Washington [EFE]. El exvicepresidente y “amigo” de Barack Obama (2009-2017), , se ha valido de su experiencia, cercanía y moderación para recuperar terreno en este Supermartes y presentarse como el candidato ideal para batirse al presidente de , , en las elecciones de noviembre.

Después de que su campaña se diera prácticamente por muerta hace apenas una semana, Biden resurgió de las cenizas el sábado con una gran victoria en Carolina del Sur y este Supermartes arrasó en los estados sureños de Alabama, Oklahoma, Tennessee, Virginia, Carolina del Norte y Arkansas, en los que casi no había invertido recursos.

Las victorias del exvicepresidente no quedaron reducidas al conservador Sur, sino que también se llevó los estados de Minesota y Massachusetts, sobre el papel proclives a Bernie Sanders. Biden también lidera los escrutinios en Maine y Texas.

“Estoy aquí para informarles: ¡Estamos muy vivos! No se equivoquen al respecto”, exclamó un eufórico Biden esta noche en un mitin en una cancha de baloncesto en uno de los barrios más peligrosos de Los Ángeles, Baldwin Hills.

“Hace solo unos días -continuó- la prensa y los tertulianos declararon esta campaña muerta y luego llegó Carolina del Sur. Estamos creando una campaña que puede unir al partido y batir a Donald Trump”.

La elección del lugar para celebrar su actuación en el Supermartes tenía un fuerte simbolismo, ya que está situado al lado del Bulevar Obama, una calle que fue renombrada así en honor al expresidente en mayo del año pasado.

Y es que Biden, de 77 años, esgrime con insistencia sus ocho años al lado de su “amigo” Barack Obama en la Casa Blanca, como la guinda a una dilatada trayectoria política en el Senado de Estados Unidos. (1973-2009).

El ex vicepresidente presidencial demócrata Joe Biden se toma una selfie con sus seguidores después de dirigirse a un evento del Supermartes en Los Ángeles. (AFP)
El ex vicepresidente presidencial demócrata Joe Biden se toma una selfie con sus seguidores después de dirigirse a un evento del Supermartes en Los Ángeles. (AFP)
/ FREDERIC J. BROWN

Suele recordar, además, sus orígenes humildes en Scranton (Pensilvania) -su padre era vendedor de automóviles- en pleno corazón del cinturón industrial, que en 2016 dio la espalda a los demócratas y se decantó por Trump.

Puede apelar, por ello, a dos sectores demográficos que serán claves en las elecciones de 2020: la comunidad afroamericana y los votantes blancos de clase trabajadora, cuya confluencia permitieron las holgadas victorias del demócrata Obama en 2008 y 2012.

En las primarias progresistas debe hacer frente a un adversario interno insospechado hace apenas una década: el fulgurante ascenso del ala más izquierdista dentro del partido encarnada por el senador Sanders, que le acusa carecer de la valentía para enfrentarse a los poderes establecidos, como el financiero de Wall Street, y de no querer llevar a cabo los cambios estructurales que requiere el país.

La congresista Alexandria Ocasio-Cortez, una de las estrellas progresistas en ascenso y que hace campaña por Sanders, ha reconocido la creciente grieta en el seno de los demócratas al asegurar que “en cualquier otro país sería impensable” que Biden y ella estuviesen “en el mismo partido político”.

El exvicepresidente, por su parte, se ha encargado de reforzar su imagen de pragmático moderado, en contraste con la ambiciosa propuesta de Sanders de implementar un sistema de sanidad universal en Estados Unidos.

"Unos dicen que no saben cuánto va a costar, otros que más de 60 billones de dólares en los próximos 10 años, lo que supone más que doblar todo el gasto federal, con la explicación de que más tarde expondrán cómo van a pagar por ello", apuntó el Biden en un encuentro con seguidores en enero.

Los partidarios del ex vicepresidente presidencial demócrata Joe Biden asisten a un evento del Supermartes en Los Ángeles. (AFP)
Los partidarios del ex vicepresidente presidencial demócrata Joe Biden asisten a un evento del Supermartes en Los Ángeles. (AFP)
/ FREDERIC J. BROWN

“Creo que están metiendo un miedo del demonio a la gente”, agregó.

Su carisma es otro de sus puntos fuertes, algo que demuestra en sus cálidas y espontáneas interacciones con los ciudadanos y que le ha permitido llevar a su favor una de sus principales marcas de la casa: sus frecuentes meteduras de pata verbales.

“Soy una máquina de pifias. Pero, por Dios, qué cosa maravillosa comparada con un tipo que no puede decir la verdad”, ironizó a finales del pasado año al compararse con Trump.

Esta misma noche, durante el mitin de Los Ángeles, llegó a confundir antes de empezar a hablar a su mujer, Jill Biden, y su hermana, Valerie Biden.

En los últimos meses, junto a su hijo Hunter, se ha convertido en uno de los focos de atención en Estados Unidos después de que una llamada telefónica en julio entre Trump y su homólogo de Ucrania, Volodímir Zelenski, en la que le pidió abrir pesquisas contra los Biden por presunta corrupción en el país europeo llevase al presidente a un juicio político del que ha sido absuelto.

Biden también ha espoleado cambios que ahora enorgullecen a su partido: en 2012, afirmó que se encontraba “absolutamente cómodo” con el matrimonio homosexual, lo que forzó a Obama a acelerar su apoyo explícito a esas uniones y contribuyó a su legalización final por parte del Tribunal Supremo en 2015.

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