
Su entusiasmo por cambiar la imagen tradicional del Vaticano no se desvaneció pese a su partida. El papa Francisco, enterrado este sábado a los seis días de fallecer producto de un ictus cerebral, será recordado también por su afán en doblegar las rígidas costumbres de la iglesia católica. Aún en sus funerales, el argentino de 88 años se las arregló para atentar contra la tradición y que su féretro sea despedido en una procesión colosal de seis kilómetros para ser sepultado en la Basílica de Santa María la Mayor, donde solía rezar durante su papado. Hay muchas otros gestos más trascendentales para entender su legado, pero entre los aparentemente más superficiales hay uno: su papamóvil.
Entre la basílica de San Pedro y la de Santa María la Mayor hay una distancia de seis kilómetros. Fueron más de 150 mil creyentes quienes despidieron el cortejo fúnebre del Sumo Pontífice, uno que volvió a elegir la Basílica de Santa María para sus restos como no pasaba hace mucho. O mejor dicho, fue el primero en un siglo.

Jorge Mario Bergoglio, que es como en realidad se llamaba el papa argentino, no solo era un apasionado del fútbol y de sus San Lorenzo querido. También estaba obsesionado con el cambio. Quizá por eso se comprometió con quebrar tantas costumbres y terminó siendo el primero en muchas cosas.
Bergoglio fue el primer Papa que decidió vivir lejos del Palacio Apostólico, también fue el primero en firmar una declaración de fraternidad con autoridades islámicas y el primero en visitar Irak. De esas primeras veces tampoco se salvó su papamóvil, uno adaptado por la marca alemana Mercedes Benz para constatar su genuino interés por el cambio en la forma de mover su vehículo: con energía eléctrica.
Dos condiciones impuso Francisco para los genios de Mercedes. Primero, que el papamóvil tenga cero emisiones y segundo, que vaya excesivamente lento para poder saludar e interactuar con la gente. En diciembre del año pasado, la empresa automotriz cumplió con las exigencias medioambientales del Vaticano, sumándole un detalle fabuloso para Francisco: era extremadamente silencioso para desplazarse.

En su último viaje, pidió ser llevado en su papamóvil y no en el tradicional automóvil negro que debía llevar sus restos.
Hace 11 años, cuando todavía no contaba con un papamóvil eléctrico, Francisco se hizo viral por sumar un pasajero a su confortable auto. Se trataba del sacerdote argentino Fabián Páez, amigo cercano del Sumo Pontífice y por quien no dudó en pedir que detengan el papamóvil ante la sorpresa de toda la legión de hombres de seguridad que lo rodeaban en su viaje por la Plaza de San Pedro, en Roma.
-¡Vení!, ¡Subí!-, le dijo con el Papa Francisco a su amigo, que aturdido por la invitación y rodeado por cientos de creyentes, necesitó de varios minutos para reaccionar y cumplir el pedido de su amigo.
-No puedo pensar nada, yo subí al papamóvil y me decía qué estoy haciendo aquí, ¡madre mía!, lo miraba y él solo sonreía-, dijo el sacerdote luego de la colosal aventura junto a su amigo Francisco.

Cuando el papa Francisco no usaba el papamóvil, se desplazaba en autobús junto a los demás cardenales dentro del Vaticano. Apenas fue nombrado Papa, desistió de utilizar la limusina papal como señal de humildad.
Luego, decidió viajar en un Renault 4 modelo 1984 con 30 años de uso. Una vez recibió de regalo una motocicleta de la marca Harley-Davidson, pero luego la subastó. Sus gestos, como su papamóvil eléctrico, eran también una declaración de principios.