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Agencia EFE

Lase cubre hoy de luces para celebrar Diwali, una festividad hindú similar a la que marca el inicio del nuevo año, con la mirada puesta en reducir la contaminación que todos los años inunda la capital por la quema masiva de petardos.

Los ciudadanos de Nueva Delhi no lo tienen tan fácil este año para hacer explotar fuegos artificiales por culpa de una reciente sentencia del Tribunal Supremo que prohíbe su venta.

No obstante, muchos aseguran que no por ello van a dejar de celebrar la conocida como fiesta de las luces, cuyo origen religioso simboliza la victoria del bien contra el mal, durante la cual millones de indios se reúnen con sus familias, engalanan sus casas durante días con luces de colores y lámparas de aceite.

"Diwali es una fiesta muy importante para nosotros, así que hemos estado comprando muchas luces, dulces y objetos decorativos", explicó a Efe Prem Shankar, de 24 años, que esta noche rezará "acompañado de toda la familia" a Laxmi, la diosa del dinero para los hinduistas, para un nuevo año próspero.

"Cada año solíamos tirar algunos petardos, pero como este año lo han prohibido en Delhi hemos decidido prescindir de ellos", asegura Shankar con una gran sonrisa y "muy contento" de que este día haya llegado.

Para Tarun Jain, un hombre de negocios de 40 años, Diwali es "reunirse con sus familiares y rezar pero también estrenar ropa e intercambiar regalos" como los tradicionales dulces indios, electrodomésticos y joyas de plata y oro con envoltorios coloridos y brillantes, acordes con el gusto indio.

Además de los rezos, las ofrendas y la pólvora, la luz tiene un lugar en esta tradición debido a la antigua leyenda que cuenta que el dios Ram volvió tras pasar catorce años en el exilio, durante los cuales tuvo que luchar para vencer a Ravana, el diablo, en la isla de Lanka (actual Sri Lanka) y que los habitantes del subcontinente iluminaron con velas el camino de vuelta a casa del dios.

Los hogares, ya sean ricos o pobres, han sido limpiados con esmero estas últimas semanas para la fiesta más importante del año, el servicio de correos se inunda de tarjetas de felicitación, las empresas hacen regalos a sus trabajadores y los particulares dan el aguinaldo a sus empleados.

"Hemos comprado un montón de regalos para nuestros trabajadores y también hemos recibido algunos de nuestros amigos y compañeros de oficina, así que todos estamos muy felices", dijo a Efe Rohit Singh, de 24 años, que trabaja en una empresa informática.

Quien no está tan contento como de costumbre es Sanjay Grover, un vendedor de petardos que ha tenido que cerrar su tienda por culpa de la prohibición, y que antes del Diwali se paseaba ocioso por las calles del casco antiguo de Delhi.

"Todavía se pueden conseguir algunos de mala calidad en secreto, pero solo en algunos lugares y sobre todo por un precio muy elevado", confió Grover a Efe, tras lamentar "cómo la prohibición ha afectado a todo el país, y en especial a los niños pequeños que sólo querían comprar unos pocos".

"Lo que nos han hecho no está bien, compramos mucho material y ahora no podemos venderlo", explicó en una calle conocida por sus tiendas de pirotecnia, todas cerradas la semana precedente al Diwali.

Tras la sentencia del Supremo, la policía de Delhi se incautó de más de 1.200 kilos de petardos y arrestó a 29 personas en un intento por frenar la venta ilegal.

Pese a la prohibición, nadie duda de que el humo y el ruido ensordecedor hasta altas horas de la madrugada volverán a convertirse en los protagonistas de la celebración hasta cubrir por completo la noche de Diwali.

La única duda es qué niveles de contaminación alcanzará el aire de la capital, habitada por 25 millones de personas y que ya de por sí es una de las ciudades más contaminadas del mundo, un año después de haber experimentado la peor niebla tóxica en años, obligando a las autoridades a declarar la situación de "emergencia sanitaria".

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