¿Por qué los dictadores construyen rascacielos?
¿Por qué los dictadores construyen rascacielos?
Redacción EC

El Hotel Ryugyong se alza sobre la capital de Corea del Norte, Pyongyang, como una pirámide de hormigón de 105 pisos que ha recibido alternativamente el nombre de Hotel de la Perdición y el "peor edificio de la historia del mundo". La construcción comenzó en 1987, se detuvo cinco años después y luego se reanudó en 2008. El exterior finalmente se terminó pero, según algunos informes, el hotel todavía no está abierto.

Es el tipo de edificio que solo un dictador podría amar.

Los politólogos hace mucho que hablan de la propensión de los gobernantes autocráticos a construir "elefantes blancos", proyectos de construcción costosos y en la práctica inútiles. Sin embargo, cuantificar la relación entre el poder concentrado y los rascacielos construidos por vanidad presenta un problema difícil: no todas las autocracias son iguales, ni tampoco los son todos los despilfarros.

En un documento de trabajo publicado el mes pasado, dos investigadores de la Universidad de Oslo propusieron una solución inteligente, relacionando una base de datos de rascacielos terminados con un mecanismo para asignar puntajes a los gobiernos de acuerdo con la época, el país y la medida en que el poder político está en manos del pueblo.

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Después de controlar por población, ingresos, urbanización y otros factores, los investigadores descubrieron que las autocracias duras construyen en promedio 1,6 más rascacielos por año que las democracias de alta calidad. Al hacer los cálculos de otra manera, se puede prever que los peores dictadores construyan 150 metros adicionales de rascacielos por año. Aunque no todos los rascacielos construidos por regímenes autoritarios son elefantes blancos, el estudio concluyó que las autocracias son más propensas a construir edificios altos incluso sin un incentivo económico claro.

"Puede que simplemente crean que el edificio es lindo o puede que el edificio tenga la capacidad de darles un lugar en la escena internacional", dijo Haakon Gjerlow, estudiante de doctorado y autor principal del estudio. Otra alternativa es que haya una relación entre los dictadores y la corrupción. "Ellos pueden adjudicar valiosos contratos de construcción a sus aliados en el sistema", dijo Gjerlow.

El modelo no se diseñó para definir por qué los países construyen edificios específicos. El objetivo, dijo Gjerlow, era eliminar factores como la densidad de población y la riqueza relativa como modo de aislar el papel que tiene un gobierno en emprender la construcción de rascacielos. Esa distinción permite a los investigadores realizar algunos experimentos interesantes.

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Las autocracias son más propensas a construir rascacielos en países que no han experimentado el tipo de urbanización que tradicionalmente lleva a la construcción de alta densidad, según la investigación. Los hombres fuertes también son más propensos a construir lo que Gjerlow llama metros de vanidad, edificios con pisos deshabitados u otras estructuras destinadas a aumentar la altura del edificio sin añadir funcionalidad tradicional.

Aun cuando las torres gigantescas encargadas por los autócratas no resulten ser buenas inversiones, hay otros argumentos para construir edificios altos. Un rascacielos puede ser un medio para elevar el perfil de un país en la escena mundial o efectuar un llamado a la urbanización. "Tal vez los líderes tuvieron una estrategia de desarrollo", dijo Gjerlow sobre los dictadores que amplificaron el auge de la construcción de torres. Podría haber un beneficio económico más amplio en pagar para que se construya un edificio alto que no está representado en lo inmediato por las tendencias de población estudiadas por los sociólogos. "Si eso es así", señaló, "los autócratas tienden a usar esa estrategia más que las democracias".

Fuente: Bloomberg

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