La conmemoración de los Acuerdos de Paz que pusieron fin a la guerra civil de El Salvador que en 12 años dejó más de 75.000 muertos mostrará este año una división nunca vista.
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Este domingo, 16 de enero, se cumplen 30 años de la firma de aquel pacto que abrió las puertas a la democracia en el país, a la desmilitarización de la seguridad pública limitando las funciones de un ejército que fue depurado, a la reforma del sistema judicial que delineó el principio de separación de poderes y al reconocimiento de los derechos humanos.
Pero la Asamblea salvadoreña, controlada por el partido del presidente Nayib Bukele, aprobó esta semana un decreto para eliminar su conmemoración porque “lejos de representar un beneficio para la población salvadoreña, se constituyeron como el inicio de una era de corrupción”, se lee en el dictamen.
En su lugar, el Congreso aprobó celebrar el Día de las Víctimas del Conflicto Armado como “justo reconocimiento a todas las personas que ofrendaron sus vidas durante el mismo (…) con la falsa idea de una sociedad más justa que nunca llegó”.
En el pasado, Bukele llegó a calificar de “farsa” tanto la guerra como los Acuerdos de Paz, los cuales calificó de “negociación entre dos cúpulas” que no trajo beneficio alguno al pueblo salvadoreño.
Los acuerdos fueron firmados en 1992 entre la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena), entonces al frente del gobierno, y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), de izquierdas.
Los enfrentamientos entre guerrillas y ejército dejaron sangrientos sucesos como la masacre de El Mozote, donde fueron asesinadas en torno a un millar de personas.
BBC Mundo entrevistó a Nidia Díaz, firmante de los Acuerdos de Paz en representación del FMLN.
Exguerrillera y exdiputada por este partido, Díaz lamenta que Bukele desee “manipular la historia”, alerta que se están incumpliendo los acuerdos, y asegura que algunas de las condiciones que existían antes del pacto vuelven a verse actualmente en El Salvador, que vive “un momento de claro retroceso”.
¿Cómo definiría qué supuso la firma de los Acuerdos de Paz hace 30 años para El Salvador?
El fin de 60 años de dictadura, el fin de la guerra civil y el inicio de un proceso democrático en el país.
¿Qué era lo que motivaba a tanta gente sin experiencia militar a adentrarse en las guerrillas en aquella época?
Un profundo amor al pueblo, solidaridad y rebeldía ante la injusticia. En ese tiempo nadie podía decir ni opinar nada. Cuando uno ve que no puede ejercer sus derechos, ahí es donde viene la lucha y la exigencia al Estado.
¿Y en su caso cuál fue su actividad como parte de este movimiento del que acabó siendo comandante guerrillera?
A la lucha revolucionaria me incorporé en el año 71, cuando vivíamos bajo crímenes dictatoriales. Salíamos a las calles a movilizarnos para derrocar la dictadura pero la represión era cada vez mayor y en el 81 comenzó el proceso insurreccional.
En el año 85 fui herida y capturada en combate. Estuve 190 días prisionera y fui liberada gracias a un canje humanitario por el que salimos varios presos.
Por mis cuatro heridas de bala me fue más difícil estar permanentemente en los frentes de guerra y en los últimos años desarrollé más un trabajo político diplomático. Integré la comisión de negociación de los Acuerdos de paz en 1989 y fui firmante de ellos el 16 de enero de 1992.
La guerra civil es tan reciente que sus heridas siguen presentes en la sociedad salvadoreña, aún polarizada y dividida en muchos aspectos. ¿Cuál cree que fue el mayor error de quienes participaron en aquel conflicto con miles de víctimas?
Bueno, la rebelión viene realmente de las víctimas, de la sociedad. Dijimos “basta” a tanta masacre y asesinato de la dictadura que agrupaba todo el poder, mediante métodos de lucha regulados en la Convención de Ginebra.
Solo me gustaría recordar que en el informe de la Comisión de la Verdad, que fue uno de los mecanismos que establecimos en los Acuerdos de Paz, se concluyó que el 87,3% de los casos que investigó habían sido responsabilidad del Estado y grupos ilegales armados que crearon, mientras que cerca del 4% fueron atribuidos como responsabilidad del FMLN.
Otro porcentaje no se sabía a quien atribuir y había que seguir investigando.
Pero las cifras de víctimas son espeluznantes: 75.000 muertos, 8.000 desaparecidos…
Sí. Siendo hijos de una misma patria nos tuvimos que enfrentar hasta llegar al grado de matarse.
Todo país tiene conflictos que se pueden ir agudizando, y si no tienes la capacidad de resolverlos por vías pacíficas, eso explota en una guerra.
Nosotros buscamos salida pero fue imposible cualquier diálogo cuando se empezaron a matar a gestores de la paz como San (Óscar Arnulfo) Romero, dirigentes políticos…
Los acuerdos fueron la salida sensata y política a todo aquello.
¿Cómo recuerda el día de la firma de los acuerdos en Chapultepec, México?
Todo el mundo estaba emocionado. Aunque ni siquiera ese día había certeza de que el presidente (Alfredo) Cristiani iba a firmarlo como representante del Estado salvadoreño.
Pero lo hizo, lo cual le dio más importancia que si lo hiciera una delegación enviada por él.
¿Hubo lagunas o aspectos del pacto que pudieran haberse mejorado?
Los acuerdos y las reformas constitucionales que siguieron crearon una nueva realidad en El Salvador, permitieron la independencia de poderes y fue clave para el funcionamiento de la transición democrática.
Por supuesto pueden ser perfeccionados hacia una mayor democracia participativa y transparente, mayor inclusión de derechos de la gente y más soluciones a problemas de justicia social. Pero la base para que todos los ciudadanos pudieran convivir sin confrontarse fue esa.
El pacto abordó los problemas políticos pero dejó más de lado el ámbito económico y social.
Sí, no pudimos hacer reformas constitucionales sobre la estructura económica.
Sí se creó una plataforma para que en el foro económico y social se fueran resolviendo problemas como los salarios, pensiones, legalización de tierras… pero lamentablemente no pudo desarrollarse.
¿Qué fue lo más difícil de pactar?
El tema de la desmilitarización, porque implicaba una nueva visión de defensa nacional y seguridad pública.
Nosotros quisimos que en la Constitución dejara de aparecer como un cuerpo “permanente”, pero no lo conseguimos.
Y todos los debates respecto a la impunidad fueron fortísimos, la depuración del ejército, sobre los muertos, los desaparecidos… fue muy intenso. Las negociaciones se prolongaron dos años en lugar de uno, pero se consiguió.
Organizaciones de derechos humanos han acusado repetidamente al actual gobierno salvadoreño de fomentar medidas autoritarias y de empoderar al ejército más allá de sus funciones. ¿Teme que se destruya parte de lo que se logró con los acuerdos?
Hay un incumplimiento de los Acuerdos de Paz. El proceso de militarización que quiere hacer Bukele es contrario a lo que se pactó.
Ahí quedó claro que, en tiempos de paz, el ejército se tiene que reducir, pero él en cambio quiere duplicarlo hasta los 40.000 miembros.
Va haciendo que el ejército se inmiscuya más en funciones de seguridad pública, pese a lo mucho que costó independizar su función.
O como cuando se metió con militares en la Asamblea en febrero de 2020 (para presionar la aprobación de un presupuesto para su plan de control territorial). Eso es grave y muy delicado.
Los Acuerdos de Paz dieron pie a reformas para garantizar la división de poderes, pero el año pasado la Asamblea controlada por el partido de Bukele fue muy criticada por destituir a los jueces del Constitucional y al fiscal general. ¿Ve similitudes entre El Salvador actual y el de antes de los acuerdos?
Sí, hoy vivimos un momento muy difícil en El Salvador de retroceso.
Ahora vuelve a existir una evidente persecución contra algunas personas. Se ve con los periodistas que escriben cuestionando al gobierno, con las ONG a las que se investiga por los fondos que reciben. Es un clima de mucha tensión, de amedrentamiento.
Ahora están en riesgo garantías y derechos que se lograron con los Acuerdos de Paz, que nadie iba a ser perseguido y no se iban a vulnerar sus derechos civiles y políticos. Ahora lo estamos viviendo.
¿Qué pensó cuando Bukele calificó los acuerdos de “farsa”?
Que Bukele los critique es antihistórico e ignorante.
Como negociadora y firmante, ¿le duele que el gobierno haya anulado la conmemoración de los Acuerdos de Paz?
Es aberrante y nefasto, es el hecho de que a un país se le intente arrebatar su memoria histórica.
En la memoria quedará para siempre lo que ocurrió el 16 de enero, aunque Bukele no quiera y prefiera borrar la historia.
Todo es porque se mencionan las siglas de quienes firmamos ese acuerdo, y el gobierno actual prefiere lanzar campañas de odio y manipulación sobre lo que pasó.
El presidente de la Asamblea dijo que no había que conmemorar a quienes firmaron los acuerdos porque establecieron aquella polémica ley de amnistía con la que “se perdonaron sus pecados” durante la guerra.
El presidente Cristiani presentó en 1993 esa ley de amnistía, como de borrón y cuenta nueva, que duró hasta que en 2016 una Corte la declaró inconstitucional.
En 2020 se presentó una nueva ley pero las víctimas aún no se sentían representadas, por lo que el FMLN no la apoyó.
Bukele, por su parte, la vetó y se quedó empantanada. Ahora dicen que la Asamblea creará una comisión para investigar crímenes de lesa humanidad durante la guerra.
¿Y qué responde a Bukele cuando dice que la negociación se dio entre dos cúpulas y que no trajo beneficios al pueblo?
El pacto no fue entre los partidos Arena y FMLN, nosotros no queremos un protagonismo individual.
Fue entre el Estado salvadoreño y la fuerza representativa del pueblo, tal y como reconoció al FMLN-FDR la comunidad internacional a través de la Declaración Franco-Mexicana de 1981 que decía que no habría solución al conflicto sin salida política entre ambas partes.
Es importante recordar eso ante la narrativa de Bukele de que el pacto no sirvió para nada, que no tuvo importancia, que no hubo lucha del pueblo, como si una guerra se diera automáticamente sin causas previas.
Y es precisamente en ese ambiente de libertad que se consiguió en el que Bukele pudo crecer.
Ahora, en cambio, el gobierno celebrará en su lugar el Día de las Víctimas del Conflicto Armado al considerar que es a ellas a quienes hay que recordar. ¿No están de acuerdo en priorizarlas?
Bueno, los que nos rebelamos en el 81 éramos víctimas, pero lo que nosotros destacamos es el significado de estos acuerdos, y por los cuales todos pudimos desarrollarnos libremente. Y ahí van incluidas también las víctimas.
Su día debe ser una cosa solemne, exclusiva, tal y como organizaciones han pedido durante mucho tiempo para que sea celebrado el 30 de agosto.
Y aunque ellos (el partido de Bukele) tiene mayoría en la Asamblea, no lo han aprobado.
Vista la situación actual, ¿se necesita recuperar el clima de negociación y diálogo que hubo hace 30 años en El Salvador?
Por supuesto, porque a lo que vamos es a un clima de más y más confrontación.
Hay que respetar la institucionalidad y abrir procesos de diálogo y entendimiento para que se puedan superar los conflictos.
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