Experiencias exitosas, por Juan Mendoza
Experiencias exitosas, por Juan Mendoza
Juan Mendoza

¿Cuál es el potencial de cambios en los impuestos para aumentar la formalización? Más que reducciones en tasas impositivas, como se ha sugerido en las últimas semanas, un rediseño creativo del sistema tributario puede tener algún grado de éxito en reducir la informalidad.

La palabra ‘informalidad’ es un cajón de sastre. Las actividades delictivas e ilegales son, por supuesto, informales. Pero también se incluye dentro de la informalidad a una parte del sector tradicional de la economía, como la agricultura en la sierra rural, que está fuera del radar público por una combinación de baja productividad y diferencias culturales. Además, la línea divisoria entre lo formal y lo informal es brumosa: muchos negocios informales realizan algunas transacciones formales y viceversa. 

Hay, asimismo, una compleja interrelación entre el grado de informalidad y el nivel de desarrollo. A medida que los países aumentan su ingreso per cápita, se reduce la informalidad. A su vez, un incremento en la informalidad es una barrera al crecimiento económico. Como resultado de ambas fuerzas, los países ricos tienen mucho menos informalidad que los pobres. La fracción del PBI informal se estima en 10% en Estados Unidos, 15% en Europa Occidental, pero supera el 50% en amplias zonas subdesarrolladas del orbe.

Según Gustavo Yamada y Pablo Lavado, el grado de informalidad laboral en nuestro país, que hoy supera el 60%, está 20 puntos porcentuales por encima del que tienen países de ingreso similar. Diversas investigaciones concluyen que las causas principales del exceso de informalidad son la rigidez en la legislación laboral, los altos costos de los procedimientos para hacerse y mantenerse formal, y los impuestos y contribuciones que gravan las planillas formales.

Reducir la tasa del IGV como herramienta de formalización sería un error. No hay evidencia clara sobre los posibles beneficios de tal medida. Lo que sí sabemos es que reducir el IGV nos costaría valiosos puntos de recaudación tributaria poniendo en riesgo el financiamiento de los servicios públicos.

Sin embargo, desde fines de la década pasada, ha habido dos cambios tributarios en Brasil que han impactado positivamente sobre la formalización. El primero ha sido tener un solo tributo para las pequeñas y medianas empresas que se formalizan en sustitución del IGV, el Impuesto a la Renta, y las contribuciones a la seguridad social y a las pensiones.

El segundo ha sido la modificación en la modalidad de cobro del IGV. En lugar de utilizar el método del crédito, como se hace en el Perú, en muchos estados brasileños el total del IGV es pagado por alguna de las empresas que interviene en la cadena productiva, típicamente aquella que es más difícil que pueda evadir el tributo. En este caso, la autoridad tributaria calcula la tasa del impuesto tomando en consideración su incidencia sobre el precio de los bienes finales. Esta forma de cobro del IGV evita la “transmisión de la informalidad” que ocurre cuando las empresas informales tienen un incentivo a transar con otras empresas informales.

Una reciente investigación de Aureo de Paula, University College en Londres, y Jose Scheinkman, Universidad de Princeton, concluye que estos cambios tributarios han estado asociados con caídas tangibles en la informalidad, sin afectar el equilibrio de las cuentas fiscales.