Kim Jong-un, máxima autoridad de Corea del Norte. (Foto: Reuters)
Kim Jong-un, máxima autoridad de Corea del Norte. (Foto: Reuters)
Virginia Rosas

Que no cunda el pánico. No estamos ad portas de una guerra y, menos aún, de una guerra nuclear. Si así fuera, Kim Jong Un habría dirigido su misil número 18 de este año hacia la isla de Guam -desde 1898 territorio “no incorporado” de Estados Unidos en el Pacífico- que posee un estatus similar al de Puerto Rico y abrita instalaciones militares estadounidenses en el 33% de su territorio. Ni los guameños, que saben que un proyectil norcoreano tomaría apenas 14 minutos en llegar hasta la isla, se impresionan con las declaraciones amenazantes del líder supremo de Corea del Norte, ni con las respuestas altisonantes del inefable presidente estadounidense.

El régimen norcoreano -que se sostiene gracias a la exacerbación de una amenaza permanente de Estados Unidos sobre su territorio desde la guerra de Corea, en 1950- responde de esta manera a las impresionantes maniobras militares conjuntas entre Estados Unidos y Corea del Sur, que se realizan al sur de la península. De paso le sirve para probar la trayectoria de sus proyectiles de mediano y largo alcance que- hay que repetirlo- no portan ojivas nucleares, pero le aportan credibilidad a su poderío militar y refuerzan la amenaza de ahogar la totalidad de Estados Unidos en caso de agresión. Pyongyang se burla de las sanciones que le aplica el Consejo de Seguridad de la ONU y está dispuesto a realizar un sexto ensayo nuclear subterráneo.

Para comprender lo que está en juego no hay que dejarse llevar por las respuestas belicosas que los jefes de Estado se sienten obligados a pronunciar para agradar a sus ciudadanos.

Como en los contratos, hay que aprender a leer la letra chiquita, lo que se dice entre líneas: China, principal aliada de Corea del Norte y que como tal funge de vocero no oficial del régimen, ha señalado que si la situación está tan álgida las presiones y las sanciones contra Pyongyang no resolverán el problema. Hay que “sentarse a negociar” dice Beijing. Y para negociar de manera apropiada no se puede llegar en plan desamparado. Primero hay que hacer una importante demostración de fuerza, que disuada al enemigo, y eso es lo que hace Kim Jong Un .

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