"Durante estas décadas he visto mujeres fuertes, emprendedoras, luchadoras incansables, a pesar de ser discriminadas en sus derechos". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Durante estas décadas he visto mujeres fuertes, emprendedoras, luchadoras incansables, a pesar de ser discriminadas en sus derechos". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Gloria Montenegro

Casi todos nosotros conocemos a personas que nacieron cuando en el Perú las mujeres no votaban; es decir, antes del 17 de junio de 1956. En esos años, parecía normal que las mujeres no voten, y las voces del cambio, las que deseaban el voto femenino, lograron consolidar este gran objetivo. Ellas también superaron muchas barreras y resistencias.

Quienes estaban en contra decían que ello solo dificultaría los procesos políticos esenciales, que se limitaba la libertad de las instituciones políticas y sus integrantes; en otras palabras, casi lo mismo que opinan ahora sobre la paridad y alternancia. En esencia, esto es muy grave, pues se viene afectando la verdadera democracia.

No hemos estrenado aún nuestro derecho a la paridad y la alternancia que le dará a la mujer en la vida política las mismas oportunidades que al hombre. Lo que sí tenemos es una cuota del 30% de mujeres como mínimo para conformar listas parlamentarias, regionales y municipales. ¿Cómo nos fue con ese intento?

Las estadísticas nos dicen que en el Congreso las mujeres representan solo el 29,23%; ninguna mujer fue elegida gobernadora regional y solo siete fueron elegidas alcaldesas provinciales, representando un escaso 3,6%, entre otros datos aun más desalentadores.

Es necesario decirlo, este sistema de cuotas fracasó en el objetivo de lograr la igualdad de las mujeres en la participación política, pero también fracasó la organización interna de los partidos políticos, no solo por la calidad de sus representantes sino por un tema de igualdad de género. Tenemos a los peruanos en contra de los partidos, los políticos y el sistema.

Una realidad que es necesario mencionar es que la mujer cumple un doble o un triple rol. Podemos querer, pero el poco tiempo y la falta de facilidades para hacer política que tiene una mujer agricultora, andina, obrera, ejecutiva con hijos, o sin ellos, o con discapacidad limita sus anhelos. Durante estas décadas he visto mujeres fuertes, emprendedoras, luchadoras incansables, a pesar de ser discriminadas en sus derechos, pero constantes en sus ideales políticos y sociales.

Cuando ya se haya nivelado el piso, cuando los años de participación igualitaria promovida por la ley haya dado sus frutos, posiblemente estas cuotas ya no sean necesarias. La paridad y alternancia forma parte de los esfuerzos concretos del actual gobierno para mejorar la democracia y la confianza en esta. A través de la Política Nacional de Igualdad de Género y las reformas afines, como “valor agregado”, tendremos valiosos seres humanos que reemplazarán, en los roles políticos, a quienes nos defraudaron.

Debemos promover que las mujeres sean el motor del crecimiento inclusivo en nuestro país. En este punto los partidos políticos son agentes de desarrollo desde una visión más programática que ideológica. Queda en nosotros el compromiso de prepararnos, desarrollar y ejecutar programas y proyectos viables en beneficio de nuestra población y en la construcción de mejores partidos políticos.

No pedimos favores ni regalos, no queremos ventajas por nuestra condición de mujer, es tiempo de hacer viables nuestros derechos, es un tema de justicia y de mejorar nuestra incipiente democracia.

Miremos con esperanza una nueva clase política que representará a nuestro país pluricultural, multiétnico y rico en su diversidad. El Perú consolidando la existencia civilmente plena de las mujeres.