Milagros Asto Sánchez

A la mayoría de neerlandeses les cuesta creer que las escenas registradas en los últimos días pertenezcan a su tranquila nación. Comercios saqueados, calles repletas de vidrios rotos, autos calcinados y hasta un centro de pruebas PCR envuelto en llamas dan cuenta de un nivel de violencia que no se veía en los Países Bajos desde hace 40 años.