¿Club de Toby en el 2016?, por Verónica Zavala
¿Club de Toby en el 2016?, por Verónica Zavala
Verónica Zavala

Esta semana se nombró a los tres miembros del directorio del Banco Central de Reserva del Perú (BCR) que le corresponden al Congreso. El Ejecutivo ya había nombrado hace algunas semanas a otros tres miembros y ratificado a Julio Velarde como su presidente. Mucho se ha comentado sobre estos nombramientos, especialmente los últimos, pero yo quiero centrarme en el hecho de que tendremos, hasta julio del 2021, un directorio con siete hombres y ninguna mujer. En mi opinión, esto implica un costo social que, a futuro, deberíamos exigir sea evitado. 

La participación de la mujer en la vida económica es una aspiración ética pero además es lo más inteligente para el bienestar de la sociedad en su conjunto. Lamentablemente, un estudio muy comprehensivo del World Economic Forum (WEF) nos indica que el Perú, en términos de igualdad de género, está en el puesto 80 de un total de 144 países en el ránking general, en el puesto 66 de participación laboral y en el puesto 111 en participación económica y oportunidades. 

Más aun, si bien la mitad de estudiantes son mujeres (en las universidades públicas son 47% y en las privadas 51%), lo cual el estudio del WEF reconoce poniéndonos entre los mejores países en acceso a educación, esto es dejado de lado una vez que la vida profesional comienza –lo que tiene un costo en términos de buen uso del talento, así como de frustración para miles de jóvenes–. Las mujeres están sobrerrepresentadas en empleos que pagan menos (enfermeras o maestras), subrepresentadas en los que pagan bien (gerentes, directoras de empresa, abogadas), son promovidas más lentamente que los hombres o se les paga menos aun cuando hacen la misma función. Es claro que hay un conjunto de elementos que explican esto, y ello no es la falta de talento que, como prueban los exámenes de coeficiente intelectual, está distribuido equitativamente, sino una combinación de prejuicios, estereotipos, de cargarle a la mujer toda la economía del cuidado (niños, ancianos, enfermos), entre otros. 

Hay estudios que han medido el desempeño corporativo cuando hay o no diversidad. Uno del Instituto de Investigación del Credit Suisse del 2012 encontró, específicamente para el caso de directorios, que empresas que contaban con al menos una mujer en ellos tenían desempeños con una rentabilidad 26% mayor respecto de empresas comparables con directorios conformados solo por hombres. Este es el costo –por la menor calidad de las decisiones– en una empresa privada, pero es razonable extrapolar que hay costos de este tipo en otra clase de directorios, como el del BCR. 

Es claro que la diversidad de genero aportaría (aun) mayor calidad a las decisiones del ente emisor, pero este no es el único costo por falta de diversidad. Al tratarse de la institución pública más técnica, con mayor prestigio y por tanto ser un referente para miles de jóvenes que estudian la carrera o la están empezando, el costo es mayor. El mensaje de dos poderes del Estado es el mismo: no encontraron mujeres a la altura del cargo. A pesar de que esto es similar a lo que ocurre en las autoridades monetarias de México, Chile y Colombia, en que de 17 miembros solo una es mujer, hay dos elementos que, a mi juicio, agravan esto en el caso comentado. El primero es que en el Perú se nombra a los siete directores al inicio de cada gobierno, con lo que hay espacio –si hubiera voluntad política– para balancear en términos de género y experiencias profesionales relevantes, pues se tiene una mirada de conjunto (en dos de los otros tres países los nombramientos son escalonados). 

El segundo es que en ninguno de esos tres países se ha bajado tanto la valla técnica: ninguno de los 17 directores carece de estudios de postgrado (12 son PhD en Economía, dos son abogados con largas trayectorias en banca pública y privada y tres son economistas con solo maestrías, aunque en universidades de reconocido prestigio), como es el caso de dos de los nombrados por el Congreso. Es decir, claramente se ha postergado a mujeres con calificaciones académicas y trayectorias más idóneas. Esto es relevante porque en ninguna entidad ocurre con mayor claridad que en los bancos centrales que la formación académica cuenta. No solo sirve para hacer bien el trabajo, sino que proyecta confianza a los mercados nacionales e internacionales respecto de la seriedad en la política monetaria de un país. 

En el Perú, hay mujeres economistas brillantes, con maestrías, doctorados y trayectorias técnicas muy reconocidas que se pudieron convocar pero no lo fueron. A mi juicio, las autoridades tienen una enorme responsabilidad al hacer un nombramiento. Especialmente uno tan técnico y con tanto impacto en el desarrollo económico. Por ello deben hacer una búsqueda que nos garantice a todos los peruanos que los mejores y más preparados fueron elegidos. Y esa responsabilidad, en un país moderno y casi bicentenario, incluye mirar más allá de lo obvio y conocido. 

En mi opinión, hay una segunda responsabilidad: aportar desde el poder para romper los estereotipos de género que existen. Estos estereotipos nos “impiden” ver como idóneas para ciertos cargos a las mujeres. Son estereotipos inconscientes y no reflejan necesariamente los valores que se tienen, pero ser conscientes de que tenemos el prejuicio es el primer paso para mitigar sus efectos. Sería muy positivo que, al hacer nombramientos, se dé mayor espacio a mujeres competentes y preparadas, para así decirles a todas las niñas y jóvenes que estudien y se esfuercen, pues no hay límites para lo que pueden lograr.