"Los ciudadanos de cada país deben entender que si no defienden hoy las instituciones que protegen a las minorías, mañana los objetivos de los ataques pueden ser ellos mismos". (Ilustración: Rolando Pinillos Romero)
"Los ciudadanos de cada país deben entender que si no defienden hoy las instituciones que protegen a las minorías, mañana los objetivos de los ataques pueden ser ellos mismos". (Ilustración: Rolando Pinillos Romero)
Ngaire Woods

Con la súbita revocación del estatuto especial constitucional para las regiones de Jammu y Cachemira, la India se ha convertido en el ejemplo más reciente de una importante que actúa contra una comunidad minoritaria en pos de la popularidad inmediata. A partir de ahora, Cachemira estará bajo control más directo del Gobierno de Nueva Delhi, y los nacionalistas hindúes están encantados. Mientras tanto, los arreglos constitucionales que se venían manteniendo cuidadosamente están en pedazos.

En el Reino Unido, el primer ministro se comprometió a abandonar la Unión Europea con o sin la “salvaguarda” que protege los acuerdos fronterizos entre Irlanda del Norte (bajo control británico) y la República de Irlanda. Con su postura intransigente (que ignora totalmente las inquietudes del electorado norirlandés), Johnson busca unificar a sus partidarios ingleses ‘probrexit’, aunque eso signifique poner en riesgo la frágil paz y prosperidad en Irlanda.

En la otra gran democracia del mundo, el presidente apela a la demonización reiterada de los hispanos para unificar a sus partidarios. La comunidad hispana ahora paga un alto precio por esa retórica, como evidencia la masacre en El Paso (Texas).

La destrucción de viejas protecciones otorgadas a las minorías es parte de una tendencia más amplia en las democracias de todo el planeta. Tres preocupaciones destacan. En primer lugar, los políticos están poniendo en riesgo la posibilidad de los ciudadanos de discutir, manifestarse y debatir sin la amenaza de la violencia. Los líderes políticos profundizan las divisiones sociales enfrentando a un “nosotros” contra un “ellos” que incluye a extranjeros, migrantes, minorías, la prensa, los ‘expertos’ y la ‘élite’.

En la India, grupos de defensa de derechos han acusado al gobernante Partido Popular Indio de de crear un “clima de impunidad” para la violencia colectiva. En Estados Unidos, muchos creen que Trump está haciendo lo mismo; como ejemplo, señalan sus tuits racistas contra cuatro congresistas demócratas pertenecientes a minorías étnicas. Durante la campaña por el ‘brexit’, usuarios de Facebook recibieron mensajes con la insinuación de que la permanencia en la Unión Europea dejaría al país vulnerable al ingreso de 76 millones de migrantes turcos. Una encuesta reciente recoge un preocupante aumento de los casos de maltrato con motivaciones raciales, discriminación y ataques contra británicos de minorías étnicas.

En segundo lugar, tras llegar al poder por medio de elecciones democráticas, estos líderes están tratando de debilitar las instituciones independientes y los controles a su poder. Trump, por ejemplo, invocó poderes extraordinarios para obtener la financiación para su muro en la frontera con México. Johnson no descarta una suspensión del Parlamento a fin de concretar el ‘brexit’, mientras en la India un integrante del partido oficialista acusó al gobierno de Modi de “diezmar” las instituciones constitucionales del país, incluidas la Suprema Corte, la agencia nacional de investigaciones, el banco central y la comisión electoral. Los ataques a la independencia de las instituciones dejan a las minorías particularmente vulnerables.

Finalmente, hay un riesgo de que el poder político en las democracias se personalice. Se está apelando al clientelismo, a la influencia personal y al otorgamiento de favores para crear lealtad al líder; y a los que caen en desgracia se los hostiga hasta que renuncian o se los despide. Diversos líderes políticos también hacen intentos cada vez más osados para silenciar a los medios y a la comunidad empresarial, o de cooptarlos mediante privilegios especiales. La personalización del poder reemplaza los procesos formales y justos con decisiones discrecionales y favores. Erosiona el principio democrático de que todos los ciudadanos (incluido el jefe de Estado) están sujetos a las leyes, y de que los políticos ejercen un poder delegado.

Muchos votantes se han indignado por las acciones de Modi, Johnson y Trump. Pero otras democracias también están en problemas. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu; el húngaro Viktor Orbán; el presidente filipino, Rodrigo Duterte, y el brasileño Jair Bolsonaro han sido acusados de conducta inconstitucional. No obstante, los cuatro siguen agitando divisiones, debilitando las instituciones y pasando por alto conflictos de interés que en muchos casos involucran a familiares.

La mera denuncia pública de esos líderes no los hará cambiar. Todos ellos son expertos en desestimar alegremente sus errores y en no asumir su responsabilidad. En vez de apelar solo a la indignación, los demócratas deben aplicar con rigor las reglas que previenen la personalización del poder y defender las instituciones que protegen a individuos y minorías.

Los ciudadanos de cada país deben entender que si no defienden hoy las instituciones que protegen a las minorías, mañana los objetivos de los ataques pueden ser ellos mismos.

Traducción: Esteban Flamini.
–Glosado y editado–