturas, intenta secar su manta húmeda extendiéndola sobre su carpa. Dentro, la condensación se ha convertido en escarcha. Para entrar en calor, anda a menudo hasta la ciudad de Canterbury, donde de todos modos debe presentarse cada 15 días para conservar su subsidio de discapacidad de 50 libras semanales (66 dólares, 57 euros).

"ENTABLAR EL DIÁLOGO"

También David Burt prefiere la protección del bosque para instalar su carpa. Originario de Ramsgate, una localidad costera, no tiene domicilio desde que salió de la cárcel hace dos años y medio. "Historias de droga", se limita a decir.

Traumatizado por una agresión física que un compañero de infortunios sufrió por la noche, este hombre de 48 años con el rostro cubierto por una larga barba canosa afirma que vivir lejos de las miradas de otros le protege también de los robos.

"Aquí puedo guardar algunas cosas, algo de comer", dice.

Ayudar a estos sin techo que buscan la discreción es la misión de Emma McRuden, trabajadora social de la asociación Catching Lives. En su coche, recorre los pueblos localizando a las personas que duermen a la intemperie gracias a las indicaciones de la policía o los habitantes.

"Mi trabajo es entablar el diálogo con ellos, presentarles algunos servicios para responder a sus necesidades", detalla. "Puedo intentar encontrarles un albergue, llevarles a una cita o al médico". Una ayuda a veces indispensable en lugares donde el transporte público es escaso y caro.

Pese a su capacidad para localizar estas carpas ocultas entre la vegetación, McRuden reconoce que "hay una gran población que no encontramos, que viven en graneros, en cabañas, o granjas abandonadas donde la gente no va nunca".

"FALTA DE VIVIENDAS"

Pese a las dificultades para censarlos, Terry Gore, director general de Catching Lives, es categórico: "el número de sin techo crece desde hace años".

"La idea de que el problema de los sin techo es ante todo urbana y no rural está cambiando, porque la falta de viviendas es la misma en el campo que en la ciudad", afirma.

De hecho, el consejo del distrito de Canterbury trata cada año un millar de peticiones de habitantes que temen perder sus hogares. Y 2.400 personas figuran en una lista de espera para obtener una vivienda social.

En su húmeda carpa, Clapp ya no tiene la esperanza de que le atribuyan una solución de residencia, aunque sea provisional. Pero se le abre un horizonte: un viejo amigo que acaba de enterarse de su situación le anunció que tiene "lugar para él" en su casa en Liverpool, en el noroeste de Inglaterra.

Catorce meses después del inicio de su calvario, espera el próximo pago de su subsidio para comprarse el billete de autobús y encontrar un techo.

AFP

Contenido sugerido

Contenido GEC