Miles de personas salieron a manifestar en Cataluña este martes en contra de la actuación que los cuerpos policiales tuvieron el día del referéndum.
Miles de personas salieron a manifestar en Cataluña este martes en contra de la actuación que los cuerpos policiales tuvieron el día del referéndum.
Virginia Rosas

La crisis económica devastadora del 2012 sirvió de combustible para azuzar el nacionalismo catalán, que ya había sido exacerbado en el 2010 por un fallo del Tribunal Constitucional, que declaraba inconstitucionales catorce artículos del Estatuto de Autonomía de Cataluña. “Somos una nación, nosotros decidimos” vociferó una multitud de un millón de personas al día siguiente de la sentencia, el 10 de julio del 2010.

Sabido es que los nacionalismos se alimentan del miedo y de la incertidumbre. La crisis del 2012 sirvió para encumbrar a políticos oportunistas e irresponsables como Artur Mas, presidente catalán de la época, que viró súbitamente al independentismo al comprobar la popularidad que este movimiento iba adquiriendo.

Fue así como en el 2015 se dio la improbable unión de tres partidos que hasta entonces no tenían nada en común: El PdeCat (conservador, neoliberal y eurófilo) la Izquierda Republicana Catalana (de centro izquierda y republicano) y el CUP (separatista, eurófobo y anticapitalista). Con sus 71 diputados regionales este trío maneja las riendas de Cataluña.

El inefable Carles Puigdemont, independentista desde siempre, es el sucesor de Artur Mas que fue considerado poco fiable por el CUP y al que le negó sus votos en el 2016. Y mientras estos tres partidos hacen y deshacen en política hay dos asociaciones que son las que movilizan a las masas. Se trata de Omnium Cultural, creada en 1961 para promover la lengua y cultura catalanas. Fue esta asociación, que cuenta con 70 mil miembros, la que organizó la gigantesca manifestación en julio del 2010.

El segundo grupo que mueve los hilos entre bambalinas es la ANC (Asamblea Nacional Catalana), una organización progubernamental, creada en el 2012 por un puñado de independentistas con la intención de redefinir la política española entre izquierda y derecha, sino como una oposición entre Cataluña y España.

El triunvirato que gobierna la Generalitat está en manos de esas dos asociaciones radicales, que mueven multitudes, pero que no darán la cara el día en -que independizado de Madrid- el gobierno catalán sea incapaz de asumir los 75mil 400 millones euros de deuda pública o, simplemente hacerse cargo de las pensiones de sus jubilados.

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