
El regreso de Donald Trump ha generado temores de que la transición energética mundial se revierta. El presidente de Estados Unidos ha prometido “drill, baby, drill” ( impulsar la producción de hidrocarburos), revertir las regulaciones ambientales y poner fin a la “nueva estafa verde”. A medida de que la Tierra continúa calentándose y las métricas de descarbonización aún están rezagadas con respecto de las vías científicas de cero emisiones netas, a muchos les preocupa que estemos a punto de presenciar una desaceleración mundial en el alejamiento de los combustibles fósiles.
Pero Trump no pudo acabar con la transición verde en su primer mandato, y tampoco lo logrará esta vez. La razón es simple: los avances tecnológicos, las empinadas curvas de aprendizaje y la caída en picada de los costos han hecho que las fuentes de energía limpia sean más baratas que los combustibles fósiles.
En Estados Unidos, Trump ya está tomando medidas para relajar las regulaciones ambientales y climáticas, promover la producción nacional del petróleo y gas, apoyar las perspectivas de las centrales eléctricas y poner fin a los incentivos para la adopción de energías limpias y vehículos eléctricos. Con la ayuda de las mayorías republicanas en el Congreso, Trump buscará derogar aproximadamente la mitad de la Ley de Reducción de la Inflación, incluido el apoyo a los vehículos eléctricos y la energía eólica marina.
Sin embargo, ningún edicto de Washington puede detener el avance de la transición energética estadounidense. A pesar de las afirmaciones de Trump de una “emergencia energética nacional”, Estados Unidos ha sido un exportador neto de energía desde el 2019 y produce más petróleo que cualquier otro país en la historia. Por lo tanto, el despliegue de energías limpias continuará, impulsado por el aumento de la demanda de energía y la disminución de los costos, especialmente para la energía solar. Las empresas de servicios eléctricos estadounidenses seguirán buscando desarrollos agresivos de energías renovables para mantener el ritmo del creciente uso de energía y garantizar la adecuación de la red.
La retirada de Estados Unidos del liderazgo climático mundial tendrá implicaciones significativas, pero no fatales, para el ritmo de la transición energética en el extranjero. La decisión de Trump de retirar nuevamente a su país del Acuerdo de París y retirar los fondos de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático reducirá los flujos de financiamiento climático para las economías emergentes, disminuirá su entusiasmo por una acción climática acelerada y alentará a algunos, como Argentina e Indonesia, a seguir su ejemplo.
Pero, así como la transición de Estados Unidos es imparable, también lo es la transición global. Los países industrializados seguirán ampliamente comprometidos con el Acuerdo de París. Europa considera la transición energética como una forma de reducir su dependencia de las importaciones. Mientras que la India ve la descarbonización como una oportunidad económica y un paso necesario para reducir algunos de los peores contaminantes del aire del mundo. Lo más importante es que China, la mayor fuente de emisiones mundiales, alcanzará un pico cinco años antes de su objetivo establecido en el 2030.
Las fuerzas económicas y tecnológicas que impulsan la revolución de la energía limpia simplemente se han vuelto demasiado poderosas para que un solo país, incluso Estados Unidos, o el presidente las detengan. La transición global avanzará, incluso si el viaje incluye algunos baches más en el camino.
–Glosado, editado y traducido–