Autoridades de los tres poderes del Estado, así como de organizaciones civiles y eclesiásticas acudieron a la ceremonia por los 195 años del Congreso. (Foto: Dante Piaggio / El Comercio)
Autoridades de los tres poderes del Estado, así como de organizaciones civiles y eclesiásticas acudieron a la ceremonia por los 195 años del Congreso. (Foto: Dante Piaggio / El Comercio)

El Congreso está de aniversario, cumple 195 años. El contexto de la celebración es complicado, las circunstancias no son las mejores; pero, ¿acaso la vida de nuestra patria ha sido o es fácil? No, nunca la ha sido, por el contrario, tenemos muchos retos por enfrentar, los cuales exigen el mayor de nuestros esfuerzos.

Un insigne peruano, ejemplo de amor por la patria, José Faustino Sánchez Carrión, tenía la esperanza de que nuestra tierra llegara “al último punto de engrandecimiento”, lo que requería la eliminación de la fatal discordia. En ese momento, la declaración de independencia no se reducía a la pura expresión sino que se pretendía, en sus propias palabras, que la “población se centuplique: que esas costumbres se descolonicen; que esa ilustración toque su máximum y que al concurso simultáneo de estas medras, no solo vea nuestra tierra empedradas sus calles con oro y plata, sino que de cementerio, se convierta en patria de vivientes”, de hombres libres.

No debemos ser atrapados por el encono porque elimina toda posibilidad de engrandecimiento común. Cumplamos nuestro deber mediante la realización bien hecha de nuestras obligaciones. “El mejor servicio de un hombre a su país es trabajar bien y servir a través de él”.

Es decir, quienes hemos sido elegidos por el pueblo en elecciones democráticas tenemos una obligación mucho más relevante, de servicio al país, y de mostrar una conducta ejemplar, coherente, leal y responsable dejando de lado, incluso, intereses personales legítimos.

Si hemos asumido la doctrina y la ideología de un partido político, tenemos que aprender a respetarlas y orientar las acciones individuales hacia la decisión común. Solo de esta forma contribuimos a consolidar los partidos políticos como organizaciones representativas de la sociedad y, de paso, mejorar la legitimidad del sistema democrático.

Un insigne maestro, de los que han contribuido a la formación de nuestra mente y espíritu, Miguel de Althaus, se preguntaba por qué el Perú perdió la guerra con un país vecino, y lo atribuía a una serie de factores, quizás el más importante, la ausencia de una identificación colectiva con el país, que todavía nos falta fortalecer.

Asimismo, cuando comparaba el desenlace monárquico de Francia e Inglaterra, resaltaba la capacidad de la corona británica para adaptarse a las nuevas circunstancias y llegar a acuerdos con beneficios generales. Es decir, la conducta orientada a respetar valores comunes siempre reporta resultados favorables para todos.

Tenemos, entonces, un compromiso individual pero un objetivo común. Como señala José de la Puente debemos rescatar de la historia, de nuestra historia, la idea de continuidad, la capacidad y derecho de contribuir, en forma individual y colectiva, con el engrandecimiento de nuestra patria: “Somos fruto de la historia y al mismo tiempo hacemos –todos– historia”.

Especialmente los políticos tenemos el deber de cumplir nuestro compromiso moral, actuar correctamente y en beneficio de la comunidad peruana. En ese sentido, formulo un llamado a todos mis colegas parlamentarios, a materializar la idea de Sánchez Carrión, de hacer realidad su visión de país, en libertad, armonía y tolerancia.