Patrimonio de Nepal sigue destruido a año del terremoto

La ciudad de Bakhtapur, la joya del patrimonio histórico nepalí, apenas ha sido capaz de limpiarse los escombros de encima un año después del terremoto que acabó con casi 9.000 vidas en  y hoy apila el patrimonio de la humanidad en montañas de ladrillos mientras su gente lucha por salir adelante.

Miles, millones de ladrillos se apilan geométricamente alrededor de los monumentos o de lo que queda de ellos en la Plaza Durbar de Bakhtapur, junto a imágenes de lo que fueron o lo que serán una vez se restauren, como si fueran el plano de construcción de un juego en un parque temático de Lego.

La que una vez fue una abrumadora muestra de arquitectura medieval "newary", con imponentes palacios y fastuosos templos, hoy ofrece una imagen más propia de las ruinas romanas del Mediterráneo o la Palmira siria arrasada por los yihadistas del Estado Islámico.

En uno de los pocos trabajos de empleados públicos en el día en que se conmemora un año de la tragedia de acuerdo con el calendario nepalí, efeméride que se cumplirá mañana según el calendario occidental, una pequeña cuadrilla de albañiles se apuraba en dejar preparado un pequeño foso geométrico.

Según dijeron a Efe, será el lugar donde el lunes el ministro de Cultura, Anand Pokhrel, colocará la primera piedra simbólica del lanzamiento oficial de la campaña de recuperación del patrimonio histórico del país.

En la otra esquina de la plaza, la ONG Nagar Hope Nepal trabajaba junto a la Cruz Roja Nepalí en una campaña de donación de sangre, ampliamente secundada.

"Es el aniversario del terremoto, el día en que la naturaleza nos golpeó, así que en recuerdo de aquellas personas (muertas) estamos haciendo este tipo de actividad", dijo a Efe Rabindra Suwal, encargado del operativo.

Pero lejos de las actividades de las ONG y de los escuálidos circuitos turísticos, los habitantes de Bakhtapur continúan su vida tratando de salir adelante en una realidad que para algunos empieza a enderezarse y para otros no termina de torcerse.

Asta Man Basukala, un granjero de 64 años, observa junto a varios familiares como una excavadora remueve el terreno en que ha empezado a reconstruir su casa.

Cuenta que tras el seísmo vivió tres meses en una tienda de campaña y después logró un sitio para alquilar temporalmente; al poco tiempo del seísmo vendió un arrozal que tenía para comprar una nueva vivienda, pero se topó con la burocracia.

"Solicité permiso a la oficina municipal, pero el ministerio no me lo permitió, así que tuve que esperar mucho", indicó, al afirmar que tardará otros seis meses en terminar la obra.

Mucha menos suerte tienen las alrededor de medio centenar de familias que aún siguen viviendo en el predio de una escuela convertida en un campamento con demasiados meses de vida como para seguir llamándole temporal.

Son nada más que una muestra de las 500.000 personas que perdieron sus casas y aún viven en campamentos, bajo toldos o cobertizos improvisados, y que apenas han recibido una pírrica cantidad de 15.000 rupias nepalíes (unos 150 dólares), o 25.000 (250) en el mejor de los casos, para comenzar el trabajo de recuperación de sus viviendas.

Bishnu Haya, de 40 años, vive en una construcción monstruosa de ladrillos, zinc y lona junto a otros tres miembros de su familia. Trabaja como sirvienta doméstica después de que la industria textil en la que trabajaba cerrara por culpa del terremoto.

"La casa quedó completamente destruida, tenemos que comprar una casa nueva y solo un miembro de la familia trabaja", explica resignada.

A pocos metros de ella, Shila Shahi, de 34 años, vive en un cobertizo de poco más de tres metros cuadrados junto con su hijo minusválido y su marido.

"La vida es muy dura aquí, hace demasiado frío en invierno y es demasiado sofocante el verano, no hay sanitarios, no hay agua", resumió delante de una silla de ruedas anclada en la endeble pared.

En medio de tanta desesperación, Sarawati Koju, de 31 años, aún recuerda el día en que ella tuvo que salir con su hija a la carrera pensando que su casa se le iba a caer encima y matarla.

Está alegre de haber sobrevivido, pero al ser preguntada sobre el Gobierno dijo que sólo recibió 15.000 rupias para comenzar una nueva vida.

"Las gastamos en láminas de zinc y en ropa caliente para el cobertizo", explicó. EFE

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