Neymar, Mbappé y el mundo del deporte lamenta el incendio en la catedral Notre Dame. (Foto: AFP)
Neymar, Mbappé y el mundo del deporte lamenta el incendio en la catedral Notre Dame. (Foto: AFP)
Cristina Dreifuss

¿Cómo actuar cuando un edificio histórico sufre graves daños de un momento a otro?

Camilo Boito tiene una propuesta clara: “Consolidar antes de reparar y reparar antes que restaurar”. Esta frase ha sido citada múltiples veces frente a casos como el de de . Según dicha afirmación, lo primero que habría que hacer es evitar daños posteriores a la estructura tal y como está, luego, reparar con el fin de prevenir futuros problemas y, finalmente, si no hay otra opción o el funcionamiento del edificio lo requiere, restaurar lo que ha desaparecido. Quienes se dedican a la conservación de monumentos históricos entienden que la obra nueva, o la reconstrucción, debe realizarse con materiales y sistemas que hagan evidente que ha sido hecha en otro período, producto de otras circunstancias.

Francia ha lanzado un concurso internacional de arquitectura para reconstruir las partes perdidas y las opiniones se han dividido. ¿Se debe regresar a la imagen que todos recordamos, aun si esta es una creación del siglo XIX, distinta a la original? El concurso parece apuntar a esta idea, aunque, como se ha anunciado, esté abierto a debatir propuestas nuevas.

El edificio significa mucho para muchas personas en diversos contextos. Nunca se llegará a un consenso sobre qué hacer y cómo hacerlo.

Sí, Notre Dame es una iglesia y, como tal, su principal función debería ser el ritual, pero los años y las ideas han vuelto de esta una afirmación ociosa. Ha sido un símbolo de poder y opresión, una señal de esperanza, inspiración para artistas, suvenir en un llavero, fondo de selfie, establo, almacén, experimento estructural, hito urbano.

¿Cuál de estas es la verdadera función? ¿Son todas a la vez?

Al momento de decidir qué hacer con el monumento, no podemos ignorar un aspecto complejo y potente: lo que las cosas nos significan, desde un punto de vista subjetivo y afectivo.

El concepto de apego al lugar describe los vínculos emocionales que las personas establecen con los lugares. Si bien es más intenso en sitios que uno frecuenta, es posible desarrollar estos vínculos con otros lugares, que adquieren un significado que trasciende su presencia tangible. Estos lugares están presentes en la literatura y el cine, en relatos de viaje e historias de familiares y amigos; puede tratarse de lugares que uno visitó una única vez y, precisamente por eso, adquirieron un carácter especial en la historia personal. La publicidad contribuye a este proceso, al generar expectativa frente a un próximo viaje y al bombardearnos de imágenes, productos y recorridos en torno a dicho lugar.

Notre Dame engloba todo esto y más. Y, para bien o para mal, el efecto que tiene en nuestros afectos es inmediato y concreto: sentimos la pérdida del monumento como una pérdida personal. Esto explica hasta cierto punto los casi inmediatos ofrecimientos de donaciones de dinero que, según muchas críticas, bien pudo haber sido destinado a causas más urgentes como el calentamiento global o la desnutrición. Sin embargo, al no contar con una presencia mediática abrumadora, ser referente concreto o historia cercana, los afectos que nos generan otros problemas son menos intensos. Donar para la recuperación de la iglesia no hace a nadie indiferente a otro tipo de causas, pero sí establece cercanías y distancias entre unas y otras.

Al pensar en la nueva vida que tendrá Notre Dame luego del incendio, los afectos colectivos deben estar en el centro del debate, incluso si esto implica ciertas concesiones en los procesos clásicos de restauración. La iglesia, de todos modos, seguirá construyendo nuevos significados, en una historia subjetiva de múltiples capas y actores.