(Foto: Reuters)
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Gisella López Lenci

“Todo el mundo está mirando a . Lo que haga su presidente electo se analiza en todas partes. Es pornografía política. El mundo está estupefacto”.

El mediático filósofo francés Bernard-Henri Lévy aun no sale de su asombro ante la opción que tomaron los brasileños al elegir a como su nuevo presidente. Un añejo diputado sin mayor brillo, un nostálgico de la dictadura militar y con un rosario de declaraciones misóginas y homofóbicas que ahora se convertirá en el hombre más importante del país más grande de América Latina.

Pero como ya se ha analizado largamente, Bolsonaro es la representación del hartazgo de una sociedad hacia la corrupción, la criminalidad y el mal rumbo de la economía.

Los 12 años del gobierno izquierdista del Partido de los Trabajadores (PT), con Luiz Inácio Lula da Silva a la cabeza, dejaron una herida en un país que sigue dividido. Los que se beneficiaron de las políticas sociales y los que se indignaron ante la escandalosa corrupción, donde la operación Lava Jato ha sido solo una muestra del poder del soborno a gran escala.

El 2019 empieza para Brasil con un nuevo presidente y con un giro hacia la extrema derecha, algo inédito en la historia latinoamericana. El 1 de enero, Bolsonaro se pondrá la banda presidencial amarilla y verde, pero con ella viene el peso de complicados desafíos. ¿Se convertirá en otro presidente que es reemplazado en el camino? ¿Podrá cumplir su larga lista de promesas?

—La criminalidad—

El principal activo de Bolsonaro en la campaña presidencial fue apelar al militarismo para “poner orden” en un país cansado de que la cifra de homicidios siga quebrando récords. El año pasado se registraron 63 mil asesinatos. Su solución: alentar a los policías a que maten a más delincuentes y armar a la sociedad. Apenas ayer dijo que impulsará un decreto para garantizar la libre posesión de armas de fuego para quienes no tengan antecedentes criminales, para así alentar el uso de la defensa propia contra la delincuencia.

Entre tanto, para dar muestras de su mano dura, en su próximo Gabinete de 22 ministros habrá siete ex militares.

—La economía—

La espectacular bonanza en el Brasil de Lula da Silva terminó hace varios años. Poco a poco, el gigante sudamericano está saliendo de una recesión histórica, pero aún queda mucho por hacer.

Para impulsar la economía, Bolsonaro ha nombrado al liberal Paulo Guedes como su ‘superministro’ de Economía, un ‘Chicago boy’ que deberá iniciar una ola de privatizaciones y reformas fiscales para disminuir la deuda pública (el 76,5% del PBI a octubre del 2018), aumentar el empleo (12,4 millones de brasileños buscan trabajo) e incentivar la inversión extranjera.

Uno de los desafíos centrales será modificar el régimen de jubilaciones, una tarea ardua porque para eso necesita mayoría en el Congreso, que no la tiene, pues su partido cuenta con el 10% de los 513 legisladores.

—La corrupción—

La escandalosa red de sobornos descubierta tras las investigaciones de la operación Lava Jato se convirtió en el principal tema de la campaña electoral, donde el PT de Lula salió más afectado, con el arresto de decenas de ex funcionarios y políticos.

(Foto: Reuters)
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La inhabilitación del ex presidente en los comicios permitió el repunte de Bolsonaro y su posterior elección, por lo que la lucha contra la corrupción institucionalizada será una de las tareas más complicados para el nuevo mandatario, pues si falla, la sociedad no dudará en cobrarle la factura.

Para ello, Bolsonaro se anotó un punto al nombrar al afamado juez Sergio Moro, el encargado de la investigación Lava Jato, como próximo ministro de Justicia.

Sin embargo, las sospechas de corruptelas ya empezaron a salpicar a su entorno más íntimo. El chofer de uno de sus hijos, Fabricio Queiroz, habría realizado transferencias bancarias muy superiores a sus ingresos, e incluso le habría hecho pagos a la esposa del propio presidente electo.

—La alianza con EE.UU.—

Bolsonaro es un entusiasta del presidente estadounidense, Donald Trump. Su campaña se inspiró en él, y de hecho tuvo la asesoría del ultraderechista Steve Bannon, uno de los primeros consejeros del magnate neoyorquino. La química, por lo menos a la distancia, está funcionando. De hecho, Trump ya lo invitó a Washington y el propio John Bolton, el asesor de Seguridad Nacional del presidente, lo visitó en su casa de Río de Janeiro.

En línea con Trump, el brasileño está evaluando abandonar el Acuerdo de París sobre el cambio climático y también podría mudar la Embajada de Brasil de Tel Aviv a Jerusalén.

“Lo que más lo motiva es el odio a la izquierda”

Brian Winter, editor jefe de la revista “Americas Quarterly”

El periodista estadounidense Brian Winter siguió a Jair Bolsonaro durante su campaña electoral. A pocos días de su toma de mando, comenta a El Comercio los principales desafíos del presidente electo.

—¿Cuál es el principal reto que tiene Bolsonaro en este inicio de mandato?
Su base está desesperada por concentrarse en el crimen. Pero existe el riesgo de que la agenda de seguridad consuma su gobierno, y hay otras prioridades en un país que aún está emergiendo de su peor recesión. Si no ahorra algo de capital político para la reforma de las pensiones, para equilibrar mejor el presupuesto de Brasil, la economía fracasará rápidamente, y también lo hará el gobierno de Bolsonaro.

—¿En este año podrá lograr algunos de los cambios que ha pregonado, sobre todo la reducción de la violencia y el combate a la corrupción?
Bolsonaro y varios gobernadores recién elegidos dicen que darán a la policía más libertad para matar a presuntos delincuentes, sin correr el riesgo de ser procesados. La mayoría de los expertos independientes en delincuencia dicen que esto solo hará que aumente la violencia, como ha ocurrido en otros países con políticas similares, como México.

El verdadero camino hacia una disminución sostenida de la violencia es a través de una mejor capacitación y pago para la policía, el uso inteligente de los datos, el aumento de los presupuestos para la policía preventiva y los tribunales, y por supuesto, a largo plazo, políticas que reducen la pobreza. Hay pocas señales de que Bolsonaro se dé cuenta de esto.

—¿Cómo será su relación con el resto de presidentes de Latinoamérica?
Bolsonaro intentará cultivar buenas relaciones con países latinoamericanos como el Perú que favorecen la democracia y se oponen a Venezuela. Lo que más motiva a Bolsonaro es el odio a la izquierda, tanto en el país como en el extranjero. Creo que se mantendrá firme contra Caracas, aunque los temores de algún tipo de intervención militar son exagerados. Me pregunto si el claro amor de Bolsonaro por Estados Unidos lo distraerá de las relaciones potenciales más positivas y cercanas a casa. También existe un riesgo significativo de que su oposición al Mercosur envenene su relación con Argentina.

—¿Se afianzará entonces la cercanía con Trump?
No hay duda de que Bolsonaro ve a Trump como un modelo a seguir en muchos aspectos. La combinación de retórica antiglobalista, un enfoque riguroso de la delincuencia y una alianza con grandes empresas es algo que el nuevo presidente de Brasil quiere imitar. ¿Pero para qué fin? ¿El objetivo es tener una mayor cooperación en materia de seguridad? ¿O un trato comercial? Ninguno de los dos lados lo sabe todavía. Todavía están en esos primeros días felices.

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