Economía social de mercado, por Alberto Beingolea
Economía social de mercado, por Alberto Beingolea
Redacción EC

Tal vez el mayor problema del en los últimos años ha sido el comunicacional. Confirmando esta autocrítica, El Comercio sostuvo en un que una razón del supuesto desencuentro del electorado con las propuestas pepecistas sería la confusión generada por la economía social de mercado (ESM), aporte fundamental del PPC a la política peruana en la Constituyente de 1978 y recogida en el artículo 58 de nuestra actual Constitución.

El término fue acuñado por el economista alemán , quien, teniendo como antecedente al ordoliberalismo de Friburgo, aterrizó las ideas que en materia económica planteaban las encíclicas “Rerum novarum” y “Quadragesimo anno”.

Tras la Segunda Guerra Mundial, los aliados, seguidores de las ideas económicas de Friedman, trataron de imponer en la Alemania Occidental las bondades del liberalismo contemporáneo. Sin embargo, el canciller Konrad Adenauer y su ministro Ludwig Erhard optaron por la ESM. La aplicación de este modelo fue todo un éxito y condujo muy rápido al renacimiento alemán. Más recientemente, por cierto, le ha permitido a ese país atravesar a salvo la grave crisis económica sufrida por Europa. Es decir, han sido setenta años de éxito sostenido.

En términos sencillos, la ESM cree en las bondades del mercado como generador de riqueza, pero al mismo tiempo en la necesidad del Estado para controlar los posibles excesos que puedan terminar en la explotación de los menos favorecidos. Basándose en la libertad del hombre, propugna que él decida a su buen entender qué, cómo, cuándo y cuánto producir; qué vender y qué comprar. Pero a diferencia de la propuesta de libre mercado, la ESM introduce el factor de justicia, entendida como la búsqueda de equidad en las relaciones humanas. Observando que el propio desarrollo del mercado suele terminar en el abuso de quienes tienen mayor éxito, generando una injusta competencia, se le asigna al Estado el papel de garante para que se cumplan siempre condiciones mínimas. Como dice la propuesta del PPC: “Progreso para todos”. 

El mejor resumen se formuló en la Quinta Convención del Partido Demócrata Cristiano Alemán, realizado en Hamburgo: “Tanto mercado cuanto sea posible para fortalecer la iniciativa privada, la disposición al rendimiento y la responsabilidad hacia sí mismo de los individuos, y tanto Estado cuanto sea necesario, para garantizar la competencia y el ordenamiento social y ecológico del mercado”. Una propuesta tan alejada de la planificación e intervención estatal como del liberalismo a ultranza que ha fracasado, por ejemplo, para contener los excesos financieros que casi derrumban su propio sistema en la última crisis económica mundial.

Es una propuesta que en términos económicos entiende que ningún desarrollo puede ser sostenido si descansa sobre la miseria de algunos. Que esto más bien amenaza la paz y conduce a pérdidas económicas e inestabilidad social.

Es una propuesta que no olvida que la economía debe estar al servicio del hombre y no al revés. Por tanto, sujeta a imperativos morales. Ya decía Juan Pablo II: “La libertad económica es solo un elemento de la libertad humana. Cuando aquella se vuelve autónoma, es decir, cuando el hombre es más considerado como un productor o un consumidor de bienes que como un sujeto que produce y consume para vivir, entonces pierde su necesaria relación con la persona humana y termina por alienarla y oprimirla”.