
Alemania, la economía más importante de la Unión Europa y que hasta hace algunos años lideraba salvatajes financieros, está en una situación más que complicada, con unos números preocupantes y una división interna acuciante. El domingo 23 de febrero, los alemanes irán a las urnas en unas elecciones que se adelantaron -algo inédito en el país- y que, seguramente, serán el corolario de la gestión del socialdemócrata Olaf Scholz.
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Si bien el actual canciller es el candidato del SPD (el Partido de la Social Democracia alemana, que se sitúa en la centroizquierda), sus opciones de ganar las elecciones están disminuidas. Por lo menos, así lo señalan las encuestas, que le dan un 16% de apoyo, mientras el bloque conservador de la alianza demócrata cristiana CDU-CSU, con Friedrich Merz a la cabeza, sigue arriba con el 30% de los votos, seguido de la ultraderecha de Alternativa por Alemania (AfD) con 20%, de acuerdo con el Politbarometer del canal ZDF.
Los números señalan que Merz podría liderar el próximo gobierno, pero no alcanzaría la mayoría suficiente por lo que tendrá que armar coaliciones, algo habitual en la política alemana, pero que mantendría en suspenso el resultado final.
La salida anticipada de Scholz -que nunca pudo conseguir los niveles de popularidad que tuvo Angela Merkel- se explican por la falta de acuerdos políticos dentro del gobierno sobre cómo enmendar el rumbo económico del país, agobiado por la recesión, la desindustrialización, la burocracia europea, la crisis energética causada por la guerra en Ucrania, la crisis del sector automotriz (uno de sus baluartes) y la falta de innovación. Factores que se estaban cocinando durante la era Merkel, pero que terminaron explotando tras la pandemia.
A inicios de noviembre, el canciller cesó a su ministro de Finanzas, Christian Lindner, lo que provocó la ruptura de la coalición tripartita. La socialdemocracia gobernaba junto a los ecologistas del Partido Verde y los liberales, en lo que se conocía como la alianza semáforo (rojos, verdes y amarillos). Lindner, liberal, proponía disminuir el gasto público y suavizar las regulaciones climáticas, mientras que los socialdemócratas querían invertir más en gastos sociales para así alentar el consumo. Diferencias entre el día y la noche que finalmente terminaron por implosionar la coalición, provocando que Scholz perdiera el voto de confianza en el Parlamento y se convocara a elecciones anticipadas.

“La situación en el gobierno tripartito era insostenible y había grandes diferencias, sobre todo en cuestiones presupuestarias”, comenta a El Comercio el periodista Andreu Jerez, de la cadena Deutsche Welle.
- El jueves 13, un afgano solicitante de asilo arremetió contra una multitud en Múnich dejando a 36 personas heridas, dos de ellas en estado crítico.
- En enero, otro afgano en situación irregular y con problemas psiquiátricos atacó con un cuchillo un parque infantil en Aschaffenburg. Murieron dos personas.
“El principal error de esta coalición es haber sido un gobierno desunido, incapaz de tener un equilibrio interno. El gobierno tripartito ha sido inédito en la República Federal de Alemania, pero los tres partidos son, ideológicamente, muy diferentes entre ellos”, agrega.

Para Claudia Zilla, investigadora senior de la Fundación Ciencia y Política de Berlín, hay factores estructurales que también llevaron al fracaso del gobierno. Uno de ellos, la fragmentación política que ya no hace factible que se forme una coalición estable con dos partidos, como era antes. “Además, los liberales se volvieron cada vez más conservadores pese a estar en una alianza con partidos que son más de centroizquierda, como los verdes y los socialdemócratas. Entonces ahí teníamos un problema estructural e ideológico”, explica a este Diario.
Industrias en crisis
Scholz no la ha tenido fácil. Cuando el país se venía recuperando de la pandemia, la guerra en Ucrania cambió el juego. El gas ruso, que era la principal fuente de energía, dejó de llegar al país y debió reemplazarse por combustible noruego o qatarí. Los costos de producción aumentaron acentuando un enfriamiento económico que los expertos ya venían anunciando años atrás.
“Alemania atraviesa la fase de estancamiento más larga desde la posguerra y se está quedando considerablemente rezagada en comparación internacional”, explicó a France 24 Timo Wollmershauser, responsable de previsiones del instituto de investigación económica IFO.
- Desde el inicio de la invasión rusa, en el 2022, Alemania ha recibido alrededor de 1,2 millones de ucranianos.
- Tras la política migratoria del 2015, viven en Alemania alrededor de 3,5 millones de refugiados.
Así, la industria manufacturera tuvo una caída del 3% en el 2024 y la industria automotriz, uno de los motores de la economía alemana, también está en declive, con un retroceso del 10% y con Volkswagen anunciando el cierre de tres fábricas en el país, agobiado por la competencia de China que viene invirtiendo mucho en el mercado de los vehículos eléctricos.
Si a todo esto se le suma la imposición de aranceles desde Estados Unidos al acero y el aluminio europeo, el panorama para la economía alemana está lejos de ser elocuente, lo que repercutirá, sin duda, en el resto del bloque comunitario.
“Las amenazas de Trump y los aranceles que se vienen a un país cuya principal base económica han sido las exportaciones van a tener un impacto muy importante en la economía alemana”, remarca Jerez.
Por ello, no es de extrañar que la economía sea una de las principales preocupaciones del electorado alemán, junto con la seguridad como reacción a la inmigración y la guerra en Ucrania. “Los desafíos son cada vez más grandes, también estructuralmente. Pero lo que sí observo con bastante preocupación es un proceso de securitización, pues todos los temas se ven a través del lente de la seguridad, y eso también está llevando a una militarización, incluyendo un relevante aumento de la producción y exportación de armamento”, refiere Zilla.
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Justamente, las encuestas señalan que la AfD se convertirá en la segunda fuerza política del país, reforzando el temor europeo de que la ultraderecha se vuelva relevante e influyente en Alemania. Aunque Merz ha dicho de todas las formas que no pactará ninguna coalición con AfD, la promesa podría esfumarse si las circunstancias lo obligan. Recientemente, se aprobó una ley, apoyada por la ultraderecha, que pone más restricciones a la inmigración, una decisión que generó una ola de protestas en el país pues puso de manifiesto que el “cordón sanitario” que impide pactar con ese sector político podría hacer agua.
“La principal fuente de descontento que está alimentando el voto de protesta por AfD es la recesión económica y el empobrecimiento paulatino de la población, sobre todo de las clases bajas, el miedo de la clase media a perder su bienestar”, señala Andreu. Y concluye: “Alemania sigue siendo un país rico, pero la crisis económica es estructural. Alemania, como potencia, está en un momento de crisis existencial”.
El Banco Central Alemán, el Bundesbank, ha previsto un crecimiento para este año de apenas 0,2%. Si se quiere ver el vaso medio lleno, sería una mejoría. La realidad es que los rieles de la locomotora de Europa parecen seguir oxidándose.