Se acerca el metaverso. Alguna vez fue una fantasía de ciencia ficción, pero los avances tecnológicos han acercado lo suficiente esta transformación de la sociedad humana a la realidad como para exigir que consideremos sus consecuencias.
En el metaverso, un usuario puede seleccionar un avatar digital, como un personaje de un videojuego. A través de los ojos de su avatar, experimentarían una realidad digital tan activa y atractiva como la física. Algunos futuristas creen que pronto podríamos asistir a las citas con el médico o asistir a clases allí.
Pero si bien el metaverso podría revolucionar el trabajo y el juego, es fundamental desconfiar de los peligros que surgirán si subsume la vida cotidiana.
Los entornos virtuales potenciarán las campañas de desinformación, espionaje y vigilancia. Las luchas por el control de la infraestructura física del metaverso podrían muy bien agravar los conflictos globales. Y la naturaleza supranacional del metaverso, donde las fronteras del mundo real se vuelven mucho menos relevantes, podría revolucionar la forma en que los individuos perciben e interactúan con los Estados.
No anticipar estas posibilidades puede poner el orden mundial global en riesgo de ser reemplazado por uno virtual y quizá menos virtuoso.
Hoy, los destellos del metaverso están por todas partes. Los conciertos virtuales atraen a un público récord, los diseñadores de alto nivel venden moda virtual y los juegos se han convertido en un medio de vida para personas de todo el mundo.
Ya existe evidencia de que los juegos multijugador en línea pueden permitir la propagación de desinformación y teorías de conspiración. El metaverso podría permitir a regímenes motivados o grupos extremistas dar un paso más. Las capas inmersivas de texto, voz y elementos visuales en entornos virtuales proporcionarían formas nuevas y convincentes de transmitir contenido engañoso o extremista.
En entornos donde las personas pueden ser representadas por avatares seudónimos, saber en quién confiar la información sensible será aún más difícil. Esto podría allanar el camino para una nueva era de espionaje. Incluso, es probable que tanto los países como las empresas puedan utilizar el metaverso para participar en la vigilancia con mayor sofisticación.
China podría controlar efectivamente la columna vertebral del metaverso en muchos rincones del mundo, gracias a su iniciativa Digital Silk Road, que financia los sistemas de telecomunicaciones de algunos países.
Este tipo de infraestructura física, a su vez, será vulnerable a la piratería y las interrupciones de la cadena de suministro. Si las personas poseen propiedades, se ganan la vida y mantienen comunidades en el metaverso, entonces la escasez de hardware o las interrupciones del servicio podrían poner en peligro los medios de vida o socavar la estabilidad social.
A pesar de estas amenazas, el metaverso también tiene el potencial de mejorar los asuntos globales. La diplomacia internacional se puede llevar a cabo con la misma facilidad en embajadas virtuales. Las naciones más pequeñas y menos poderosas pueden encontrarse en un campo de juego más nivelado, mejor capacitadas para permanecer en la mezcla en los asuntos globales o quizás para forjar alianzas inverosímiles.
Los entornos virtuales también se han mostrado prometedores para los activistas que se resisten al autoritarismo digital. Es posible que el metaverso traiga nuevas promesas de libertad y transparencia a través de las fronteras.
Pero las consecuencias del metaverso pueden ser incluso más radicales. El metaverso puede haber nacido en la ciencia ficción, pero depende de nosotros escribir un futuro basado en una realidad clara.
–Glosado, editado y traducido–
© The New York Times