"La administración Biden no puede darse el lujo de triangular entre los halcones que quieren tratar a China como un enemigo y los progresistas desesperados por una acción dramática para prevenir catástrofes climáticas y de salud pública". (Foto:  MANDEL NGAN / AFP)
"La administración Biden no puede darse el lujo de triangular entre los halcones que quieren tratar a China como un enemigo y los progresistas desesperados por una acción dramática para prevenir catástrofes climáticas y de salud pública". (Foto: MANDEL NGAN / AFP)
/ MANDEL NGAN
Peter Beinart

El presidente estadounidense pasó sus primeros nueve meses en el cargo tratando de ganar influencia sobre : remendó las disputas comerciales con los aliados de . Fue el anfitrión de la primera reunión en persona de líderes del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral que forjó lazos más profundos entre Estados Unidos, India, Japón y Australia, todos los cuales se encuentran en la periferia del poder chino. Convenció a la OTAN, por primera vez en su historia, para que describiera a China como un desafío a la “seguridad de la alianza”. Engatusó al Congreso para que gastara un billón de dólares para reconstruir la infraestructura de Estados Unidos, lo que lanzó, en parte, como una forma de contrarrestar a China.

Luego, a principios de esta semana, el mismo día en que firmó el proyecto de ley de infraestructura, sostuvo su primera reunión formal con el presidente Xi Jinping. El mensaje era inequívoco: Estados Unidos trabajará con China para abordar los desafíos comunes mientras compite desde una posición de fuerza.

Tomemos como ejemplo el cambio climático. Este constituye el mayor peligro a largo plazo para la vida en Estados Unidos, y en todas partes. Debería ser la principal prioridad de la administración Biden cuando se trata de China. Pero no lo es.

Para reducir las emisiones de carbono, Estados Unidos debe cambiar rápidamente a fuentes de energía más limpias como la solar. El lugar más barato para obtener células solares es China. Pero la administración Biden ha defendido los aranceles de la administración Trump sobre la tecnología solar. ¿Por qué? Porque el equipo de Biden quiere debilitar el control de China sobre una industria preciada. Al hacerlo retrasa la transición de Estados Unidos lejos de los combustibles fósiles.

La administración Biden está trabajando para contrarrestar el gigantesco programa de infraestructura de la franja y la ruta de China, cuando las dos superpotencias podrían combatir el calentamiento global de manera más efectiva mediante la financiación conjunta de energía limpia en los países pobres. Y al representar a China como una amenaza, Biden justifica presupuestos más altos del Pentágono, lo que, dado el estatus del ejército estadounidense como el mayor productor institucional de gases de efecto invernadero del mundo, constituye un desastre climático en sí mismo.

Si el cambio climático constituye la mayor amenaza para la seguridad que enfrenta Estados Unidos, pandemias como el COVID-19, que ha matado a más estadounidenses que la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y las guerras en Vietnam y Corea combinadas, quedan en segundo lugar. Existe amplia evidencia de que la cooperación entre Estados Unidos y China salva vidas estadounidenses.

Tal cooperación podría parecer fantasiosa ahora dada la aguda divergencia entre Washington y Beijing en temas desde Taiwán hasta el Mar meridional de China y el abominable historial de China en materia de derechos humanos. Pero estas disputas existían cuando George W. Bush y Barack Obama también ocuparon el cargo, y esos presidentes elevaron la cooperación. Podían hacerlo porque la relación entre Estados Unidos y China era menos hostil en general.

Biden merece crédito por tratar de establecer una “barandilla” para que Estados Unidos y China eviten la guerra. Pero las barandillas no son suficientes. Las verdades incómodas del mundo de hoy requieren una cooperación mucho mayor entre Washington y Beijing.

La administración Biden no puede darse el lujo de triangular entre los halcones que quieren tratar a China como un enemigo y los progresistas desesperados por una acción dramática para prevenir catástrofes climáticas y de salud pública. Necesita elegir lo que más valora. Fingir no elegir también es una elección.

–Glosado, editado y traducido–

© New York Times