(Foto: AP)
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Virginia Rosas

¡Qué casualidad! Apenas fracasaron las tan anunciadas redadas en masa contra los ilegales en una docena de grandes ciudades de que –según – permitirían expulsar a dos mil inmigrantes, el presidente estadounidense se lanzó con otro golpe efectista: una serie de insultos xenófobos y racistas contra cuatro congresistas mujeres, del Partido Demócrata, a quienes instó a volver a sus países “cuyos gobiernos son los más corruptos e ineptos del mundo”.

Hay que admitir que logró su cometido ese domingo 14: tornar el foco de atención sobre él y su particular estilo para azuzar el odio entre sus conciudadanos.





Aunque no mencionó sus nombres en los incendiarios tuits, resulta evidente que se refería a las cuatro congresistas de ‘la brigada’, el grupo compuesto por Alexandria Ocasio-Cortez, de 29 años, de origen puertorriqueño, nacida en el Bronx y la más joven diputada de la historia de Estados Unidos; Ilhan Omar, nacida en Somalia y representante de Minnesota; Ayanna Pressley, afroamericana congresista de Massachusetts; y Rachida Tlaib, representante de Michigan de origen palestino, nacida en Estados Unidos. Adónde quiere que regresen es una incógnita, porque tres de ellas nacieron en Estados Unidos al igual que él. Lo que las diferencia es que no son blancas.

El miércoles en Greenville, Carolina del Norte, durante un mitin para la reelección del próximo año, quedó claro que su eslogan para la campaña será la de los supremacistas blancos. “Envíenla de vuelta” (“Send her back”) fue la frase que hizo corear a la multitud refiriéndose a Omar y a su país de origen, Somalia, a quien ha convertido, desde hace algunos meses, en objetivo de una cruzada de odio y desinformación –similar a la que emprendió en su tiempo sobre el lugar de nacimiento de Obama– que incluye acusaciones de simpatía con el Estado Islámico. 

Cierto es que el multimillonario viene acumulando fracaso tras fracaso. No solo porque su mentado muro en la frontera con México no se levantará, pues el Congreso no le acordó los fondos, ni porque sus redadas fueron infructuosas porque los alcaldes aconsejaron a los ilegales que se quedaran en sus casas –ya que allí no los podían detener sin orden judicial– y porque los policías municipales se negaron a participar en las redadas. Tampoco prosperó su intento de vincular el censo con la nacionalidad, pues la Corte Suprema no se lo permitió.

Tal parece que Trump, lanzando insultos nunca antes escuchados contra representantes elegidos, pretendía también acrecentar las divisiones entre centristas e izquierdistas en el seno del Partido Demócrata, pero en este caso logró lo contrario. Con Nancy Pelosi a la cabeza, los demócratas se solidarizaron y cerraron filas con las cuatro congresistas aludidas. “Su proyecto de restaurar la grandeza de Estados Unidos ha sido siempre el de devolvérselo a los blancos… Es repugnante”, afirmó Pelosi.

Divide et impera”, dicen que decía Julio César para mantenerse en el poder. Con el “Lock her up” (“Enciérrenla”), que en el 2016 gritaba contra Hillary Clinton, imperó la misoginia. Pero en esta campaña hay que asegurarse el voto de los supremacistas blancos. “Send her back” muestra el discurso de odio que promoverá Trump para quedarse en la Casa Blanca.

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