Aunque es la sensación para aquellos que llegan por primera a vez, los feligreses en Modelia ya está acostumbrados. (Foto: El Tiempo de Colombia)
Aunque es la sensación para aquellos que llegan por primera a vez, los feligreses en Modelia ya está acostumbrados. (Foto: El Tiempo de Colombia)
Redacción EC

Acaba de leer en la pantalla, asiente con la cabeza y eleva la tablet hacia el cielo en actitud de respeto a la palabra de Dios. Es el padre Claudio Brualdi, de 76 años, quien cambió el misal tradicional por una pantalla digital en .

Una diabetes avanzada le afectó la vista hace más de seis años, y las pequeñas letras de las biblias y libros religiosos pasaron de ser pequeñas a casi invisibles. Pero eso no lo hizo abandonar la liturgia ni los oficios católicos. En principio, optó por una solución difícil: comenzó a transcribir el misal a una hoja en blanco, con caracteres grandes. Sin embargo, las horas que se gastaba en este oficio eran más que las invertidas en las responsabilidades de su ministerio. No era algo práctico.

El padre Claudio Brualdi, tiene su tablet a la mano para poder dar la santa misa. (Foto: El Tiempo de Colombia)
El padre Claudio Brualdi, tiene su tablet a la mano para poder dar la santa misa. (Foto: El Tiempo de Colombia)

“Hasta que un día el padre Orlando Hoyos –párroco del templo Madre de las Misiones, en Modelia, donde oficia el susodicho– me ofreció la aplicación en la tablet”, recuerda el cura.

Esa alternativa le mejoró la vida. Por lo menos la vocacional, pues en adelante dejaría de gastarse el tiempo en copias y ahora podría dedicarlo a otros quehaceres.

Reconstruye el día que debutó con el aparato. Fue un lunes en misa de seis de la tarde y antes de subir al altar y darse la bendición frente al altísimo, se preguntó: “Qué irá a pensar la comunidad, qué van a decir”... Convencido de que su decisión no afectaba los designios del Señor, entró al escenario con la tableta. Se persignó y adelantó su homilía con normalidad.

Esta herramienta tecnológica le permite ampliar las letras a un tamaño en que las pueda leer. (Foto: El Tiempo de Colombia)
Esta herramienta tecnológica le permite ampliar las letras a un tamaño en que las pueda leer. (Foto: El Tiempo de Colombia)

“Los primeros días no hubo comentarios de los feligreses. Pero en la misa del domingo muchos se sorprendieron y se maravillaron porque yo estaba usando la tablet”, expone el sacerdote, de barba y pelo cano, en la sala de la casa cural. Un crucifijo le cuelga sobre el pecho, lleva saco de cuello tortuga y chanclas de cuero con medias para el frío.

“A veces, cuando me fallaba el internet y la aplicación se ponía lenta, les pedía que me disculparan la demora, pero que la conexión no respondía bien”, agrega el religioso, de ojos claros y acento italiano. “Se reían algunos, pero no se molestó nadie”.

Brualdi pertenece a la comunidad Misioneros de la Consolata y arribó a Colombia en 1980. Su tarea inicial, atender las recónditas veredas que en aquellos tiempos apenas se formaban en las selvas de Caquetá. Guerrillas, desgobierno, coca y pobreza, el panorama que encontró. 

No olvida las cabalgatas de hasta dos días para llegar a las aldeas más lejanas de San Vicente del Caguán. Una carta enviada con antelación a las juntas de acción comunal alistaba a los paisanos para recoger al cura en un punto acordado; luego cabalgaban bajo el sol y la lluvia. “Me gustaba ir, pues el campesino siempre es amable y atento. Y, claro, también un poco por la aventura”, concede el religioso. “En principio fue durito, pero me fui amañando”.

Hacía casamientos, bautizaba, confesaba y aconsejaba a los colonos. Promovía la salud contactando a las autoridades, ayudaba a levantar escuelas y trataba de promover la formación de las gentes, como es costumbre en su orden misionera. Afirma que le impresionaba que algunas mujeres se demoraban hasta dos años para salir a visitar los cascos urbanos.

“Hubo tiempos difíciles, la guerra. A nosotros nos respetaron porque sabían lo que hacíamos. Aunque sí hubo incertidumbre”, confiesa. “Me dio mucha alegría lo del proceso de paz; todo ha cambiado mucho allá, hasta el camino de San Vicente a Florencia, en el que uno se gastaba un día, ahora se da en dos horas, por una carretera buena”. 

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Volver a la ciudad le implicó nuevos hábitos y ritmos. Pasó de un lugar donde el tiempo era casi inexistente, lento, a la trepidante capital. Llegó a la iglesia del Vergel y acepta que en la urbe se tornó más acelerado, pero que la gente, aunque diferente en sus maneras, lo trata igual de bien.

“Tengo mi edad y no soy el más práctico en la tecnología. Luego no podemos negar que la tableta es más cómoda que los libros; lo importante es actualizarla cada semana y listo”, indica el presbítero, minutos antes de iniciar la misa. “También se puede ver la app Breviary como en seis idiomas. Hace dos años estuve en Italia y me sirvió para hacer la homilía en italiano. El papa Francisco nos ha animado a usar estas herramientas”.

Son las seis de la tarde y el padre Claudio accede al altar, portando su tableta. Minutos después, leerá en la pantalla las palabras que Jesús les dijo a los apóstoles: “La paz os dejo, la paz os doy...”, y casi besando el aparato en señal de amor a la palabra sagrada, dará a entender que lo importante no es el medio, sino el mensaje. 

Fuente: El Tiempo de Colombia (GDA)

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