(Ilustración: Raul Rodriguez)
(Ilustración: Raul Rodriguez)
Anna Zucchetti

Tres recientes de “Cuarto poder” han puesto la lupa sobre la gestión del Servicio de Parques de Lima (), señalando incompetencia en las obras del proyecto Huaycán Verde, flagrante corrupción en la gestión de espacios concesionados en los parques, y supuestos pagos de favores al diario “Expreso” a través de la compra de encartes sobre la historia del Perú que habrían servido –a cambio– para opacar denuncias sobre una presunta negociación secreta de Castañeda con la empresa OAS para anular el proyecto Río Verde y construir el tristemente famoso ‘by-pass’ de 28 de Julio. Estas acusaciones se suman a las denuncias de desfalco realizadas en el 2016, que culminaron en la renuncia de todo el directorio de Serpar.
El recambio de funcionarios, sin embargo, no parece haber surtido efecto. Dichos reportajes han sugerido que la corrupción sigue campeando y se evidencia el abandono y retraso de las obras en los nuevos parques de Villa María del Triunfo y Santa Rosa, así como en El Agustino, Los Olivos y Comas.

En el 2011, Serpar inició la inversión más grande en parques zonales en la historia de Lima: S/350 millones se destinaron a la habilitación de espacios verdes equipados con grandes centros culturales (CREA) y escenarios polideportivos de estándar internacional, en una apuesta por crear grandes centralidades para la promoción de la cultura y el deporte. Esa apuesta se articulaba al proyecto de los Juegos Panamericanos 2019 y a la designación de Lima como Plaza Mayor de la Cultura Iberoamericana en el 2014. Los proyectos recibieron los galardones Premio Ciudadanos al Día y Creatividad Empresarial de la UPC, además de reconocimientos de las ciudades de Medellín y Barcelona.

Hoy, sin embargo, cinco grandes CREA y cinco polideportivos están cerrados y se muestran como tristes catedrales que rinden homenaje a la incompetencia y corrupción. A este panorama se suma el parque José María Arguedas (El Migrante), inaugurado en diciembre del 2010, que tampoco ha sido abierto al público, dejando a las familias y los niños de los cerros San Cosme y El Pino sin un espacio seguro para el juego, la cultura y el deporte.

Todo es más dramático aún. Con la infraestructura que languidece, también lo hacen todos los servicios públicos que llegaron a atender a más de 8 millones de limeños cada año. En los parques de Serpar, la agenda deportiva contaba con 18 disciplinas atléticas, y los talleres educativos (en danza, teatro y artesanía) se articulaban con grupos culturales locales en un verdadero trabajo de participación ciudadana.
Desde que el alcalde Castañeda inició su gestión, todo eso ha sido increíblemente suspendido. Hoy en Serpar no existe un equipo de gestión cultural y deportiva, tampoco hay presupuesto para ello. La gestión de la municipalidad no sabe explicar qué pasó con los contratos de obras firmados con las Naciones Unidas ni con los S/34 millones de saldo que dejamos en el 2011. Tampoco sabe justificar qué ha pasado con el presupuesto anual de Serpar que, desde el 2012, se acercaba a los S/100 millones anuales, gracias a una gestión eficiente y transparente en la recaudación de aportes por habilitaciones urbanas y contratos con concesionarios.

Más allá de las riñas ideológicas, los políticos de nuestro país no pueden ser tan mezquinos y dedicarse a suprimir, de un plumazo, los logros de las anteriores gestiones. Si tenemos que cambiar la política en el Perú, comencemos por la actual gestión municipal, que muestra lo peor de ella. Además de no planificar nada (¿qué sucedió con el Plan Urbano de Lima al 2035 en el que tanto se trabajó?), el alcalde Castañeda ha destruido las conquistas que ya existían. Parece que para los actuales funcionarios, apasionados por los héroes del Perú, financiar encartes publicitarios es más importante que apoyar el deporte y la cultura. La gestión de Serpar merece una exhaustiva investigación de la contraloría y sus cuentas deben ser explicadas a todos nosotros, ciudadanos y usuarios de los parques.