Habitantes de Guantánamo piden a EE.UU. devolver el territorio

(AFP). Jorge Frómeta duerme en pero suele despertarse con el himno de Estados Unidos. Si no lo oyera, ni recodaría que está en , el territorio en disputa con "los americanos" donde soplan con menos fuerza los vientos de reconciliación.

A días de que realice la primera visita de un mandatario estadounidense a La Habana en 88 años, Guantánamo es un testigo lejano e incómodo de este gesto histórico.

Desde hace un siglo, Estados Unidos ejerce soberanía en un área de 117 km2 -la mayoría mar- de esta provincia cubana de zonas áridas, distante a 970 km de La Habana y donde el sol castiga todo el año. 

Allí ondea la bandera de barras y estrellas, pero sobre todo opera la base militar que devino en la temible cárcel de Guantánamo

Frómeta, un jubilado de 68 años, vive en Caimenera, uno de los dos pueblos "fronterizos" con la base -el otro es Boquerón-, donde los cubanos se mueven con un permiso especial y deben esperar el visto bueno de las autoridades para recibir visitas "externas". 

"En Caimanera se vive tranquilo, esa base naval no nos preocupa. Hay veces que en un tiempo bien largo ni te acuerdas que existe, otras escuchas en las mañanas el himno de Estados Unidos y entonces te percatas que estás a 90 milímetros de la base", declaró a la AFP.

Cuba está a 90 millas náuticas (170 km) de la costa estadounidense, pero Frómeta y los demás habitantes de Caimanera (de unos 11.000 en total) viven a dos kilómetros. El gobierno comunista declaró a los dos poblados como "zona de alta sensibilidad para la defensa" en el contexto de la Guerra Fría. 

Frómeta, un ex inspector de seguridad marítima, nació en Guantánamo pero se mudó a Caimanera en 1994. Después de tantos años de vecindad forzada, enfatiza, pocos reparan en la cercanía con "los americanos".

"La gente entra y sale y a veces ni mira para allí (la base). Es que ya uno está acostumbrado", dice a la AFP mientras pasea por su ciudad de origen.

Cuba pide a gritos que le devuelvan el pedazo de territorio que ocupa la base y que cedió en "arriendo" a Estados Unidos tras la guerra independentista contra España. Pero nada hace pensar que su otrora enemigo de la Guerra Fría quiera devolvérselo.

Barack Obama, que presiona infructuosamente al Congreso por el fin del embargo sobre la isla y la clausura de la prisión donde permanecen 91 sospechosos de los ataques del 11-S, nunca tuvo en sus planes devolver Guantánamo.

Los guantanameros describen el área estadounidense como si fuera un miembro amputado. A diferencia de otras ciudades, no hay ni banderas ni otros símbolos estadounidenses y hace apenas dos años que los lugareños pueden ir en vehículo hasta el mirador de La Gobernadora.

Desde allí se divisan los hangares del aeropuerto militar, ubicado a la izquierda de la boca de la bahía y, en el extremo opuesto, algunas instalaciones rodeadas de árboles de carboneros, marabú y manglares.

"Lo que queremos es que cierren la cárcel y nos devuelvan la base. Vamos a confiar en la buena voluntad de Barack Obama", dijo María, una empleada de la empresa eléctrica local.

LOS ÚLTIMOS CUBANOS EN LA BASE
Durante casi cuatro décadas, Rodi Rodríguez, un cubano de 84 años, trabajó en varios oficios en la base estadounidense. Hoy forma parte del grupo de 50 pensionados de ese enclave. Los dos últimos se jubilaron en 2013.

Cada mes, este hombre, que todavía camina erguido, llega hasta el último punto del lado cubano en compañía de un oficial, un intérprete (aunque él hable inglés) y un pequeño grupo de militares. A unos pasos de la línea fronteriza está una funcionaria estadounidense, que aguarda "la invitación" verbal para que pase a territorio cubano. 

Allí le entrega un sobre con 34 mil dólares para que los deposite en el banco de Guantánamo. "Me entregan la bolsa en una pequeña oficina adornada con banderas de los dos países, y salgo de ahí con la bolsa hasta el banco (cubano) en Guantánamo. El proceso es fotografiado", relató Rodríguez a la AFP.

El ex empleado recuerda que siempre tuvo una buena relación con sus jefes estadounidenses, sobre todo con los militares. "Nunca ofendí a nadie. Me lleve bien hasta con los contrarrevolucionarios cubanos que trabajaban en la base y que después migraron a Estados Unidos", evoca.

Aun así se declara un convencido de la causa cubana por la devolución de Guantánamo.

"¿Cómo se sentirían los americanos si nosotros en la Bahía de Houston pusiéramos una base naval? Así nos sentimos nosotros", dijo Rodríguez, quien se jubiló en 1986 y recibe una pensión de más de 1.000 dólares (cien veces más que la del promedio en Cuba).

Este anciano de voz grave, que ya no fuma ni bebe, recuerda que a diario entraba y salía de la base estadounidense y que muchas veces era llamado "gusano" (contrarrevolucionario) por los comunistas de Guantánamo.

Ya sin la tensión de otros tiempos, en los que incluso se oían sirenas que advertían sobre el riesgo de una invasión estadounidense que nunca se concretó, Rodríguez espera sin mayor entusiasmo la visita de Barack Obama a la lejana Habana.

"De la visita espero muy poco, mientras que el Congreso no apruebe lo que él propone. Los presos de la base naval todavía están ahí, no ha podido cerrar la prisión", agregó.

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