Costa fragmentada, por Aldo Facho Dede
Costa fragmentada, por Aldo Facho Dede
Aldo Facho Dede

La Costa Verde de Lima (CVL) debería ser uno de los grandes espacios simbólicos de la ciudad, como también lo son el Centro Histórico con el río Rímac y el Santuario de Pachacámac. Como menciona la periodista Patricia del Río (El Comercio, 6 de enero del 2016), lo que podemos apreciar al recorrerla es una sumatoria de eventos atomizados e inconclusos, siendo la única obra de carácter integral la vía rápida ampliada a tres carriles, proyecto concebido e iniciado en la gestión anterior de Luis Castañeda y continuado en la gestión de Susana Villarán. 

Aunque suene absurdo, esta realidad tiene lógica, pues la CVL como espacio continuo no existió hasta que al arquitecto Ernesto Aramburú propusiese volcar en el litoral limeño la tierra excavada producto de la construcción de la Vía Expresa Paseo de la República(1967). Esto protegería el acantilado de la erosión marina y generaría un malecón-autopista para descongestionar la ciudad, aprovechando las bajadas naturales para conectarse a los distritos vecinos. La visión de Aramburú era dotar a Lima de una gran playa desde Chorrillos hasta San Isidro, y que luego debería continuar hasta La Punta. 

Conforme se va tomando conciencia de este nuevo espacio urbano, empiezan los intentos por regularlo y administrarlo, siendo los municipios costeros los primeros en tomar acciones sobre su aprovechamiento. En 1980, durante el gobierno del arquitecto Fernando Belaunde, se instala la primera comisión de alto nivel para definir el proyecto Costa Verde, cuyo principal objetivo fue construir una visión integral para poder emprender las grandes obras de infraestructura, vivienda y espacios recreativos. 
Recién en 1995 se formaliza por medio del Decreto Supremo 01-95-MTC la propiedad de los terrenos a favor de los municipios que, al amparo del Plan Maestro de Desarrollo (PMD), estarían facultados para emitir autorizaciones y adjudicar derechos. 

En el mismo decreto se crea la Autoridad del Proyecto Costa Verde, conformada por los municipios involucrados y la Municipalidad Metropolitana de Lima, que tendría como principales atribuciones planificar y regular el uso del espacio urbano, y ratificar o rechazar las acciones de los municipios al amparo del PMD. Estas facultades han sido muy difíciles de implementar, debido a que operativamente la “autoridad” no ha sido efectiva, como tampoco la autonomía y recursos necesarios para poder ejecutar el PMD; mientras que los municipios (que sí tienen autoridad y autonomía) individualmente no tienen facultades ni recursos para poder resolver la planificación integral. 

El resultado es lo que actualmente vemos: proyectos superpuestos, inconexos e inconclusos (malecones, puentes, pasarelas, etc.), aprovechamiento dispar del espacio urbano (restaurantes, ferias, marinas, espacios deportivos, rellenos, etc.), edificaciones que vulneran las normas generando gravísimos e irreversibles daños al acantilado, playas inaccesibles y peligrosas y caos vehicular en las conexiones con la ciudad en la parte superior del acantilado.

El arquitecto Enrique Bonilla (El Comercio, 29 de octubre del 2015) mencionó la oportunidad que significaba la elaboración de un nuevo PMD, debiendo tener prioridad la preservación del entorno natural potenciando el uso recreativo. Su propuesta tiene mucho sentido, pero lo que primero debería resolverse es quién (y no quiénes) tiene la responsabilidad integral sobre el espacio físico de la CVL (con autoridad, autonomía, recursos y metas) y, a partir de ello, rediseñar el rol de los distritos colindantes. Si no estaremos de nuevo ante un collage de buenas ideas sin sustento económico y de gestión.

Existen ejemplos notables de recuperación de frentes marítimos y fluviales (Barcelona, Londres, Río de Janeiro, Buenos Aires, etc.), y si algo tienen en común es que se enmarcan en un plan estratégico de desarrollo urbano, teniendo una única autoridad responsable y un gran proyecto detonante que es usado como pretexto para gatillar la transformación. 

Creo que la frase de Julián Marías: “La ciudad no la hacemos los habitantes, sino que la heredamos de nuestros antepasados”, nos obliga a ver el futuro que se construye en el presente. Asumamos nuestro rol histórico.