Decir que la Copa del Mundo Brasil 2014 está en riesgo sería exagerar un poco. Pero no lo es decir que hay preocupación entre las autoridades del país. Para mañana ha sido convocada una nueva jornada de protestas en 36 ciudades del país, incluidas las 12 sedes mundialistas, contra la organización de la máxima cita futbolística del planeta.
Bajo el elocuente lema “No habrá Copa”, miles de personas han confirmado a través de las redes sociales su presencia en las manifestaciones. Las más multitudinarias prometen ser las de Sao Paulo y Río de Janeiro, pero no se quedarán atrás las de Brasilia, Vitoria o Belo Horizonte.
En el manifiesto de la convocatoria se recuerda que el gasto en la organización del certamen ha crecido un 285% sobre el primer presupuesto previsto. Se denuncia que tal sobrecosto obedece a la corrupción imperante en las instituciones responsables de construir los nuevos estadios o remodelar los ya existentes para el Mundial.
“TURISTAS, ABSTÉNGANSE DE VENIR”
En las protestas se pedirá una reorganización del presupuesto nacional para aumentar la inversión en salud, educación y seguridad.
En el último párrafo del manifiesto se insta a los turistas extranjeros que no acudan a Brasil “para no decepcionarse” y se concluye que “mientras todos los brasileños no tengan derechos, no habrá Mundial”.
Hace 15 días, la presidenta Dilma Rousseff aprobó un decreto para que la Secretaría General de la Presidencia, responsable de las relaciones del gobierno con los movimientos sociales, sea reforzada con dos altos funcionarios que se encarguen del diálogo con grupos que se opongan al Mundial. Aquí tiene, pues, su primera y ardua tarea.
EL INQUIETANTE RECUERDO DEL 2013
Esta convocatoria trae a la memoria la ola de protestas que se suscitaron en junio y julio del año pasado durante la realización de la Copa de las Confederaciones, prácticamente con las mismas consignas, es decir, en demanda de mejoras sociales y contra la exorbitante inversión estatal en la organización de grandes eventos.
En aquella ocasión, fue el alza del pasaje en el transporte publico de Sao Paulo la chispa que encendió la indignación y que se extendió al resto de la nación. Tal movimiento ciudadano no se extinguió y desde hoy amenaza un resurgimiento con mucha energía.