(Foto: Reuters)
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Virginia Rosas

La noche más oscura aguarda hoy a , el joven banquero que tras ganar las elecciones presidenciales en congregó a una multitud enfervorizada ante la Pirámide del Louvre, dando inicio así a una presidencia ‘jupiteriana’, expresión que él mismo acuñó y que hacía alusión al dios de dioses griegos, ese que se mantiene alejado de los mortales.

Hoy se esperan nuevas batallas campales en París y en todas las ciudades importantes de Francia. Los centros comerciales permanecen cerrados, en los hoteles se anulan las reservaciones y las fuerzas del orden multiplican su presencia.

Ya no hay modo de parar el movimiento iniciado, hace cuatro semanas, por un grupo de internautas que protestaba por el alza de los impuestos a los combustibles y que ahora, fortalecidos con la simpatía masiva de la población –el 76% de los franceses apoya a los ‘chalecos amarillos’–, ha multiplicado sus demandas, pese a que el Gobierno ya anunció la anulación del impuesto en cuestión.

Al movimiento inicial se han sumado enfermeras, bomberos, estudiantes de liceo y hasta un sindicato de la policía que demanda mejores condiciones de trabajo: cumplen turnos de veinte horas seguidas durante veinte días, lo que provoca, según ellos, los excesos que han cometido en las últimas manifestaciones.

Macron permanece atrincherado en el Palacio del Elíseo y sus ministros no encuentran interlocutores válidos con quienes negociar: ni partidos organizados creíbles ni movimientos sindicales. El secretario general de la CGT –el sindicato más importante del país–, Philippe Martínez, expresa la imposibilidad de que los sindicatos sirvan de mediadores: “El movimiento solo tiene voceros autoproclamados y entre ellos, personas infrecuentables”. Martínez afirma que ni bien fue elegido, Macron se subió a una nube y se desconectó de la realidad.

Los principales sindicatos no apoyan la marcha de hoy hacia el Elíseo ni piden la renuncia de Macron ni disolver el Parlamento, como exigen los más extremistas de los ‘chalecos amarillos’, que incluso llegan a amenazar de muerte a los voceros más moderados que están dispuestos a aceptar un encuentro con el primer ministro, Édouard Philippe.

La cólera está desatada y no hay forma de encauzarla. Las redes sociales alimentan toda suerte de noticias falsas y confabulatorias que exacerban aún más los ánimos. La extrema derecha aprovecha el caos y capitaliza la situación. Marine Le Pen, lideresa de Rassemblement National (partido heredero del Frente Nacional), espera tranquila que los ‘chalecos amarillos’ se traigan abajo la V República.

Jacqueline Mouraud, hipnoterapeuta de 51 años y una de las iniciadoras de los ‘chalecos amarillos’ a través de un video que fue visto por seis millones de personas, confiesa que el movimiento se le ha escapado de las manos y que hasta la han amenazado de muerte por apelar a la moderación. “Ya no sé qué se necesita para salir de esta crisis”, confiesa.

Júpiter ha perdido el contacto con los mortales. A lo lejos, desde el Elíseo, escucha voces que gritan: “Emmanuel Macron nos habla del fin del mundo, pero nosotros no llegamos a fin de mes”.

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