Muchos no comen ni beben por miedo a tener que ir al baño. No porque no haya servicios, sino porque no quieren perder su turno. (Foto: ED RAM)
Muchos no comen ni beben por miedo a tener que ir al baño. No porque no haya servicios, sino porque no quieren perder su turno. (Foto: ED RAM)
BBC News Mundo

Muchos esperan parados en silencio. Cuando algunos se intentan colar, estallan las discusiones. Algunos de los que están en fila tienen más de 80 años.

Llevan haciendo cola la mayor parte del día. Muchos no comen ni beben por miedo a tener que ir al baño. No porque no haya servicios, sino porque no quieren perder su turno.

Este es uno de los puestos de control en el frente de batalla de que limita con la zona controlada por rebeldes rusos. Unos 30.000 civiles cruzan la línea de contacto todos los días.




"¿No puede ver? ¡La gente se está muriendo aquí!", me dice una de las mujeres en la fila.

No está hablando en sentido figurado.

Desde diciembre, 18 civiles, casi todos ancianos, se han desplomado y muerto cruzando la línea del frente, según reportó en abril la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa). (Foto: ED RAM)
Desde diciembre, 18 civiles, casi todos ancianos, se han desplomado y muerto cruzando la línea del frente, según reportó en abril la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa). (Foto: ED RAM)

Desde diciembre, 18 civiles, casi todos ancianos, se han desplomado y muerto cruzando la línea del frente, según reportó en abril la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa). La mayoría de las muertes fueron por complicaciones cardíacas.

Otros en la cola se caen o desmayan. Algunos cruzan la línea para visitar a familiares.

Pero la mayoría espera para cumplir un engorroso pero necesario trámite: recoger sus pensiones.

Ancianos entre minas y disparos

Decidí viajar hasta la línea del frente para investigar más.

Hay cinco puestos de control en los territorios orientales respaldados por -cuatro en la región de Donetsk y uno en la región de Luhansk- y cinco que corresponden al lado controlado por Ucrania.

(Foto: BBC)
(Foto: BBC)

La cola se mueve lentamente, mientras se inspeccionan los permisos a cada lado de la línea. Entre cada puesto hay una caminata de 3 km a través de la línea de contacto. Está minada en ambas partes y no siempre se respeta el alto el fuego durante las horas de sol.

Pero las estadísticas apuntan a otro e inesperado riesgo: el puro cansancio de hacer cola. Muchos de los que cruzan son ancianos.

En Luganskaia la paramédica Natalia Sylkina no da abasto.

"Hoy ha sido una locura", dice. Explica que ella y sus colegas están sacando gente de la cola que ya está desmayada o a punto de caer.

Aunque los ancianos de más de 80 años pueden ponerse al frente de la fila, muchos no lo saben, y no quieren abandonar su puesto por temor a perder su turno. (Foto: ED RAM)
Aunque los ancianos de más de 80 años pueden ponerse al frente de la fila, muchos no lo saben, y no quieren abandonar su puesto por temor a perder su turno. (Foto: ED RAM)

"Ya hemos tenido unos 30 pacientes, seis o siete de ellos desmayados".

El día anterior trataron a 31 personas, afirma.

"Están todos apretujados. No pueden respirar… Les hemos subido o bajado la presión arterial o tenido que resucitarlos".

Me entero de que los que son mayores de 80 pueden ir directamente al frente de la cola, pero muchos no lo saben, o no me creen cuando se lo digo, así de atemorizados están de perder su puesto.

También visito otro puesto de control, en Mayorsk. A pesar de la tregua, puedo escuchar disparos y el ejército me aconseja ponerme a cubierto.

Una de las que hace cola es Karolina, con nueve meses de embarazo, que está cruzando para ver a sus familiares al otro lado.

Con nueve meses de embarazo, Karolina hace fila para visitar a su familiares del otro lado. (Foto: ED RAM)
Con nueve meses de embarazo, Karolina hace fila para visitar a su familiares del otro lado. (Foto: ED RAM)

"Es difícil ahora. Tengo miedo de dar a luz en el camino", comenta.

Pero, al igual que en Luganskaia, la mayoría que hace la cola es anciana.

Una madre recordada en dibujos

Este puesto de control tiene un significado particular para Alevtina Kakhidza, quien me está acompañando. Es el puesto al que su madre se dirigía unos días después de la última conversación que tuvo con ella.

Eso fue hace cuatro meses.

Alevtina es una reconocida artista ucraniana. Vive en el norte del país, mientras que su madre de 70 años, Liudmila, vivía en Zhdanivka, en la región oriental controlada por combatientes prorrusos.

Era muy difícil para ellas encontrarse, pero hablaban casi todos los días por teléfono. Alevtina hizo dibujos de las experiencias vividas por su madre como una manera de visualizar el día a día de Liudmila en una zona de conflicto.

En los puntos de cruce no siempre se respeta el alto el fuego acordado durante las horas del día. (Foto: ED RAM)
En los puntos de cruce no siempre se respeta el alto el fuego acordado durante las horas del día. (Foto: ED RAM)

Con los dibujos creó una página en Facebook que se volvió una de las más populares entre los ucranianos ansiosos de tener noticias de los territorios separatistas.

Un día de enero de este año, Alevtina esperaba la llamada de su madre. El teléfono sonó e identificó el número de su madre.

Pero cuando Alevtina contestó, no era su madre al otro lado de la línea. Era una voz desconocida. Un hombre.

"Una mujer de cuyo teléfono estoy llamando ha muerto", dijo simplemente.

Alevtina quedó conmocionada. "No podía hablar", dice. "No sabía qué pensar, si es que era cierto".

Le pidió al hombre que la llamara más tarde, cuando hubiese procesado la noticia.

Como el hombre se había identificado como un combatiente separatista y llamaba desde el puesto de control en Mayorsk, Alevtina temió lo peor. Ella sabía que su madre planeaba viajar a la línea del frente esa semana.

El periplo de Liudmila

El 16 de enero, Liudmila se había despertado a las 04:30 para iniciar el agotador proceso. Esos viajes se hacían en condiciones inhumanas. Le tomaba unas 11 horas llegar hasta el territorio controlado por Ucrania, le dijo a su hija una vez.

No obstante, el viaje era necesario si quería recibir su pensión. Eso sólo se podía hacer en el territorio controlado por el gobierno.

Una vez cruzado el puesto de control de Mayorsk, en el lado ucraniano, tendría que dirigirse hacia el pueblo de Bajmut.

Alevtina y yo viajamos hasta allá para verlo personalmente.

Bajmut solía ser una aldea rezagada, pero ahora hierve de gente que ha cruzado la línea del frente desde el este de Ucrania, o que espera regresar del oeste. Decenas de comercios han brotado: tiendas que venden provisiones y libros para el trayecto; empresarios que administran un servicio de microbuses para llevar a la gente hasta el puesto de control.

(Foto: BBC)
(Foto: BBC)

Las colas que empezaron en los puestos de control se repiten aquí en los bancos y los cajeros automáticos.

Hay muchos ancianos como Liudmila que han emprendido el mismo trayecto laborioso por la misma razón: para recoger su pensión o para asegurarse de que no les quiten ese dinero tan importante.

Para los ciudadanos ucranianos que viven en los territorios controlados por los combatientes prorrusos, el reclamo de una pensión estatal no es un proceso simple.

Los bancos ucranianos no operan en territorio separatista.

Para tener derecho a recibir la pensión hay que aparentar vivir en una zona controlada por Ucrania.

Quienes cruzan desde las zonas separatistas ucranianas deben someterse a controles del pasaporte que generan largas colas. (Foto: ED RAM)
Quienes cruzan desde las zonas separatistas ucranianas deben someterse a controles del pasaporte que generan largas colas. (Foto: ED RAM)

Además, hay que estar preparado para que alguien llame a la puerta de esa dirección cada 60 días para cerciorarse de que, en efecto, viven allí.

Pero ese llamado a la puerta puede no suceder al día 60, podría ser el 58 o 59, así que muchos dependen de una amistad local que los llame con anticipación para advertirles que las autoridades están en el área.

Y ahí empieza la carrera para llegar a la línea del frente.

Liudmila planeaba originalmente viajar un par de días después de lo que había anticipado, dice su hija. De manera que Alevtina cree que debió haber recibido la llamada telefónica de advertencia y se apresuró a adelantar su viaje.

A Liudmila, como a otros que viven en la región, también le correspondía recibir otra pensión; la de las autoridades prorrusas, afirma Alevtina.

Pero como es un monto de solo US$46 al mes, no era siquiera suficiente para vivir, aunque fuera complementado con el dinero que ganaba vendiendo verduras. Así que su pensión ucraniana, que le daba US$65 adicionales al mes, era esencial.

La travesía es tan difícil y lenta que no todos pueden ir y venir en 24 horas.

La madre de Alevtina podía haberse quedado con amigos. Pero otros deben pernoctar en un hostal -un costo adicional- y, por lo que vi cuando visité uno en Bajmut, las condiciones de estos son muy básicas.

Alevtina comenta que hubiera podido darle a su madre el equivalente de su pensión. Pero sabía que Liudmila era muy orgullosa como para aceptarlo. Dice que su madre protegía férreamente su independencia y sentía que era su derecho moral reclamar el dinero que se le debía.

Los hostales en los que a veces tienen que quedarse quienes cruzan la línea del frente son generalmente muy humildes. (Foto: ED RAM)
Los hostales en los que a veces tienen que quedarse quienes cruzan la línea del frente son generalmente muy humildes. (Foto: ED RAM)

Pero eso le costó la vida.

Liudmila enfermó en un autobús cuando se acercaba al puesto de control final de las milicias prorrusas.

"Alguien intentó ayudarla; la colocaron en un refugio en la línea del frente. Incluso llamaron a una ambulancia, pero no llegó a tiempo".

Nadie sabe de qué murió, pero su hija piensa que el esfuerzo del viaje le pasó factura. Les tomó dos días a los ancianos vecinos de Liudmila ir a identificarla.

La personalidad conocida de Alevtina en el país hacía muy riesgoso que ella cruzara a los territorios controlados por los combatientes prorrusos.

"Hice decenas de llamadas a los servicios de emergencia, a las autoridades y a los servicios secretos", me cuenta. "Y, finalmente, a mi madre la trajeron a nuestro pueblo… y la enterramos".

Un conflicto extenuante

Los defensores de derechos humanos sostienen que las filas podrían aliviarse si el gobierno ucraniano se esforzara más en trabajar para simplificar el sistema de pensiones para aquellos que viven en los territorios separatistas.

Por su parte, el gobierno dice que ha intentado abrir un puesto de control más para acortar la colas pero las fuerzas prorrusas no lo aceptaron.

(Foto: ED RAM)
(Foto: ED RAM)

Sin embargo, las autoridades también han sido acusadas por los activistas humanitarios de deliberadamente hacer las cosas difíciles para disuadir a los solicitantes.

Aproximadamente el equivalente a US$2.400 millones en pensiones quedaron sin reclamar entre agosto de 2014 y septiembre de 2018, según Derecho a la Protección, una ONG ucraniana que compartió una carta oficial del Fondo de Pensiones Ucraniano con la BBC.

En una entrevista con la BBC, el ministro de Política Social de Ucrania puso en duda el derecho de reclamar una pensión de los que viven en las zonas controladas por los combatientes prorrusos.

"Todo el que es proucraniano se ha ido, y aquellos que quieran reclamar una pensión a ambos lados tienen que tolerar las condiciones", expresó Andriy Reva el mes pasado.

Indicó que algunos residentes habían ayudado a perpetuar los combates al permitir a los separatistas prorrusos usarlos como escudos humanos.

"Honestamente, no siento compasión por ellos… Ni por uno solo. Siento compasión por los soldados y los oficiales, y por sus familias, que murieron allí".

Los comentarios de Reva generaron polémica en la sociedad ucraniana. Algunos parlamentarios exigieron su renuncia.

"Todo el que es proucraniano se ha ido, y aquellos que quieran reclamar una pensión a ambos lados tienen que tolerar las condiciones", sentenció Andriy Reva en un reportaje trasmitido el mes pasado. (Foto: Getty Images vía BBC Mundo)
"Todo el que es proucraniano se ha ido, y aquellos que quieran reclamar una pensión a ambos lados tienen que tolerar las condiciones", sentenció Andriy Reva en un reportaje trasmitido el mes pasado. (Foto: Getty Images vía BBC Mundo)

Los activistas de derechos humanos argumentan que los civiles podrían ser vistos como rehenes de guerra, no como los facilitadores del conflicto.

Reva añadió que la prioridad era terminar con los combates.

"La principal opción para evitar que esas personas sigan sufriendo es terminar la guerra. Y para terminarla, los ocupadores deben abandonar el territorio. Y la gente dejará de sufrir".

"Están los acuerdos de paz de Minsk, la fórmula está claramente definida ahí. Pero ni el primer punto del acuerdo -el cese el fuego-, esos gánsters ni siquiera lo respetan, porque Moscú no les asigna esa responsabilidad".

¿Tregua?

El nuevo presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, también declaró que quiere ver el fin de la guerra.

"Nuestra primera tarea es lograr una tregua en (la región de) Donbas", dijo durante su discurso de investidura, el 20 de mayo.

Afirmó que Ucrania debe "ayudar" a los que viven en los territorios ocupados. Pero no dio detalles al respecto.

La arrasadora victoria de Zelensky demostró que el electorado de Ucrania está cansado, no sólo de la corrupción, sino también de la guerra. (Foto: Getty Images vía BBC Mundo)
La arrasadora victoria de Zelensky demostró que el electorado de Ucrania está cansado, no sólo de la corrupción, sino también de la guerra. (Foto: Getty Images vía BBC Mundo)

Como político novato -Zelensky es mejor conocido por ser la estrella de una serie satírica de TV en la que su personaje accidentalmente se vuelve presidente- no está claro por ahora cuánto podrá cambiar bajo su mandato. Su campaña no se centró en ninguna propuesta concreta.

Su arrasadora victoria, sin embargo, envió un mensaje claro al presidente saliente, Petro Poroshenko, de que el electorado de Ucrania está cansado, no sólo de la corrupción, sino también de la guerra.

El conflicto empezó en 2014, cuando Rusia anexó Crimea en el sur, aprovechándose de un vacío político en Ucrania. Los combatientes prorrusos, entonces, tomaron Luhansk y Donetsk -en la región de Donbas- en el este.

(Foto: Getty Images vía BBC Mundo)
(Foto: Getty Images vía BBC Mundo)

Tanto Crimea como Donbas son ganancias estratégicas y simbólicas para Rusia. La anexión de Crimea le permite a Moscú un mejor control del Mar Negro con sus yacimientos de gas natural, y Donbas contiene la mayoría de las minas de carbón de Ucrania.

Ucrania describe el conflicto como una "invasión rusa". Los gobiernos occidentales acusan a Rusia de apoyar a los separatistas de la región con tropas y armamento pesado.

Moscú lo niega, a pesar de la evidencia contraria, aunque reconoce que hay "voluntarios" rusos ayudando a los separatistas.

En abril, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, firmó un decreto quefacilita a aquellos que viven en Crimea y Donbas conseguir un pasaporte ruso.

Zelensky tildó esa medida como acto hostil, e hizo un llamado a la comunidad internacional a que reaccionara con sanciones.

En 2015, se declaró un cese el fuego en el este de Ucrania, pero ha sido violado regularmente por ambos lados.

Los enfrentamientos se han cobrado la vida de casi 13.000 personas. 3.000 de ellas civiles, según dijo la ONU en febrero.

Sanando a través del arte

En Bajmut, el pueblo adonde Liudmila se dirigía en su último y fatídico viaje, me despido de Alevtina.

Quiero ver más, así que recurro a la guía de un estudiante local, Denis Rudenko.

Su universidad se llama Instituto de Idiomas Extranjeros de Horlivka. Curiosamente, ya no está basada en Horlivka.

Después de que esa localidad, a unos 40 km, cayera en manos de combatientes prorrusos en 2014, parte de la universidad decidió trasladarse a territorio controlado por Ucrania.

Denis dice que también abandonó Horlivka por Bajmut.

"Cuando no ves un futuro allí… Sólo tienes una opción: salir corriendo a alguna parte donde por lo menos tienes una posibilidad de un futuro".

En una de las paredes de la universidad hay un mural de una mujer tratando de cruzar la línea del frente.

"Fue creado por una famosa artista ucraniana", cuenta Denis. "Alevtina Kakhidze. Tenemos mucha suerte de que escogiera nuestro pueblo para hacer su arte. Le ayudé un poco con el proyecto. Nos dio tanta inspiración".

Ahora Denis organiza eventos artísticos para la juventud local, que atraen no solo a los jóvenes de Bajmut sino algunas veces también del territorio controlado por los separatistas prorrusos.

Su intención es darles a los visitantes una perspectiva global del conflicto. Muchos de los que llegan a los eventos nunca han dejado sus lugares natales.

Él espera que los proyectos puedan romper las barreras.

"Son tal vez pasos pequeños, pero pienso que marcan una diferencia, hacen pequeños cambios".

Recordando a Liudmila

Alevtina continúa actualizando la página de Facebook que creó con dibujos de su madre.

La página está llena de bocetos de los desafíos cotidianos que Liudmila enfrentaba en Zhdanivka.

Liudmila complementaba su pensión vendiendo vegetales que cultivaba en su jardín. (Foto: ED RAM)
Liudmila complementaba su pensión vendiendo vegetales que cultivaba en su jardín. (Foto: ED RAM)

Muchos de ellos la muestran en su jardín. Era aficionada a la jardinería y vendía lo que producía para complementar su pensión.

Pero, hasta la jardinería está plagada de riesgos en una zona de guerra.

"Llevo todo el día cargando tomates el huerto, un cubo en cada mano, y pensando: '¿Qué pasaría si los bombardeos empiezan ahora mismo?'", le contó a Alevtina por teléfono.

"Llegué a casa toda sudada. No porque los cubos de tomates fueran pesados, sino porque estaba atemorizada".

Alevtina dice que frecuentemente intentó convencer a su madre de que dejara el este de Ucrania por su seguridad, pero nunca pudo lograrlo.

"¿Qué hice de malo para tener que escapar?", le contestaba a su hija.

"¿Debería tirar mi vida por la ventana sólo por esa supuestamente llamada nueva república?"

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