(Foto: AP)
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Ismael Monzón

En  se disputa una batalla política. Un campo que se juega en el terreno de lo visible y en el que las decisiones se toman de forma rápida y sonora para presionar al rival. En el mundo de las redes sociales, estos apresurados ritmos se aceleran todavía más. Pero en el Vaticano este concepto no existe. El poder no se debate en la esfera pública, sino en el más absoluto secretismo.

El Papa podrá ser el jefe de un Estado, pero sobre todo es el máximo responsable de una maquinaria diplomática colosal. Y esta herramienta ni es visible ni enseña sus cartas antes del final.






En el avión que lo traía de vuelta a Roma tras su viaje a Abu Dabi, al le preguntaron, como no podía ser de otra forma, por Venezuela. Y su respuesta fue que “para que se haga una mediación, se necesita la voluntad de ambas partes. Las condiciones iniciales son claras: que las partes lo pidan, siempre estamos disponibles”. Se le acusó de equidistante, pero dijo más de lo habitual de lo que suelta cualquiera de sus colaboradores. Bergoglio reconoció que “hay pequeños pasos” y que “el último es una mediación”. Una invitación a que el Gobierno y la oposición en Venezuela encuentren un mínimo punto de acuerdo.

El día anterior, Nicolás Maduro manifestó a través de una televisora italiana –la elección no fue casual– que le había mandado una carta al Papa pidiendo que mediara en la crisis. Fue una llamada más al diálogo y que le ha servido hasta ahora para ganar tiempo. Francisco había dejado una puerta abierta. Pero Juan Guaidó recogió el guante y esta misma semana utilizó la misma cadena de televisión para dirigirse también al pontífice: “Hago un llamamiento a todos aquellos que pueden ayudarnos, como el Santo Padre y todas las diplomacias, a que puedan colaborar al fin de la usurpación”. Es decir, que el Papa era bienvenido, pero solo para desalojar a Maduro.

—Neutralidad positiva—

En la Santa Sede esto no es lo que entienden por una voluntad de ambas partes. De modo que todos los canales están abiertos, pero no hay pasos concretos. Lo definió también, a su estilo, el secretario del Estado Vaticano, Pietro Parolin, que en entrevista con un canal católico italiano aseguró que “la actitud de la Santa Sede es de neutralidad positiva, no es la actitud de quienes se sientan delante de la ventana y observan de manera casi indiferente. Es la actitud de estar sobre las partes para superar el conflicto”.

La pregunta es: ¿qué significa esa neutralidad positiva? Porque no son pocas las voces que acusan a Jorge Bergoglio de una equidistancia que favorece a Maduro. A su regreso del reciente viaje a Panamá, fue aún más tibio, al ponerse del lado de “todo el pueblo venezolano” y asegurar que sería “imprudente” tomar partido por alguna de las partes. Los diferentes gobiernos podrán ejercitar la política hasta el extremo, pero en la diplomacia vaticana no habrá un paso en falso mientras haya dos líderes que se consideren presidentes legítimos del país.

Francisco reconoció, además, su temor de que una posible intervención vaticana termine igual que el fallido proceso de mediación iniciado en el 2016. De aquello “nació un ratoncito, nada, humo”, dijo también en el avión papal. En aquel momento recibió a Maduro en el Vaticano, ante las críticas de toda la oposición venezolana, y mandó a dos enviados de la Santa Sede que no lograron nada.

El pontífice nunca ha tenido un gesto de este tipo con los opositores, más allá de un apretón de manos en el 2013 con el ex candidato presidencial Henrique Capriles, que acababa de impugnar las elecciones presidenciales de aquel año. Pero ni siquiera este momento es como aquel, ya que una aproximación a Guaidó se interpretaría como un reconocimiento implícito.

—Canales abiertos—

Aun así, la neutralidad no significa inmovilismo. Los canales del Vaticano están siempre abiertos y activos. El secretario de Estado y jefe del aparato diplomático, Pietro Parolin, conoce bien la situación en Venezuela, pues fue nuncio en aquel país. Además, el año pasado nombraron como su número dos al arzobispo venezolano Edgar Peña Parra, demostrando que este tema preocupa y mucho en la Santa Sede.

También el superior de los jesuitas –congregación a la que pertenece Bergoglio–, Arturo Sosa, es venezolano. Y aunque todos ellos sean hombres muy cercanos al Papa, quien lo mantiene informado al detalle es el cardenal Baltazar Porras, nombrado por Francisco administrador apostólico de la diócesis de Caracas, en contra de la opinión de Maduro.

Tanto Porras como el resto de la Iglesia venezolana son muy críticos con el líder bolivariano. Y de hecho, esta misma semana emitieron un comunicado en el que afirmaban que “el pueblo está en la calle porque anhela un cambio”, al tiempo que reiteraron la petición para que entre ayuda humanitaria. Francisco se mantiene atento, pero no puede ser él quien dé el paso definitivo.

Mediaciones papales

►En el 2015, Francisco fue uno de los actores en el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, luego de más de 50 años de rivalidad. Las conversaciones que tuvo con Raúl Castro y Barack Obama derivaron en el acercamiento entre ambos países.

►En la década del 80, Juan Pablo II jugó un papel crucial contra el comunismo en los hechos que culminaron con la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría.

►En 1984, Chile y Argentina estuvieron a punto de librar un enfrentamiento bélico por la soberanía del canal de Beagle. La mediación de Juan Pablo II logró entablar conversaciones entre ambos países y el diferendo concluyó con la firma de un tratado de paz en el Vaticano.

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