Masacre de Beslán: 15 años del más sangriento ataque terrorista en Rusia

Eran las 9:29 de la mañana del 1 de setiembre del 2004. Primer día de clases tras el verano europeo en el Colegio de Enseñanza Media Número Uno de la ciudad rusa de Beslán. Habían pasado 24 horas desde que un atentado terrorista en Moscú matara a unas 10 personas, pero nadie podía presagiar la tragedia que estaba a punto de desencadenarse en esta pequeña ciudad de Osetia del Norte. 

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Un minuto después, 30 sujetos armados y cubiertos con pasamontañas negros llegaron a bordo de dos camiones militares, uno había sido robado a la policía. Iniciaron un tiroteo que dejó 9 muertos, irrumpieron en la ceremonia que se realizaba en el colegio y tomaron por rehenes a más de 1.200 personas; aunque las autoridades se empeñaron en cifrar el número de rehenes en 354. 

Los menores fueron encerrados en el gimnasio de la escuela, que fue minado por los perpetradores. Pese a ello, unos 50 niños lograron escapar. 

La noticia no tardó en darle la vuelta al mundo. El entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, llamó a su par ruso Vladimir Putin, quien viajaba de emergencia desde Sochi, para ofrecerle todo su apoyo. El Consejo de Seguridad de la ONU convocó a una reunión de emergencia.

Uno de los atacantes se comunicó con The New York Times y se identificó como miembro del Segundo Grupo de Salakhin Riadus Shakhidi, un contingente rebelde que se sospecha es dirigido por un famoso comandante rebelde checheno, Shamil Basayev. 

Los perpetradores exigían la liberación de Chechenia del control ruso. Durante el día fueron liberados unos 26 rehenes. No tan buena voluntad si detallamos que seis de los niños liberados fueron lanzados por una ventana.

La gente no lo sabría hasta cuando termine la pesadilla, pero los terroristas ya habían seleccionado a 15 adultos y los habían acribillado.

Por la noche, dos granadas fueron disparadas desde el interior de la escuela. Los secuestradores no permitieron el ingreso de agua, alimentos ni medicina. 

2 de setiembre del 2004. La pequeña ciudad de Beslán, de 40 mil habitantes, amaneció con enormes vehículos blindados y camiones del ejército ruso rodeando la escuela, mientras comandos de la policía y los 10 grupos especiales Spetsnaz enviados por Putin se mantenían ansioso en los alrededores. 

Los niños que permanecían secuestrados fueron obligados a pararse frente a las ventanas para evitar un ataque externo.

Cientos de curiosos no durmieron esa noche para presenciar la tensa escena. 

"El dirigente separatista checheno Aslan Masjadov aseguró en una declaración en la página independetista kavkazcenter.org: 'Los innumerables crímenes contra la humanidad perpetrados por Rusia en la tierra del Cáucaso hacían posibles respuestas inhumanas desesperadas como la acción de ayer'", reseñaba la edición de El Comercio publicada ese día.

El médico ruso Leonid Roshal, respetado tanto por Moscú como por los rebeldes chechenos por su labor humanitaria, fue designado como encargado de las negociaciones ante el pedido de los secuestradores. El famoso pediatra advirtió que un mal manejo de esa crisis podía desencadenar en una guerra. 

"En caso de un desenlace negativo existe la amenaza de una guerra aquí, en esta región tan explosiva, entre pueblos hermanos, y eso no se puede permitir", dijo Roshal a la televisión rusa en esa ocasión.

Por la noche, dos explosiones al interior del colegio provocaron la zozobra de los agentes que rodeaban el edificio. Hizo falta una llamada del portavoz de la Presidencia de Osetia -región entre Rusia y Georgia-, Lev Dzugayev, para calmar a los secuestradores y evitar una incursión militar en el edificio. 

Sin embargo, nada pudo evitar que el comando terrorista decidiera cortar las comunicaciones con el exterior. Segunda noche y la negativa de recibir agua, comida y medicamentos persistía. 

El presidente Putin anunció que lo importante sería "salvar la vida de los rehenes". 

Al día siguiente, dos explosiones despertaron al pueblo. Las fuerzas especiales ingresaron y se desató una carnicería. Imágenes de locales armados con rifles de caza se mezclaban con la de niños semidesnudos que corrían aturdidos y envueltos en llanto de la zona. Las casas retumbaron por las explosiones. Beslán era el infierno. 

La cuenta oficial cifra en 334 los muertos, entre ellos 186 niños, además de más de 700 heridos al final de la operación. El peor ataque terrorista en la historia de Rusia y por el que el Ejecutivo de Moscú fue condenado en el 2017 por la Corte Europea de Derechos Humanos. 

El tribunal continental determinó que las fuerzas rusas no hicieron lo suficiente para prevenir el ataque, pese a la información previa, y no priorizaron la seguridad de los rehenes. El castigo impuesto fue un pago de 3 millones de euros por los "fallos graves". 

El Kremlin calificó el fallo como "inaceptable".