Hinchas de la selección de Bélgica celebran el triunfo sobre Brasil. (Reuters)
Hinchas de la selección de Bélgica celebran el triunfo sobre Brasil. (Reuters)
Redacción EC

"Todos juntos, todos juntos", gritaban la noche del viernes en la ciudad de Amberes miles de personas vestidas con la camiseta y la bandera de , tras el histórico triunfo de esa selección sobre Brasil en el Mundial de Fútbol de Rusia 2018, que significó el paso a semifinales. Una celebración que puede ser normal en este lado del planeta, pero que para los que conocen la historia del país europeo sorprende y, también, a muchos cautiva, ya que ven cómo un deporte es capaz de dejar de lado diferencias casi irreconciliables.

Porque lo que pasa con el equipo liderado por estrellas como Eden Hazard, Kevin de Bruyne, Thibaut Courtois o Romelu Lukaku es algo que va más allá de un solo logro deportivo. Es el reflejo de cómo dos pueblos profundamente divididos, pero que comparten un mismo Estado, como los flamencos y los valones (francófonos), pueden identificarse con una misma camiseta y generar un sentimiento de unidad casi inédito. Algo que la política, ciertamente, no ha podido lograr.

Primero, contemos la historia. Existen tres comunidades lingüísticas en Bélgica: la germanófona (alemán), la flamenca (idioma flamenco) y la francófona (francés). Las dos últimas son las más importantes y dominan las dos regiones del país, Flandes (flamenca, cuyos habitantes son mayoría) y Valonia (francófona).

El tema lingüístico, que marca la gran separación del país, se intensificó en la década de 1970, según explica la experta en Derecho Internacional y directora del Programa de Estudios Europeos de la Universidad de Concepción, Paulina Astroza. La división era evidente, y se acentuó con el tiempo.

"Bélgica fue establecida como un Estado unitario y de a poco se fue descentralizando, federalizando, y hoy día es un Estado federal, pero al cual lo une muy pocas cosas, muy poco. Casi todo se ha ido descentralizando y transfiriendo las competencias del Estado central justamente a las comunidades belgas. Entonces, la policía, la salud, la educación, todo se maneja separado allá, los francófonos por un lado y los flamencos por el otro, salvo Bruselas capital", ciudad que queda dentro de Flandes pero que es bilingüe, al ser la capital, explica la académica.

Es así como, agrega Astroza, "dentro de lo poco que los une, justamente el tema del fútbol, de la selección nacional, es un tema que a los belgas los une, no los divide. De hecho, la liga de fútbol de Bélgica, a diferencia de todas estas otras competencias, no está dividida, hay una sola liga de fútbol".

Y esta unidad se ha demostrado en diversos gestos. Para evitar controversias, por ejemplo, los hinchas belgas celebran y entonan gritos en inglés, mismo idioma con el que se comunican en la cancha los propios futbolistas. La idea, es no marcar diferencias ni herir susceptibilidades, porque "el tema lingüístico es un tema sensible en Bélgica", explica la profesora, pensando en momentos históricos como la obligación a los flamencos a hablar en francés en alguna época, lo que dejó una profunda herida.

Tiemblan los nacionalistas

Es así como esta unidad, ciertamente, sorprende, considerando la historia reciente de Bélgica, un país que batió un récord al estar más de 500 días sin poder formar gobierno al principio de esta década, al no existir consenso entre los partidos políticos. "Es un sistema parlamentario y más encima los partidos en Bélgica también son distintos, o sea existe el Partido Socialista valón y el PS flamenco", explica Astroza.

Esto se complementa con la irrupción de partidos nacionalistas y separatistas como el N-VA (Nueva Alianza Flamenca), cuyo líder es el alcalde de Amberes, Bart de Weber, quien busca la separación de Flandes de Bélgica como un Estado independiente. Es por eso que esta unidad alcanzada por el fútbol incomoda a esta colectividad.

Y es eso lo que sorprende a la directora del Programa de Estudios Europeos. "Yo vi hoy día imágenes en Amberes, que es la capital de Flandes, con todos los belgas flamencos gritando con la bandera belga. Los belgas ocupan poco la bandera, la han ocupado con los atentados terroristas de Bruselas y la ocupan para el fútbol. Entonces, efectivamente el fútbol a los belgas les crea un sentimiento de nación única, que normalmente en la vida cotidiana no tienen. Los flamencos se sienten distintos de los valones y al mismo tiempo ellos se sienten distintos de los bruselenses", explica.

Y agrega: "Efectivamente el fútbol tiene un impacto político en esto, y por eso que ver gritar a los belgas con una sola bandera y sentirse todos belgas aunque hablen flamenco, francés o alemán, es raro en un país tan dividido (...) Ver imágenes de Amberes, donde Bart de Weber es alcalde, donde él es el líder de la N-VA, donde su partido claramente es un partido secesionista que quiere separarse de todos y no está de acuerdo con ese sentimiento de que todos son belgas, quiere que se sientan flamencos; ver a toda la gente gritando ahí en Amberes, políticamente eso al interior de Bélgica es muy fuerte".

Tan fuerte como es ver a un equipo con una alta presencia inmigrante. Para Paulina Astroza, eso refleja la sociedad belga donde el 12% es inmigrante, algo que también molesta a los partidos nacionalistas. "En la N-VA no les agrada mucho, por un lado, ver a todos los belgas sintiéndose belgas y, por otro lado además, dentro de esos belgas, encontrar a personas que son originarias del Congo, Ruanda, Marruecos u otros países. Y la selección refleja esa realidad", afirma.

Por ahora, la selección de Bélgica sigue ganando partidos, con la mente puesta en llegar a la final de Rusia 2018 y alegrando a todo un país que se siente más unido que nunca. Toda una novedad.

Fuente: Emol,GDA

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