(Foto: El Comercio)
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Redacción EC

. María (este no es su verdadero nombre) se levanta a las seis de la mañana. Desayuna, se pone un vestido y se prepara para entrar a trabajar a las nueve. Viaja sola desde su casa hacia la empresa. Una vez ahí, trabaja hasta las 18. Vuelve a su casa, nuevamente sola.

Cuando llega recibe un mensaje de WhatsApp de un número desconocido con una foto, donde se la ve a ella de lejos caminando por la calle, y un este texto: "Que lindo vestido tenías puesto hoy". Desde hace dos años, este es el acoso que sufre todos los días.

Tuvo un año de relación con Juan, un ex militar, quien en un principio era atento, pero que después empezó a tener actitudes que a ella le resultaban extrañas. Era celoso, hacía preguntas insistentes y la privaba de hacer ciertas cosas. Un día la intensidad de sus actitudes se agravó a tal punto, que terminó en un hecho de violencia física. A diferencia de otros casos, solamente eso fue suficiente para que María decidiera dejarlo y terminar todo. Él no pensaba igual.

A partir de este hecho, él comenzó un constante hostigamiento psicológico que dura hasta el día de hoy. Lo que al principio eran repentinas y sorpresivas visitas, pasaron a ser agresiones hacia su propiedad, su persona y su hijo menor de edad. A pesar de hacer las denuncias con prohibición perimetral tanto en la provincia de Buenos Aires como en la Capital Federal, su ex pareja encontró las formas de seguir acechándola.

María no contesta llamadas de números desconocidos o privados, porque él cuenta con las herramientas tecnológicas suficientes para ir cambiándolos y llamarla todos los días. Las conversaciones son breves, "Hola, ¿cómo andas?", pero perturbadoras. Prácticamente ya no usa sus redes sociales. "¿Para qué? Si solo voy a encontrar cientos de mensajes y fotos suyas", cuenta.

Una vez le envió la foto de una mujer desconocida recostada en la camilla de un hospital, con los ojos cerrados y conectada a un suero, mientras él le sujetaba la mano. Cuando llevó la foto a una comisaría para que se usara como evidencia de hostigamiento, los policías no reaccionaron de la forma que ella esperaba. "Me miraban como si les estuviera haciendo una joda, al borde de la risa", recuerda.

Los mensajes, los llamados y las fotos, son cosas de todos los días para ella, quien ha realizado varias denuncias policiales y judiciales contra su ex pareja, así como también contra la negligencia e inoperancia de las instituciones judiciales involucradas en el caso. Mientras espera que la Justicia avance con su destacado paso de de hombre, María vive bajo un constate estrés, sin saber cuándo y cómo será el próximo acercamiento de su ex.

Fuente: La Nación, GDA

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