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Venezuela
Redacción EC

De Madrid a Miami, pasando por Montevideo, Medellín y Santiago, son cientos de miles los venezolanos que han abandonado el país, inmerso en una profunda crisis económica y política. 

Con diversa fortuna en sus nuevos destinos, ellos dicen “no esperar nada” de los comicios presidenciales, en los que busca la reelección.

Refugiado en Miami. Rafael Rangel, un artista plástico de 39 años de edad, emigró a Miami en 2014. Luego de haber estudiado en el prestigioso Pratt Institute de Nueva York, comenzó su carrera en Caracas hasta el colapso de la situación económica.

“Mi vida ha cambiado 180 grados, porque es comenzar de nuevo”, cuenta Rangel desde su estudio instalado en el Downtown. Mientras trabaja en una obra a base de vasos de poliestireno, en un guiño al escultor brasileño Sergio Camargo, dice que se siente como “una especie de refugiado”.

“Con las elecciones no va a pasar absolutamente nada, no tengo ninguna expectativa”, lamenta.

Cuando se le pregunta qué tendría que cambiar en Venezuela que lo hiciera regresar, no duda un segundo en responder: “Hay que rehacer el país desde cero”.

A Montevideo, por la escasez. Hugo Alexander, un mecánico de 54 años de edad, suelda una pieza en su taller del centro de Montevideo, adonde llegó en 2016 para reunirse con dos de sus tres hijos.

“No era por hambre y porque no tenía empleo o porque no tenía dinero, no. Era por la inseguridad y por la escasez a todos los niveles”, relata.

“Hay países, incluso de América Latina, donde los venezolanos son víctimas de xenofobia. Estamos emigrando masivamente, y no es para menos con la situación que tenemos. No vamos a aceptar que el gobierno de Maduro nos mate de hambre”, precisa.

Sobre los comicios, no duda de calificarlos como “una trampa”: “Y la gente lo sabe”.

Abogada-astróloga en Madrid. “Absolutamente nada”, responde María Argelia Jaspe cuando se le pregunta qué espera de las elecciones.

En su apartamento de Madrid, adonde llegó en 2017, esta abogada considera que concurrir a las urnas “es convalidar algo que el régimen sabe que no ganó”. “No hay manera de sacarlos por vía de las elecciones”, agrega.

Ante la imposibilidad de ejercer como abogada, Jaspe ofrece consultas astrológicas, su afición por décadas en su país.

“Para que retorne a Venezuela, debería haber un cambio de gobierno”, dice.

“Es por lo que muchos venezolanos que estamos fuera apostamos, para poder volver y reconciliarnos con la patria, que es nuestra madre”, asegura.

La soledad en Medellín. Volver a empezar a los 49 años edad. Carlos Figueroa dejó atrás su trabajo como chef en un hotel cinco estrellas para sobrevivir lavando automóviles en Medellín, Colombia, que se ha transformado en el país epicentro de la diáspora venezolana.

Limpiando parabrisas y carrocerías, Figueroa llega a juntar entre 15 y 30 dólares para enviar regularmente a su familia.

Son once personas las que dependen de él, entre ellas sus dos hijas de 11 y 14 años de edad.

“La soledad arruina a cualquiera, pero te pones a pensar en tu familia y no puedes decaer”, destaca este inmigrante sin papeles que teme ser expulsado.

A Figueroa le gustaría volver a la Venezuela que lleva en la sangre, pero por ahora debe ceder ante la realidad.

“Maduro tiene el poder completo”, señala.

“Libertad económica” en Santiago. Agobiada por la penuria que se vive en Venezuela, Matilde Carruyo, de 29 años de edad, decidió emigrar a Chile, donde más de 100.000 de sus compatriotas se han instalado en los últimos años.

Un año después, ella celebra la “libertad económica” que le ofrece el país donde esta diseñadora gráfica administra un pequeño restaurante venezolano en la capital, el mismo donde había comenzado sirviendo en las mesas. La elección es para ella “una pantomima”. “Algo que está supercomprado y que le permitirá a Maduro seguir con su circo”, afirma.

“Sin esa gente del gobierno podría haber un futuro. Venezuela no es solo petróleo y hay millones de cosas que se pueden explotar para levantar al país”, concluye.

Fuente: El Nacional / GDA

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