Vista el 20 de agosto de 2017 desde la vivienda en donde vivía el imán Abdelbaki, quien al parecer murió en una explosión que tuvo lugar el miércoles 16 de agosto. Se sospecha que en esta casa en Alcanar (Cataluña) se fabricaban bombas que se utilizarían en atentados. (AFP)
Vista el 20 de agosto de 2017 desde la vivienda en donde vivía el imán Abdelbaki, quien al parecer murió en una explosión que tuvo lugar el miércoles 16 de agosto. Se sospecha que en esta casa en Alcanar (Cataluña) se fabricaban bombas que se utilizarían en atentados. (AFP)
Redacción EC

"Mi padre me dijo: 'son terroristas, apunta los nombres, las matrículas'. Debería haberlo escuchado", lamenta Martine Groby, que vio saltar por los aires los cristales de su casa, cuando estalló el escondite de los autores de los atentados en Barcelona y Cambrils.

En Alcanar, pequeña ciudad a 200 km al suroeste de la capital catalana, un grupo de al menos 12 personas estuvo planeando durante meses "uno o varios atentados en la ciudad de Barcelona", según explicó este domingo el jefe de la policía catalana, Josep Lluís Trapero.

Sin embargo, los proyectos iniciales de la célula se frustraron cuando la noche del miércoles se produjo una explosión accidental en la casa, medio oculta entre olivos.

Desde entonces, la policía ha estado rastreando los cascotes, logrando sacar más de cien bombonas de gas butano, que los sospechosos habían almacenado para llevar a cabo ataques de mayor anmplitud.

La policía dijo haber encontrado además "ingredientes" de TATP, un explosivo empleado por el grupo yihadista Estado Islámico (EI), que reivindicó los atentados de Barcelona y Cambrils, donde murieron 14 personas.

"¡Había un olor a pólvora, te digo, un olor a pólvora! Se lo conté a la policía (la noche de la explosión), pero nadie me hizo caso", cuenta Jenny Rodríguez, una vecina de 37 años que vive cerca de allí.

Mercé Cid, otra vecina, vio aquella noche aterrizar en su casa "páginas de un diccionario árabe-español y una botella metálica de un litro de un producto químico". Materiales que ha confiado a la policía, según explica mientras muestra fotos en su teléfono.

En la pequeña urbanización Montecarlo de Alcanar, precintada por la policía, las calles están desiertas, y los habitantes mudos. Los ladridos de los perros y el 'runrún' de los sistemas de aire acondicionado se ven a veces interrumpidos por el ruido del tractor de la policía, que remueve los escombros de la casa.

También se escuchan explosiones regulares de bombonas, que todavía quedan entre las ruinas.

- "Demasiado discretos" -

La francesa Martine Groby, una jubilada de 61 años vive entre Francia y Alcanar donde reside en una villa de color rosa, justo al lado de la vivienda donde conspiraban los yihadistas.

Los cuatro hombres, que "hablaban todos francés" y estaban allí desde abril, le habían dicho que eran inquilinos. "Yo los llamaba 'los okupas'", dice con una sonrisa.

"Eran discretos, demasiado discretos. Tenían las ventanas cerradas, no había música, ni niños, ni mujeres". "A veces sólo se quedaban dos días y se marchaban. Me saludaban, pero sin mirarme nunca", cuenta esta sexagenaria.

De los ocupantes afirma que no sabía "nada". Apenas entrevió sus caras, aunque dice que puede identificar a dos sospechosos en las fotos difundidas en la prensa. No dice más porque a su lado, un amigo que resultó herido en la explosión y lleva vendas en la cara, le dice que no siga.

Eliane Fernández estaba allí el miércoles por la noche, pero tampoco quiere dar detalles. En su casa "todavía resuena el 'bum'" de la explosión.

Eran de "estilo árabe", y uno de ellos tenía bigote, prosigue Martine.
"Estaban a menudo en la terraza. Desde arriba debían de vigilar la carretera (...) Ahora me encajan las cosas", recuerda con un suspiro.
Según ella, iban y venían de a dos, mientras que otros dos se quedaban en la casa. Salían con mochilas, a pie, o bien en su Kangoo de color blanco o en sus dos motos, "muy potentes".

"Se las arreglaban siempre para que yo no viera lo que estaban descargando", añade.

"Una vez logré ver que era un congelador", recuerda.

"Mi padre, expolicía, me había dicho que eran terroristas, y me aconsejó que tomara fotos y anotara las matrículas de los vehículos. Le resultaban extrañas esas idas y vueltas durante todo el día. Pero no quise creerlo...", dice con los ojos húmedos.

"A finales de julio, vinieron con un camión blanco en el se que veía la marca 'alquiler'. Pensé que iban a mudarse aquí, pero por desgracia no eran muebles...", prosigue.

El miércoles, poco después de las once de la noche, cuando Martine y sus familiares terminaban de cenar, se vio proyectada al suelo. "De golpe todo se quedó oscuro, tenía la impresión de que iba a arder viva (...) Pensé que era una pesadilla. No sabía que eran terroristas, pensaba que había estallado nuestra bombona de gas", apostilla.

Eso fue también lo que la policía creyó inicialmente, hasta que una camioneta se lanzó sobre la multitud el jueves por la tarde en Las Ramblas de Barcelona, matando a 13 personas e hiriendo a más de cien. Horas más tarde, otro vehículo se subió al paseo marítimo de Cambrils, a 120 km de Barcelona. Sus cinco ocupantes fueron abatidos, pero una mujer atropellada moriría poco más tarde.

Los investigadores están convencidos de que la destrucción de ese laboratorio empujó a los yihadistas a emplear armas más rudimentarias.

Fuente: AFP
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