Esta granja llamada Perú, por Eduardo Amorrortu
Esta granja llamada Perú, por Eduardo Amorrortu
Redacción EC

El pedido de aumento del por parte de Ádex motivó un editorial de este Diario (“”), que la presenta como una medida proteccionista para favorecer a pocos a costa de muchos.

La OMC registra 69 países que han notificado el uso de subsidios, ventajas tributarias, garantías y ayudas directas. Estas ayudas incluyen subsidios a la exportación aplicados por países como Estados Unidos, Canadá, Brasil, Colombia, México y miembros de la Unión Europea, por citar algunos. 

El Perú, por el contrario, se da el lujo de no completar sus reformas económicas, desaprovechar las oportunidades que le brindan los TLC y desactivar el único medio efectivo para incentivar sus exportaciones.

Según la Universidad del Pacífico, a una empresa peruana le toma cinco años consolidar su participación en el mercado internacional, mientras el promedio mundial es de tres años. Detrás están los obstáculos que debe enfrentar el exportador nacional frente a sus competidores. 

Por ejemplo, en el Perú la autorización para exportación de alimentos procesados es hoy disputada por organismos del que compiten por demostrar cuál es más exigente y riguroso, perjudicando la capacidad exportadora del sector. Nuestra legislación laboral es una de las más complejas y arbitrarias del mundo. Nuestra complicada geografía y pobrísimo sistema vial, la ubicua informalidad, la heterogeneidad social y cultural, y un largo etcétera completan la escena. 

La empresa exportadora es un agente formalizador, al inducir a sus proveedores al pago de impuestos y contribuye a la generación de puestos de trabajo formales. Se convierte así en un promotor de cadenas productivas en todo el territorio, descentralizando las actividades económicas y generando un efecto multiplicador sobre el empleo y el crecimiento del mercado interno. La empresa exportadora busca oportunidades en lugares donde el Estado no llega. 

Por ello, de las ocho mil empresas exportadoras la mitad son pequeños exportadores que exportan menos de 100 mil dólares y tienen una posición frágil, con alto riesgo de morir jóvenes. Y de la otra mitad de exportadores, más de un millar vienen registrando caídas en sus ventas, en medio de sobrecostos ocultos y competencia externa subvencionada. 

En este contexto, el drawback es un recurso fundamental para el desarrollo del país. Gracias a él, nuestras empresas pueden luchar contra productos acompañados de programas de desarrollo, competitividad fortalecida, soporte estatal y contundente promoción de sus exportaciones. Por lo demás, no es una medida que reemplace la urgente necesidad de reformar nuestras instituciones; es una herramienta temporal que nos permite sobrevivirlas. 

En ese sentido no es una prebenda asignada discrecionalmente, como ocurrió con el dólar MUC, sino un mecanismo transparente y minuciosamente fiscalizado por la Sunat que asegura así que los recursos utilizados tengan el fin para el cual fueron destinados.

Recordamos nuestros pasados errores en materia económica y creemos que la integración al mundo y la leal competencia son los mejores aliados para el desarrollo, porque de lo que se trata es que en esta granja de todos haya la mayor cantidad de beneficiarios con verdadera igualdad de oportunidades.