(Ilustración: Rolando Pinillos Romero)
(Ilustración: Rolando Pinillos Romero)
Luis Llosa Urquidi

Falta poco más de dos años para conmemorar el de nuestra . Un tiempo muy corto si pretendemos hacer una celebración acorde con la riqueza de nuestra historia y cultura. Una celebración que sea, a la vez, un legado para todos los peruanos y una reafirmación de los valores que continúan contribuyendo a la consolidación de nuestra identidad y proyecto como país.

No ser conscientes del poco tiempo que falta para el bicentenario puede hacer que lleguemos a la fecha sin más ideas o proyectos que una jornada de vistosos pasacalles y fuegos artificiales sin mayor trascendencia. Es decir, el Perú perdería otra oportunidad histórica, algo que ya hemos visto a lo largo de nuestra vida republicana.

El y otras instituciones del Estado ya tienen la misión y la intención de sacar adelante proyectos o acciones que celebren nuestros 200 años de historia como nación independiente. Pero es fundamental que el Estado utilice su liderazgo para sumar el dinamismo y la eficiencia de la empresa privada para este propósito. Su participación puede jugar un rol importantísimo en dinamizar los proyectos de conmemoración, sobre todo ahora que falta tan poco para el 28 de julio del 2021.

Para incentivar esta participación, pienso que el mecanismo de obras por impuestos es el más adecuado. Primero porque ya existe la norma, la que habría que complementar con una ley ‘fast track’ que permita agilizar su utilización. Todo esto en favor de realizar proyectos emblemáticos que podría aprobar el Estado a través del Ministerio de Cultura, por ejemplo.

La ley especial que planteamos debería tener una vigencia determinada (2021) y en cuanto a los montos utilizables, se podría destinar un fondo con una cifra determinada, de la que sean deducibles las obras por impuestos. Se evitarían así las comprensibles reticencias del Ministerio de Economía hacia normas que puedan atentar contra sus objetivos de planificación.

México, Argentina, Colombia y Chile, entre otros países de la región, ya han tenido procesos similares al conmemorar sus bicentenarios, experiencias que nos podrían ayudar a delinear este tipo de estrategias.

El bicentenario de nuestra independencia es una gran oportunidad para resaltar y enfatizar –ante el Perú y el resto del mundo– los valores de libertad, heroísmo y hermandad que hicieron posible el nacimiento del Perú como nación. Los tiempos de zozobra que la corrupción nos está haciendo vivir hacen todavía más necesaria una celebración que marque un antes y un después en nuestra historia, tanto por la calidad y trascendencia de los proyectos que se lleven a cabo como en el trabajo en conjunto que los haga posibles en los pocos meses que restan para julio del 2021. No desperdiciemos la oportunidad.