“Se tiene que acabar con las maniobras brutales de la policía de la moral que impide que las mujeres elijan su ropa”, critica en una calle de Teherán Mahtab, una iraní con un pañuelo naranja que deja entrever su pelo.
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“Me gusta llevar este velo como otras prefieren ponerse un chador”, que cubre todo el cuerpo, afirma este mujer de 22 años, maquilladora de profesión, en un barrio acomodado del norte de la capital iraní. “Pero el velo tiene que ser una opción, no tienen que obligarnos” a llevarlo, añade.
Una serie de protestas, que causaron varios muertos, estallaron en Irán después de que las autoridades anunciaran el 16 de septiembre la muerte de Mahsa Amini, tras ser detenida por llevar “ropa inapropiada” por la policía de la moral, encargada de hacer cumplir un estricto código de vestimenta para las mujeres.
Mahtab admite que tiene miedo de esta unidad de la policía pero que, sin embargo, no ha cambiado su forma de vestirse ni de colocarse el velo.
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Esta policía “es inútil”, dice.
En Irán, las mujeres están obligadas a cubrirse el pelo, y la policía de la moral les prohíbe llevar abrigos por encima de las rodillas, pantalones estrechos, vaqueros con agujeros o ropa de colores vivos, entre otras restricciones.
Nazanin, una enfermera de 23 años, prefiere no arriesgarse. “Ahora vigilaré más cómo llevo el velo, para no tener problemas”, explica a la AFP.
“Injerencia”
Pero, como Mahtab, también considera que esta unidad debería retirarse de las calles ya que “no se comporta correctamente”.
“No entiendo por qué estos policías se enfrentan a la gente cuando (...) todas las mujeres llevan velo y vestidos decentes. Si la policía quiere ir más allá, entonces es injerencia”, estima esta mujer, con un pañuelo oscuro que se mezcla con su cabello.
La hostilidad hacia estos policías, que persiguen el más mínimo defecto en los atuendos, es patente, sobre todo después de la muerte de Mahsa Amini.
“Con este nuevo incidente, la gente ya no llama a esta unidad ‘Gasht-e Ershad’ (patrullas de orientación) sino ‘Ghatl-e Ershad’ (orientación del asesinato)”, cuenta Reyhaneh, una estudiante de 25 años, en el norte de Teherán.
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Tras este caso, la gente también pone en duda “la eficacia del uso de la fuerza” contra las mujeres. “El uso del hiyab no tendría que estar regido por una ley”, afirma a la AFP esta mujer con un velo beige, de donde sobresale el cabello.
En el sur de la capital, más pobre y conservador, el uso del chador y de ropa oscura es predominante, en comparación con el norte, más pudiente, donde es más frecuente la ropa más informal.
El miércoles, tras varios días de protestas, la normalidad volvió a Teherán, y en los barrios del norte, las chicas seguían llevando el velo bien para atrás.
La muerte de Mahsa Amini “nos ha entristecido. Lo ocurrido conmocionó a toda la sociedad”, asegura Reyhaneh.
La policía de la moral “tendría que actuar con más indulgencia y ser menos agresiva. El uso del velo es una cuestión personal y la mujer tiene derecho a vestirse como quiera”, zanja.
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