Escena en un centro de vacunación en la escuela London Middle School de Wheeling, Illinois. (Foto: AP/Nam Y. Huh)
Escena en un centro de vacunación en la escuela London Middle School de Wheeling, Illinois. (Foto: AP/Nam Y. Huh)
Agencia AP

En Tennessee y Carolina del Norte la demanda de vacunas contra el bajó tanto que están devolviendo millones de dosis al gobierno nacional, a pesar de que menos de la mitad de su población ha sido vacunada.

Mississippi, el estado menos vacunado del país, está pasando parte de sus existencias a Maine, uno de los estados con tasas de inmunización más altas. En todos los estados las autoridades sanitarias se afanan por usar sus dosis antes de que expiren.

Estados Unidos tiene un excedente de vacunas cada día más grande, con fechas de expiración cercanas y una demanda baja, mientras que el mundo en desarrollo pide a gritos por más dosis para contener nuevos brotes del virus.

Premios a veces millonarios, cerveza y marihuana gratis, rifas de rifles de caza y otros incentivos no logran borrar las dudas de muchos que han decidido no vacunarse, planteando la preocupación de que tarde o temprano habrá nuevos brotes.

Semana tras semana aumenta la cantidad de dosis acumuladas. Oklahoma tiene 800.000 y vacuna a solo 4.500 personas por día. Cuenta además con 27.000 dosis de las vacunas de Pfizer y Moderna que expirarán a fin de mes.

Millones de dosis de la vacuna de Johnson & Johnson iban a expirar a fin de mes antes de que el gobierno extendiese otras seis semanas su fecha de vencimiento, pero algunos funcionarios dicen que será difícil usarlas todas para cuando venza ese nuevo plazo.

“No podemos permitir que expiren las dosis. Sería inaceptable, dada la necesidad de vacunarse que hay en algunas comunidades y la enorme desigualdad en la distribución de vacunas a nivel mundial”, expresó la doctora Kirsten Bibbind-Domingo, directora de epidemiología y bioestadísticas de la Universidad de California (San Francisco).

Estados Unidos registró un promedio de 870.000 vacunas diarias al final de la semana pasada, una cifra muy por debajo de los 3,3 millones diarios de mediados de abril, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (conocidos como CDC, por sus siglas en inglés).

El presidente Joe Biden quiere que el 70% de la población adulta de Estados Unidos haya recibido al menos una vacuna para el 4 de julio. Pero es posible que no se cumpla ese objetivo. Hasta el viernes había sido vacunada el 64% de la población mayor de 18 años, de acuerdo con los CDC.

Algunos estados, especialmente los del noreste, ya vacunaron al 70% de los adultos, mientras que sitios como Mississippi y Alabama ni se acercan a esa cifra.

El gobierno dijo que planea compartir 80 millones de dosis con otros países para fines de junio y comprar 500 millones más de la vacuna de Pfizer para donarlas a los 92 países de menores ingresos y a la Unión Africana el año que viene.

Maine y Rhode Island, dos estados con mucha demanda de vacunas, recibieron 32.400 dosis de Mississippi, donde solo el 35% de la población recibió la primera dosis. Mississippi devolvió otras 800.000 dosis al gobierno central. La demanda de vacunas bajó sustancialmente respecto a diciembre y esta semana se aplicaron apenas 14.000 dosis.

Entre quienes no quieren vacunarse figura Benjamin Schlink, de Pearl, Mississippi, quien dice que se siente lo suficientemente saludable como para resistir el virus.

“No me preocupo, todo está en manos de Dios”, afirmó. “Si Dios quiere que te contagies, te contagiarás”.

Gayle Charnley, de 69 años, dijo que algunos vecinos le dicen que debe vacunarse, pero ella no piensa hacerlo. “Obligan a la gente a vacunarse lo más rápido posible, cuando no sabemos el efecto de la vacuna a largo plazo”, sostuvo.

Se han aplicado cientos de millones de dosis a nivel mundial, con estrictos controles, y los riesgos parecen ser mínimos.

La demanda es particularmente baja para la vacuna de J&J, que requiere solo una dosis, es fácil de almacenar y parecía muy prometedora. Sin embargo, su asociación con posibles coágulos sanguíneos y una contaminación en un laboratorio de Baltimore generaron mucha resistencia.

Bibbins-Domingo dijo que, en vista de que muchas partes del mundo están desesperadas por dosis, Estados Unidos tiene el deber moral de no desperdiciar la fórmula de J&J, que es particularmente útil en zonas remotas, entre los indigentes y en comunidades rurales.

“Hay que asegurarse de que esas dosis llegan a la gente que las necesita”, afirmó.

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