Ciudadanía imaginada, por Carla Sagástegui Heredia
Ciudadanía imaginada, por Carla Sagástegui Heredia

Ah, las presentes elecciones nos han sorprendido a algunos peruanos: hasta hoy no hay tema alguno que se haya debatido con propiedad, de los planes de gobierno pocos son serios, no se ha cumplido con los reglamentos electorales partidarios y, como era de esperarse, resultó en vano la prohibición de la clásica entrega de promesas y regalos.

En la prensa y las redes sociales el reclamo parece insuficiente. La mayoría ha preferido disfrutar de silencios, peleas e insultos. Eso significa que la cosa electoral, la forma del Estado y sus procedimientos no han sido incorporados por la mayoría de electores, para quienes elegir al presidente pareciera ser tan enmarañado como una pelea de gallos. 

¿Por qué? 

En algunas ocasiones he considerado que el dramático nivel de ránking de nuestra democracia podría deberse a la ausencia de temas indispensables en la educación secundaria que enseñen una ciudadanía funcional, democrática y política. Enseñarla bien y aprenderla bien, incorporarla, requiere que la comprendan con mediana profundidad profesores y estudiantes. 

Como las normas, los procedimientos legales, las funciones de los diferentes actores del Estado y la conciencia de cuáles son nuestros derechos humanos y los roles en los acuerdos públicos están explicados en libros y documentos. 

No discuto, sino celebro que en las escuelas los profesores y profesoras hayan desarrollado lógicas democráticas como apelar a votaciones o elegir sus representantes. Algunos me han contado que también los están incorporando en la convivencia entre colegas. Sin duda, estas prácticas mejoran nuestra convivencia y reconocimientos, y sensibilizan a alumnos, pero no bastan para enfrentarse a la complejidad que implica asumirse como ciudadano comprometido con los buenos gobiernos de un país multicultural. 

Desarrollar capacidades propias de la ciudadanía no solo implica una buena y políticamente correcta conducta personal. Tenemos que imaginar cuáles son los principales actores del Estado y qué podemos hacer para sentir que los servicios estatales son de calidad, que nuestro sistema judicial es justo y eficiente, que nuestras autoridades protegerán al vulnerable y su entorno contra cualquier amenaza, por más lucrativa que esta sea. 

Tampoco es mi intención acusar a ningún culpable, por lo cual quiero resaltar que la formación en ciudadanía no es un problema solo de un sector. Es injusto que una responsabilidad tan grande recaiga en el Ministerio de Educación. 

La formación de nuestros ciudadanos debiera ser un acuerdo de todos los pueblos, naciones, culturas, sociedades, profesiones, clases y géneros del Perú. Cada sector y poder del Estado tiene que convocar para encontrar nuestras maneras de conseguir ciudadanos lectores, seguros de sí mismos y capaces de participar en la construcción del bien común. 

(En otras ocasiones, me ataca el fantasma del complot, como a algunos de nosotros, y siento, con temor, que quizá a muchos políticos y funcionarios no les conviene un ciudadano que sabe muy bien cómo debiera funcionar nuestro Estado y que sabe que tiene el derecho a denunciar la corrupción).