
Donald Trump vuelve a la Casa Blanca teniendo mayoría en la Cámara de Representantes, en el Senado, con jueces conservadores en la Corte Suprema y siendo el líder innegable del Partido Republicano. En las elecciones de noviembre no solo ganó el Colegio Electoral, sino también el voto popular, así que empieza su segundo mandato empoderado. En estos meses ya ha marcado la cancha de cuáles serán sus prioridades, con anuncios y advertencias sobre la inminente guerra comercial que se avecina, el control de la inmigración y el devenir de los conflictos geopolíticos y económicos.
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Sin embargo, Trump sabe que el tiempo que tiene para establecer su agenda es corto: apenas dos años. Hay una tendencia que se repite desde 1978: ningún partido que ha ganado la Casa Blanca repite el plato en las elecciones legislativas de medio término. Le pasó a Clinton, Bush, Obama, y al propio Trump en el 2018. La polarización cada vez más agudizada muestra que los electores estadounidenses apuestan por un partido en las presidenciales, pero se van a la otra orilla cuando viene la renovación del Congreso.
Y como ya sabemos, cualquier movimiento que hagan los presidentes siempre será en función de su base electoral. En el caso de Donald Trump -que genera amores y odios con la misma intensidad- no hay algo que busque más como el apoyo incondicional de sus seguidores. Trump, no es exagerado decirlo, ya entró en la historia. Queda ver cómo termina este segundo capítulo.
1. ¿Quiénes serán los amigos y los “menos amigos” de Trump en este nuevo mandato?
Francisco Sanz
Editor de la sección “Mundo”
Con Trump distingamos entre países y personajes. Gran Bretaña fue, es y será el mayor aliado de EE.UU., por más que esta vez no parezca haber mucha química con el primer ministro Keir Starmer. Si de líderes europeos afines hablamos, la primera ministra italiana Giorgia Meloni -que también ha hecho muy buenas migas con Elon Musk- aparece en primerísima línea, compartiendo la mesa de afectos con los primeros ministros de Hungría y Polonia, Viktor Orban y Donald Tusk.
¿Y Francia y Alemania, las dos ruedas mayores de la UE? Hay cierta tirantez con el presidente galo Emmanuel Macron, a quien ya conoce Trump de su primer mandato y con quien ha chocado más de una vez. El canciller germano Olaf Scholz está de salida y ni por asomo tiene la envergadura de Angela Merkel, quien era la única líder del bloque en poner mala cara y freno a algunas propuestas extremas del líder republicano hace años.

En nuestro continente, no hay duda de que el romance ideológico con el jefe de Estado argentino Javier Milei va viento en popa, y habrá que ver si sube de nivel y arrastra a más líderes de la región. Algo chamuscada entra la relación con los mandatarios de México y Canadá, los dos vecinos de EE.UU., por las amenazas de Trump en las últimas semanas. Pero Justin Trudeau ya tiene fecha de caducidad y Claudia Sheinbaum, por ahora, le pone paños fríos a la fiebre trumpista.
No hay enemigo más declarado para EE.UU. que Irán, con el ayatolá Ali Jamenei y sus autoridades hablando siempre del Gran Satán. Eso no cambiará un ápice con Trump al frente. Da curiosidad saber, sin embargo, cómo irán las cosas con el líder norcoreano, Kim Jong-un, con quien se reunió en su primer período; y con el presidente ruso, Vladimir Putin, a quien ha hecho algunos guiños de simpatía en el pasado y con quien debe resolver la cuestión de la guerra en Ucrania.
La expectativa mayor está puesta en la relación con China. Marco Rubio, secretario de Estado entrante, ha sido durísimo con el gigante asiático en los últimos días, pero Trump mantuvo el viernes último un diálogo telefónico con el presidente Xi Jinping y dijo que ambos “harán todo lo posible para que el mundo sea más pacífico y seguro”. Con aranceles y guerra tecnológica y comercial de por medio.
2. Bajo la era Trump habrá una relación mucho más cercana entre Estados Unidos e Israel. ¿Esto que podría significar para el destino de los palestinos en la Franja de Gaza y Cisjordania?
Farid Kahhat
Analista internacional
El primer gobierno de Trump fue particularmente cercano a Israel. Reconoció las anexiones ilegales de Jerusalén Oriental y las Alturas del Golán pertenecientes a Siria, trasladó la sede de la embajada estadounidense a Jerusalén Oriental, dejó de hablar de territorios ocupados en los informes del Departamento de Estado, eliminó la ayuda para la Agencia de la ONU para los refugiados.
Ahora, su presunto plan de paz, según relató el columnista Thomas Friedman en “The New York Times”, consistió en preguntarle a Benjamin Netanyahu qué quería para una posible solución. Netanyahu le pidió el 30% de Cisjordania. Trump, sin consultar con los palestinos, formuló su propuesta, pero Netanyahu se echó para atrás porque tenía sectores extremistas en su gabinete que no apoyaban el plan de tener solo el 30% de Cisjordania.

Por otro lado, como Trump es percibido como alguien proisrarelí, también tiene la capacidad de ejercer presión sobre el primer ministro Netanyahu, como se vio en el acuerdo de cese al fuego con Hamas. Según el diario israelí “Haaretz”, fue el enviado de Trump quien le exigió a Netanyahu que firme el cese del fuego pues él ya había dicho que quería un fin de la guerra, en parte porque quiere destinar la atención y los recursos de su gobierno a temas de política interna, y porque en términos de seguridad exterior su prioridad es China. Pero eso no sería un cambio de giro en contra de los intereses israelíes, porque no sorprendería que a cambio le permita a Israel anexar partes de Cisjordania.
3. Todo apunta a que Trump dejará a Ucrania a su suerte en la guerra con Rusia. ¿Se apartará de la OTAN? ¿Tendrá un acercamiento con Putin?
Carlos Novoa
Analista internacional
Trump al inicio de su gobierno va a querer tener una serie de golpes mediáticos importantes. Entonces, una eventual reunión con el presidente ruso, Vladimir Putin, tendría mucha atención mundial. Una imagen de ambos conversando o impulsando algún tipo de acuerdo para frenar la guerra entre Ucrania y Rusia, algo que lleva casi tres años y que el gobierno de Biden no ha podido solucionar, sería muy importante para él. Trump ya se ha reunido con Putin en su anterior gobierno y ha intentado mostrar que tiene un tipo de acercamiento especial con él, y esto lo hace para ponerse en una dimensión diferente de lo que es un estadista e indicar que él sí puede solucionar las cosas.

Ahora bien, sobre la resolución de la guerra, para la administración Trump no es realista pensar que Ucrania pueda recuperar todas las fronteras previas a la invasión rusa, ocurrida en febrero del 2022. Esto es un indicativo de por dónde va a presionar Trump a Ucrania, pues el gobierno de Trump no va a querer pelearse con Putin, y Putin sabe que puede tener un acercamiento especial con Trump, en el marco de esta disputa geopolítica entre EE.UU. y Rusia.
4. Uno de los principales temas de campaña de Trump ha sido su crítica furibunda contra la inmigración. ¿Realmente podrá realizar las deportaciones masivas que ha prometido? ¿Cómo se prevé su relación con el gobierno de Claudia Sheinbaum, a quien ya amenazó con una guerra comercial?
Fausto Carbajal Glass
Senior Advisor en riesgo político en Miranda Partners
Ciertamente la relación bilateral entre México y Estados Unidos durante una segunda administración Trump girará en torno a tres temas críticos: seguridad, migración y aranceles. Y sería un error de cálculo no expresar preocupación por las tensiones que se pudieran generar entre ambos países a raíz de estos temas. Dicho sea de paso, estas tensiones no podrían ser menos oportunas para América del Norte, especialmente a la luz del contexto internacional, es decir, en medio de una transición geopolítica global, la competencia estratégica EUA-China, el desacoplamiento tecnológico y la relocalización en las cadenas de suministro.

Sin duda, en el peor de los escenarios las relaciones comerciales podrían sufrir dislocamientos significativos debido a la amenaza de aranceles, lo que afectaría a ambas economías dada la posición de México como principal socio comercial de Estados Unidos. No obstante, también está la posibilidad de que el pragmatismo de Trump reconozca la profunda interdependencia económica entre ambos países, aunque este pragmatismo no deja de ser inestable y, por lo tanto, pueda cambiar a lo largo de su segundo mandato.
Por otra parte, uno de los puntos más delicados es también el tema de las deportaciones masivas, que podrían agotar significativamente los recursos de México, particularmente en lo que respecta a la deportación de los inmigrantes no mexicanos.
Es importante señalar que el gobierno de Donald Trump también enfrentará obstáculos y resistencias que van desde legales, de recursos humanos e infraestructura, para llevar a cabo el plan de deportación masiva de alrededor de 11 millones de migrantes irregulares en Estados Unidos. Un número de deportaciones más realista se acerque al millón, cifra que rozó durante su primera administración.
También está el costo económico. Concretamente, deportar a 1 millón de inmigrantes por año supondría un costo anual de US$88 mil millones, de acuerdo con un informe de American Immigration Council en octubre de 2024. La infraestructura también será un desafío pues en Estados Unidos no se cuentan con los espacios suficientes para alojar a los migrantes mientras se procesa su salida del país. Además, tampoco cuenta con el personal migratorio suficiente.
Una estimación realizada también por el American Immigration Council, mantiene que deportar a todos los migrantes en situación irregular implicaría para el PIB de Estados Unidos una reducción de entre el 4.2 y el 6.8%, solo equiparable con la reducción de 4.3% de la economía de dicho país durante la recesión en el 2008.
5. ¿Cómo será la relación de la administración Trump con América Latina? ¿La región seguirá teniendo una importancia marginal para Estados Unidos?
Shauna Gillooly
Experta en Relaciones Internacionales y docente del Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile
De alguna manera, sí. Pero hay dos problemas que pueden provocar tensiones en América Latina y que podría traer más atención desde Estados Unidos. La primera es la política pública que la nueva administración va a intentar implementar respecto a la inmigración y las deportaciones. Ahí podemos ver la posibilidad de tensiones entre varios países en la región y EE.UU., sobre todo con México, pero igual puede tener un efecto para los países en Centroamérica y el norte de América del Sur.
El segundo punto es la posibilidad de que Trump intente salirse de los tratados de libre comercio que EE.UU. mantiene con varios países en América Latina. Es importante notar que no está precisamente claro qué puede hacer legalmente con respecto a la inmigración y el comercio, pero son dos aspectos que pueden provocar tensión.
6. Trump ha declarado a China como su principal rival. ¿La guerra comercial que pondrá en marcha es estratégicamente viable? ¿Podrá golpear realmente la economía china y neutralizar su avance?
Carlos Aquino
Director del Centro de Estudios Asiáticos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
El propio Trump empezó la guerra comercial en el 2018 poniendo aranceles, y eso se ha mantenido con Biden. La subida de aranceles se va a dar, pero que puedan elevarse mucho más es un tema para discutir, porque si lo sube demasiado el golpe no solo se recibiría en China, sino los perjudicados serían los propios consumidores de EE.UU. y la inflación aumentaría porque mucho de los productos que compra Estados Unidos solo se producen en China. La guerra comercial es viable, pero tiene un límite. Es probable que Trump quiera obtener concesiones, elevar los aranceles y esperar a que China le abra más el mercado, es una herramienta de negociación. Una de las razones por las que Trump ganó las elecciones es porque los estadounidenses estaban muy descontentos con los altos precios, y no creo que Trump quiera llegar a eso.

La guerra comercial de hecho va a afectar la economía china, pero neutralizar su avance no es tan fácil. Por ejemplo, se restringió la venta de alta tecnología de EE.UU. a China. Si no hubiera ninguna guerra comercial, China tendría los chips más avanzados del mundo, que ahora los tiene Taiwán y Corea del Sur, pero esto ha motivado a los chinos a invertir en su propia tecnología. La industria china tiene una gran versatilidad, su avance es incontenible, y Estados Unidos no la va a neutralizar, quizá retrase su avance, pero ellos van a redoblar el esfuerzo para ser independientes de las tecnologías extranjeras.